Varios investigadores proponen que los mandeos constituyen una secta judía que se separó durante el período del Segundo Templo, posiblemente de los esenios u otra facción, y que posteriormente se trasladó a los actuales Irán e Iraq antes de evolucionar a una religión autónoma con elementos místicos
Mientras Israel se enfrenta militarmente a Irán, la República Islámica sigue albergando a más de 10 mil judíos. Sin embargo, dentro de las fronteras de Irán existe otra comunidad antigua, misteriosa y prácticamente desconocida, cuyas raíces, según la mayoría de los estudiosos, se remontan al judaísmo de la época del Segundo Templo. Esta es la historia de los mandeos.
Conocidos en arameo como Mandaʿeya (que significa «conocer»), los mandeos practican una religión mística distintiva que ha perdurado durante al menos 1600 años, concentrada en el sur de Iraq y la provincia iraní de Juzestán. Su población total se ha reducido a entre 60 mil y 100 mil personas, la mayoría de las cuales residen actualmente fuera del Medio Oriente. La comunidad mandea de Irán está compuesta por un número limitado de individuos que soportan duras restricciones religiosas y culturales.
La teología mandea se centra en la creencia en una deidad suprema e incomprensible, y en la lucha cósmica entre las fuerzas de la luz y la oscuridad. Si bien rechazan las afirmaciones proféticas de Mahoma, Jesús y Moisés, veneran a Adán, Abel, Set, Enós, Noé y Juan el Bautista como figuras sagradas, siendo Juan el Bautista el que ostenta el estatus profético más elevado.
Paralelismos notables con las prácticas esenias
Los estudiosos de la religión y la Biblia destacan conexiones convincentes entre las costumbres mandeas y elementos de la cultura religiosa judía. Ellos sostienen que la fe mandea «se originó con el primer ser humano».
Los sacerdotes mandeos llevan el título de «rabino», sus lugares de culto se denominan mishkana, y los lugares de bautismo se designan como yardena. La comunidad emplea conceptos y terminología vinculados a la secta y el idioma esenio del periodo del Segundo Templo, presentes en los Rollos del Mar Muerto.
Consideremos Mara Rabuta, un nombre divino en la religión mandea que aparece en el «Rollo del Génesis Exterior» de Qumrán. Los mandeos se identifican como bnei nahura (hijos de la luz), terminología empleada por los esenios. Su herencia lingüística representa un dialecto arameo notablemente similar al del Talmud babilónico.
Varios investigadores proponen que los mandeos constituyen una secta judía que se separó durante el periodo del Segundo Templo —posiblemente de los esenios u otra facción judía—, y posteriormente se trasladó a los actuales Irán e Iraq antes de evolucionar para convertirse una religión autónoma con elementos místicos. Si bien existen múltiples teorías que abordan los enigmáticos orígenes de los mandeos, el consenso académico sostiene que «comparten conexiones históricas de la Tierra de Israel con el pueblo judío».
Un legado de persecución y colapso demográfico
A lo largo de la historia, los mandeos se mantuvieron como una comunidad modesta de varias decenas de miles de fieles. Se establecieron principalmente a lo largo de las vías fluviales mesopotámicas, donde era posible la inmersión ritual y la purificación, enfatizando la conducta ética y moral en la vida cotidiana, con especial atención a las relaciones familiares.
La Revolución Islámica de Irán los trasformó en una minoría perseguida. A diferencia de las comunidades judía, cristiana y zoroastriana, los mandeos no recibieron reconocimiento oficial como minoría protegida bajo el gobierno islámico. La huida se convirtió en su única opción; un número considerable de ellos se reubicó en Australia, Suecia, Alemania y Norteamérica.
Desde 1979, las condiciones de los mandeos que quedan en Irán se han deteriorado significativamente. Carecen de representación parlamentaria, y enfrentan severas restricciones a la expresión cultural y la práctica religiosa.
*Mendy Shapiro es periodista.
Fuente: Israel Hayom.
Traducción Sami Rozenbaum, Nuevo Mundo Israelita
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