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| domingo agosto 31, 2025

Editorial. Discutamos sobre la verdad

Editorial de El Pais de Uruguay.


Ayuda Humanitaria Foto Cogat

La reciente publicación del IPC (Clasificación Integrada de las Fases de Seguridad Alimentaria) intenta instalar en la opinión pública internacional la idea de que existe una hambruna en Gaza. La conclusión es alarmante, pero sobre todo profundamente engañosa. Se trata de un informe que no solo peca de falta de rigor técnico, sino que además incurre en un sesgo evidente, transformando un problema humanitario complejo en un arma política contra Israel.

No es la primera vez que el IPC elabora diagnósticos que no se corresponden con la realidad en Gaza, utilizando información parcial, superficial y muchas veces provista por Hamás, la organización terrorista verdaderamente responsable de la situación. El problema es doble: por un lado, se omite la responsabilidad de Hamás en el desvío sistemático de ayuda humanitaria, en los saqueos y en el uso de los alimentos para fortalecer su aparato militar; por otro, se ignoran los enormes esfuerzos fehacientes de Israel y de múltiples actores internacionales por garantizar que la población civil reciba la asistencia necesaria.

Los números son contundentes. Desde el inicio de la guerra, más de 100.000 camiones con ayuda humanitaria han ingresado a la Franja de Gaza, cargados con alimentos, medicinas, combustible y materiales para refugios. Solo desde enero de 2025 ingresaron más de 25.000 camiones. Tras la reapertura de los cruces en mayo, entran diariamente alimentos a Gaza, en cantidad más que suficiente para alimentar a la población si no se impidiera su distribución normal por parte de los terroristas.

Israel ha abierto los cruces, implementado mecanismos de control y supervisión para evitar que la ayuda sea desviada a Hamás y ha coordinado corredores humanitarios, permitido la participación de actores privados. Además, se han instalado cocinas comunitarias que hoy sirven 600.000 comidas diarias, y se han distribuido más de 132 millones de raciones.

El informe del IPC, sin embargo, decidió ignorar todo esto. Para declarar la hambruna, incluso alteró sus propios criterios: pasó de exigir un 30% de desnutrición infantil medida por peso y talla a un 15% medido por circunferencia del brazo

Un cambio metodológico ad hoc, aplicado únicamente a Gaza, eligiendo la muestra que le dio lo que quería, descartando otras, que demuestra su enorme cinismo ante una situación tan delicada. Y peor aún: se basó en encuestas telefónicas y en datos de ONG locales vinculadas al Ministerio de Salud controlado por Hamás, sin verificación independiente ni acceso directo al terreno.

El resultado no es un análisis técnico, sino un panfleto político. Al llamar a un “alto el fuego inmediato e incondicional” como condición para que la ayuda llegue a los civiles, el IPC abandona su papel de evaluador neutral para convertirse en un actor político más.

Y al hacerlo, erosiona su credibilidad y, sobre todo, pone en riesgo a quienes verdaderamente necesitan la ayuda, porque desalienta y deslegitima los esfuerzos de quienes la están haciendo posible.

La realidad es que Israel, en cooperación con organismos internacionales y países de la región, ha sostenido la asistencia humanitaria en la región. Se han facilitado evacuaciones médicas de miles de pacientes, en su mayoría niños. Se han reparado tuberías de agua, provisto combustible para plantas desalinizadoras y entregado 48.000 toneladas de insumos médicos. Todo ello bajo el fuego de una organización terrorista que explota a su propia población.

Los desafíos en la zona son, indudablemente, gigantescos, pero la narrativa de una hambruna causada por Israel no resiste el menor análisis y es una burda mentira, lamentablemente fogoneada por organismos internacionales insólitamente cómplices de la versión de los terroristas. Es curioso que la carga de la prueba siempre caiga sobre la única democracia con un Estado de Derecho plenamente vigente antes que en quienes quieren el exterminio del Estado de Israel y usan a la población de Gaza como escudo humano.

La comunidad internacional debería tomar nota: manipular la palabra “hambruna” no solo es un error, es también una irresponsabilidad ética. Se puede opinar lo que se quiera de cómo se lleva adelante este terrible conflicto comenzado el 7 de octubre con la barbarie desatada por Hamás, pero cualquier discusión honesta debe basarse en el respeto a la verdad de los hechos. Como señaló el sociólogo y político norteamericano Daniel Patrick Moynihan: “Tienes derecho a tener tu propia opinión, pero no a tus propios hechos”.

 
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