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Hasta que el liderazgo cambie de rumbo, o cambie por completo, la organización seguirá siendo irrelevante en los propios conflictos en los que el mundo más necesita una mediación internacional eficaz
Las Naciones Unidas se encuentran en una crisis de credibilidad, que evoca los días oscuros que siguieron a las revelaciones sobre el pasado bélico de Kurt Waldheim. Hoy, sin embargo, la controversia no se deriva de una historia oculta, sino de acciones que han comprometido la capacidad de la organización para servir como árbitro neutral en los conflictos globales.
El secretario general António Guterres ha abandonado sistemáticamente el mandato de neutralidad de la Carta de la ONU, en particular en lo que respecta al Medio Oriente. Su persistente equiparación moral entre las naciones democráticas que se defienden a sí mismas y las organizaciones terroristas, ha creado una ruptura diplomática sin precedentes. Por primera vez en la historia de la ONU, un secretario general en funciones ha sido declarado persona non grata por un Estado miembro. Esta designación de Guterres por parte de Israel no refleja un resentimiento diplomático, sino una ruptura fundamental de la confianza que imposibilita la mediación.
La neutralidad es esencial para un secretario general. Una mediación eficaz requiere la confianza de todas las partes. Guterres perdió esta confianza al no condenar inequívocamente los ataques con misiles de Irán dirigidos deliberadamente contra civiles israelíes, incluido un hospital, al tiempo que criticaba las respuestas defensivas de Israel. Sus declaraciones suelen retratar la legítima defensa israelí como desproporcionada, al tiempo que minimiza o contextualiza falsamente los ataques de Irán y sus aliados. Tampoco coopera con las iniciativas de ayuda humanitaria israelíes y estadounidenses en Gaza.
El Artículo 100 de la Carta de las Naciones Unidas exige la neutralidad del secretario general. Al abandonarla mediante sus condenas selectivas, dobles raseros y retórica incendiaria, Guterres ha violado su obligación fundamental y se ha vuelto ineficaz como mediador para la paz.
Para complicar aún más las cosas, está Volker Türk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, considerado en los círculos de la ONU como el alter ego y el «hijo sustituto» de Guterres. Desde el 7 de octubre de 2023, Türk ha emitido una serie de declaraciones engañosas acusando a Israel de «castigo colectivo», «crímenes de guerra» y «desplazamiento forzado», acusaciones que Guterres luego amplifica. Esta coordinación crea una caja de resonancia que refuerza la parcialidad, en lugar de fomentar un análisis objetivo.
Los pronunciamientos de Türk, que se repiten en toda la ONU, parecen estar diseñados para influir en los organismos judiciales internacionales y contribuir a la histeria pública, las protestas universitarias que amenazan a los estudiantes judíos, y un aumento de la violencia antisemita en todo el mundo. He presenciado de primera mano cómo cualquier persona dentro de la ONU que no repita sus argumentos es objeto de amenazas de muerte, intimidación y despido efectivo. Este fue el caso de una valiente persona con la que tuve el privilegio de trabajar: la exsecretaria general adjunta de la ONU para la prevención del genocidio, quien, con razón, se negó a calificar de genocidio las acciones israelíes en Gaza tras la brutalidad de Hamás el 7 de octubre.
El intercambio fluido de mensajes entre Guterres y Türk sugiere una narrativa predeterminada, que prioriza ciertas posturas políticas por encima de la evaluación objetiva. Cuando los altos funcionarios de la ONU actúan como multiplicadores de las narrativas palestina e iraní, pierden su credibilidad como mediadores y se convierten en actores partidistas de los conflictos que dicen buscar resolver.
El intercambio fluido de mensajes entre Guterres y Türk sugiere una narrativa predeterminada, que prioriza ciertas posturas políticas por encima de la evaluación objetiva. Cuando los altos funcionarios de la ONU actúan como multiplicadores de las narrativas palestina e iraní, pierden su credibilidad como mediadores y se convierten en actores partidistas de los mismos conflictos que dicen buscar resolver
Los paralelismos con la era Waldheim son sorprendentes. Las ocultas conexiones nazis de Waldheim acabaron destruyendo la autoridad moral de la ONU; los prejuicios manifiestos de Guterres hacen que ahora la organización sea irrelevante en los propios conflictos en que más se necesita liderazgo.
La eficacia de Waldheim se conservó parcialmente porque sus prejuicios permanecieron ocultos; Guterres, en cambio, ha hecho explícitos sus prejuicios, lo que ha destruido su utilidad como facilitador neutral. Ambos líderes presidieron la ONU durante períodos en los que su relevancia se cuestionó. Waldheim fue criticado por condenar la operación de rescate israelí en Entebbe, mientras que guardó silencio sobre el apoyo de Idi Amin a la masacre de Múnich. Dirigió la ONU durante la aprobación de la resolución «Sionismo es racismo», que el secretario general Kofi Annan calificó posteriormente como «un punto bajo en la historia». De igual manera, Guterres condena hoy las acciones defensivas israelíes y estadounidenses, al tiempo que excusa o minimiza el terrorismo que amenaza al mundo libre.
Las recientes críticas de Guterres a los ataques estadounidenses contra instalaciones nucleares iraníes, realizados en coordinación con Israel con fines defensivos, ejemplifican sus prioridades equivocadas. Tras el ataque, Guterres declaró: «Estoy profundamente alarmado por el reciente bombardeo estadounidense de instalaciones nucleares iraníes, que amenaza con intensificar las tensiones en una región ya de por sí inestable». Sus declaraciones son una bofetada al presidente Trump, quien calificó la operación como una medida necesaria para proteger los intereses y a los aliados estadounidenses.
Al condenar estas acciones como amenazas a «la paz y la seguridad internacionales», al tiempo que minimiza constantemente la agresión iraní, Guterres ha proporcionado a la administración Trump una justificación convincente para desfinanciar a la ONU. Irán y sus aliados han asesinado a cientos de estadounidenses desde 1979. El Pentágono calcula que al menos 603 estadounidenses murieron tan solo en Iraq, y estimaciones más amplias superan los 1000 estadounidenses muertos en Líbano, Iraq, Afganistán e incidentes recientes. Numerosos conspiradores vinculados a Teherán han sido acusados de planificar el asesinato del presidente Trump.
La orden ejecutiva del presidente Trump que retira a Estados Unidos de agencias de la ONU, y revisa sus contribuciones financieras, refleja la creciente frustración estadounidense con una organización percibida como hostil a sus intereses y aliados. Cuando el secretario general critica la autodefensa estadounidense e israelí, mientras guarda un silencio casi absoluto sobre el terrorismo iraní, valida los argumentos de que la ONU se ha convertido en un foro para el sentimiento antioccidental, en lugar de trabajar por un verdadero mantenimiento de la paz y la resolución eficaz de conflictos.
Cuando el secretario general critica la autodefensa estadounidense e israelí, mientras guarda un silencio casi absoluto sobre el terrorismo iraní, valida los argumentos de que la ONU se ha convertido en un foro para el sentimiento antioccidental, en lugar de trabajar por un verdadero mantenimiento de la paz y la resolución eficaz de conflictos
Las verdaderas víctimas del enfoque de Guterres son los empleados de la ONU, que ahora se enfrentan a despidos masivos en virtud de la iniciativa de reforma ONU80. Los recortes propuestos del 20% en departamentos clave se derivan directamente de la disminución del apoyo estadounidense, consecuencia en sí misma de las posiciones partidistas del secretario general. El personal que está preocupado por la pérdida de sus empleos debería dirigir su frustración no a los Estados miembros que retiran su apoyo, sino a los líderes que han hecho inevitables dichas decisiones al abandonar la neutralidad.
La ONU se enfrenta ahora a una dura disyuntiva: seguir priorizando el posicionamiento ideológico sobre la mediación efectiva, o volver a los principios de su Carta fundacional de neutralidad y objetividad. Guterres se ha mostrado incapaz de esta recalibración, permaneciendo obsesionado con Israel incluso mientras ello destruye la credibilidad de la organización. La era de Waldheim nos enseñó que el sesgo oculto acaba destruyendo la legitimidad institucional; la era de Guterres demuestra que el sesgo manifiesto es aún más corrosivo, al socavar la capacidad de la ONU para cumplir su misión principal. Hasta que el liderazgo cambie de rumbo, o cambie por completo, la organización seguirá siendo irrelevante en los propios conflictos en los que el mundo más necesita de una mediación internacional efectiva.
*Eve Epstein es una estratega de comunicaciones que ha asesorado a altos funcionarios de la ONU, incluyendo a un secretario general durante dos períodos. Es la directora y fundadora de Epstein & Associates, con sede en Nueva York.
Fuente: Israel Hayom. Traducción Sami Rozenbaum, Nuevo Mundo Israelita.
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