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| martes agosto 12, 2025

El peligro de Sudáfrica: la propaganda contra Israel podría conducir a una victoria total de Irán

Ben-Dror Yemini- Ynet.co.il


Benjamin Netanyahu. Foto Facebook

Señor Primer Ministro, lo siguiente es una señal de alto. Israel está avanzando hacia una situación similar a la de Sudáfrica. En los años 80, el boicot contra el régimen del apartheid, que había comenzado tres décadas antes, alcanzó su punto máximo y obligó a eliminar dicho régimen racista. Israel no es un Estado de apartheid. Pero está siendo objeto de una campaña de propaganda mucho más peligrosa. La propaganda conduce al boicot. Se está extendiendo. Y empeorará. No pasa un día sin un nuevo paso. No se puede permitir que esto continúe. Podría convertirse en la victoria final del eje del mal: Irán, Hamás y el BDS. Los F-15 no ayudarán. Tampoco los B-2.

 

Hay un salvavidas. Se puede tomar un nuevo camino. Hablaremos de ello más adelante. Pero antes, cada israelí debe hacerse una pregunta: ¿cómo es posible que el 8 de octubre Israel comenzara la guerra más justa de su historia y que, en menos de dos años, haya llegado al mayor colapso diplomático de su historia? ¿Cómo es que Israel, que combatía a una organización terrorista cuyas metas declaradas son exterminar judíos, conquistar el mundo, oprimir mujeres y usar civiles como escudos humanos, ahora es acusada de genocidio? ¿Qué salió mal?

 

Hace tres meses, parecía que habíamos tocado fondo en el colapso diplomático. Los golpes sufridos por Irán, y antes por Hezbolá, levantaron un poco el ánimo. Parecía que el mundo volvía a apoyarnos. Pero fue solo una breve pausa. Cualquiera que entienda algo sobre el ámbito internacional rogó, una y otra vez: basta de declaraciones grandilocuentes sobre «borrar Gaza», «nuevos asentamientos», «no hay inocentes», «infierno», «anexión», «transferencia». Pero se empeñan. No pasa una semana sin una nueva declaración que solo alimenta a los enemigos de Israel y aleja incluso a sus partidarios más firmes.

 

Señor Primer Ministro, en los últimos meses he escuchado a muchos amigos de Israel en el mundo. Me preguntaban: ¿Qué están haciendo? ¿No comprenden que la combinación de las imágenes horribles de Gaza —algunas falsas o manipuladas— con declaraciones fascistas y racistas solo alimenta el antisemitismo? Yo respondía: «Israel es una democracia, y los discursos radicales forman parte del debate, no de la política oficial». Pero me avergonzaba. Aun así, muchos amigos de Israel entendían, con razón, que Israel actuaba con torpeza, pero tenía razón. Acudieron a las embajadas israelíes a pedir material informativo. No lo recibieron. ¿Es posible que en estos días, cuando los amigos de Israel claman por ayuda, el Estado no tenga materiales actualizados, verificados y confiables para responder? No los hay. Es cierto que el problema no es solo la hasbará (la diplomacia pública). El problema es la política. Pero, aun así, ¿cómo es posible que desde mayo de 2024 Israel no tenga jefe del sistema nacional de hasbará? ¿Por qué despidieron a uno de los portavoces más elocuentes? No hay respuestas.

 

Hay que combatir la campaña de mentiras. La imagen del niño famélico en la portada del «New York Times» fue un golpe duro. Luego se descubrió que el niño padecía una enfermedad genética, y el periódico tuvo que publicar una corrección (de manera muy discreta). También hay que combatir a los cómplices que se unen a los que gritan «genocidio».

 

Pero, señor Primer Ministro, con todo el desprecio a los propagandistas, el principal problema es el gobierno y usted, que lo encabeza. En marzo usted dijo: «Decidimos evitar toda entrada de bienes a Gaza». Y el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, quien en la práctica dicta buena parte de las políticas del gobierno, dijo: «No entrará ni un grano de trigo a la Franja». Su adjunto, Israel Katz, siguió amenazando esta semana: «Israel abrirá las puertas del infierno». ¿Qué creían que lograrían con esas declaraciones? ¿Que Hamás se rendiría? ¿Que soltaría a los rehenes? ¿No sabían que lo único que lograrían era reforzar las acusaciones de crímenes de guerra y hambruna?

 

Y en estos días, Smotrich anuncia que sigue en el gobierno porque «grandes cosas están por ocurrir». Probablemente usted le prometió algo. Y eso da miedo. Solo cabe rezar para que Smotrich tenga razón cuando dice de usted: «Mentiroso hijo de mentiroso». Porque lo que es bueno para Smotrich casi siempre es un desastre para Israel y un regalo para el eje del mal.

 

La mayoría de las acusaciones contra Israel se basan en mentiras. No hay genocidio. No hay hambruna. Pero eso no importa. Porque un gobierno serio debió entender desde el 8 de octubre que no hay solo un frente militar, sino también uno diplomático. Ese frente incluye ataques contra israelíes y judíos, lo cual no parece preocupar al gobierno, pero también afecta el suministro de municiones. Ellos ya sabían que esas políticas dañaban. Y aun así continuaron. No vamos hacia la victoria total en el frente militar. Estamos sufriendo una derrota total en el frente diplomático.

 

Sinwar quería arrastrarnos a este lodazal. Quería impedir la normalización con Arabia Saudita. Quería convertir a Israel en un paria. Quería aumentar el antisemitismo. Y lo está logrando, incluso desde su escondite. Perdimos los campus universitarios. Perdimos a los medios de comunicación. Perdimos la opinión pública. Comenzamos como los justos, y ahora nos ven como los leprosos.

 

Señor Primer Ministro, lo peor aún está por venir. Porque Sinwar tiene una misión más: llevar a Israel a una situación como la de Sudáfrica en los años 80: un boicot generalizado que derrote al país. Ese es el camino en el que estamos.

 

La campaña BDS comenzó en 2005. Pero en el último año logró más avances que en los 20 anteriores:

 

El 2 de septiembre de 2024, el Reino Unido suspendió 30 de 350 licencias de exportación de armas a Israel.

 

El 16 de octubre de 2024, Italia anunció la suspensión total de exportaciones de defensa a Israel.

 

En octubre de 2024, mil figuras del ámbito literario firmaron una carta en apoyo al boicot de editoriales y festivales israelíes.

 

El 19 de mayo de 2025, el 73% de los miembros de la cadena británica de supermercados Co-op votó a favor de suspender la venta de productos israelíes. La misma cadena había boicoteado a Sudáfrica en su momento.

 

El 5 de julio, el mayor sindicato de docentes de EE.UU., la NEA (National Education Association), votó con 7.000 miembros a favor de retirar materiales de la ADL (Liga Antidifamación) de los programas educativos de más de 12.000 estudiantes por “sesgo pro-israelí”. Aunque la directiva del sindicato anuló la decisión, los docentes son quienes, en la práctica, deciden qué enseñar.

Casi cada decisión de boicot contra Israel tiene un precedente similar del boicot a Sudáfrica. En el último año, varios puertos se han negado a cargar exportaciones militares a Israel. Esta semana se publicó que “trabajadores portuarios en Europa exigen detener el envío de armas a Israel”. En los años 80, lo mismo ocurrió con Sudáfrica. Al igual que los equipos deportivos sudafricanos fueron excluidos, hoy la selección femenina israelí de balonmano no consigue dónde jugar de local.

Ya hay boicot cultural. Ya hay boicot académico. Y usted, señor primer ministro, ya no puede poner un pie en la mayoría de los países del mundo. Pero el golpe más duro aún no ha llegado: el boicot económico. Ya hay presiones crecientes en Europa para cancelar el acuerdo de asociación económica con Israel. Holanda y Suecia ya piden suspender los acuerdos comerciales. Esto puede empeorar.

Hamás no teme a las declaraciones sobre anexión o infierno. Yihad Islámica no se inmuta por los muertos o por el hambre. Todo esto es lo que el eje del mal quiere. Así se pasa del colapso diplomático al colapso económico. Israel hablaba de destruir a Hamás. Pero puede que Hamás termine destruyendo a Israel. Smotrich y Ben Gvir son el regalo eterno que Israel le dio a sus enemigos. La responsabilidad es suya, señor primer ministro.

La tierra diplomática ya arde. Siguen sumándose declaraciones sobre reconocimiento del Estado palestino. Solo esta semana se sumaron más países. La mayoría del mundo ya reconoce a Palestina. Pero cuando Francia y Reino Unido se suman —tras haber dicho hace poco que no lo harían— eso demuestra cuán profundo es el colapso diplomático israelí. Solo hace un año, el presidente francés descartaba tal posibilidad. Hace diez días, el primer ministro británico también. Hoy cambiaron de postura. Podemos explicarles mil veces que eso solo beneficia a Hamás. No les importa. Es su reacción ante una coalición israelí ultraderechista que compite por ver quién anuncia más asentamientos.

Vándalos extremistas atacan aldeas palestinas cada semana, y el número de detenidos es casi nulo. ¿Qué demonios pensábamos? ¿Que si les contamos que esta semana islamistas mataron a más de 40 cristianos en una iglesia del Congo eso nos ayudaría? El mundo es hipócrita. Pero un liderazgo sabio debería haberlo tenido en cuenta. No lo hizo.

Señor Primer Ministro, aún es posible revertir la situación. Israel todavía puede construir un cinturón de paz a su alrededor. Puede avanzar hacia la normalización con Arabia Saudita. El plan ya estaba listo antes del 7 de octubre. Puede avanzar hacia acuerdos, aunque sean de bajo perfil, con Siria y Líbano. Hamás no será derrotado empantanándose en Gaza. Será derrotado con una alianza de Acuerdos de Abraham que reemplace el cerco del eje del mal.

Estamos en un punto donde solo una declaración pública y dramática de un alto al fuego unilateral impedirá el mayor logro de Sinwar: un boicot global tipo Sudáfrica contra Israel. Durante dos décadas, el BDS logró avances sobre todo en universidades. Eso ya cambió. Los últimos meses lo acercan a su objetivo.

¿Significa esto que Hamás seguirá gobernando Gaza? Algunos núcleos siempre quedarán. Pero también está sobre la mesa el plan egipcio para que fuerzas árabes, incluida la Autoridad Palestina, administren Gaza. No es la solución ideal. Pero es mejor que el desgaste, el empantanamiento y el aislamiento diplomático que lleva al colapso económico.

Muchos de los logros israelíes en Gaza provienen de inteligencia. Eso continuará, como ocurre con Hezbolá. Lo único claro es que hay una alternativa para evitar el colapso. La verdadera pregunta es: ¿hay en Israel un gobierno que pueda detenerlo?

Y algo más: este artículo fue escrito con gran tristeza, tras cinco semanas fuera de Israel. Lo que se ve desde afuera no se ve desde adentro. Aún podemos evitar el colapso. Pero para eso hay que hacer sonar todas las campanas de alarma. Ojalá los de arriba despierten de la fantasía del «triunfo absoluto».

 
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