Los últimos días se ha difundido a nivel internacional la noticia que un grupo de académicos expertos en tema de genocidio (Association of Genocide Scholars – IAGS) aprobaron una declaración donde se concluye que Israel comete genocidio contra los palestinos de Gaza. De entrada, el titular convencería a cualquiera de que una voz autorizada está señalando crímenes atroces contra los palestinos de este enclave costero y sería necesario actuar en base a sus señalamientos porque es urgente.
Sin embargo, cuando se analiza la situación a profundidad, el tema es menos contundente de lo que parece. No solamente dicha declaración no fue aprobada de manera irregular y no avalada por todos los miembros de la IAGS, sino que inclusive la votación tenía un bajísimo porcentaje de los académicos que representan dicha organización. El documento expedido fue presentado como un consenso entre especialistas, pero solo reflejaba la opinión de una quinta parte de la totalidad.
La organización reúne generalmente a 500 miembros investigadores, profesores universitarios y profesionales en diversas disciplinas que se dedican a la temática de genocidio. Como sociedad, la IAGS funciona por medio de conferencias, publicaciones, grupos de trabajo y votaciones internas sobre acuerdos y resoluciones. La idea es consensuar en aquellos argumentos y criterios desde una perspectiva académica de los cuales se quiere hablar en nombre de toda la organización.
De acuerdo con varios testimonios de la propia IAGS, entre las que circula el de la Dra. Sara E. Brown, el proceso de elaboración de esta resolución estuvo viciado al punto que quienes querían objetar fueron bloqueados de participar. Lo que ocurrió con el texto presentado es que se envió a votación sin que se diera un debate previo, lo cual ya condicionaba el procedimiento regular. En otras palabras, lo que se pretendió fue una imposición de un texto ya prefabricado, quienes se opusieron fueron silenciados.
Pero, más allá del procedimiento, la clave se encuentra en la cantidad de participantes que tuvo dicha deliberación ya que de los 500 miembros de la IAGS solamente participaron 129 y de estos únicamente 107 académicos votaron a favor del texto (83%). Es decir, 21% del total de los académicos de la IAGS apoyaron el informe.
Pese a esto, el comunicado que se presenta frente a la prensa quiere dar a entender que se trata de una mayoría especialista en temas de genocidio cuando la realidad es que ocho de cada diez miembros de las organizaciones no se adhirieron al texto, algunos no estuvieron de acuerdo, otros porque no estuvieron presentes y los demás porque consideraron ilegítimo el proceso.
El número del problema es la manera en la que los medios han utilizado el texto para sembrar (nuevamente) una narrativa como si se tratara de una posición universalmente aceptable. Mientras la narrativa dice que la IAGS concluyó que Israel comete un genocidio en Gaza y que la mayoría de los académicos en genocidio respaldan la afirmación, solamente una parte de los expertos votaron, y hubo un proceso degradado al bloquearse las objeciones internas existentes.
¿Por qué es importante destacar esto? Porque el informe no surge del vacío, aparece en un momento de un contexto en el cual el grupo terrorista que somete Gaza a sus intereses se encuentra bajo una presión militar por parte de Israel, y en el que los actores internacionales alineados con la causa del pueblo palestino buscan todos los mecanismos posibles para evitar la ofensiva que se dará en la ciudad de Gaza.
Ya previamente dos capítulos de propaganda se han puesto en camino y en alguna forma han tenido episodios poco efectivos. El primero fue el relato de la hambruna en Gaza, donde las Naciones Unidas y la Clasificación Integrada de Fases de la Seguridad Alimentaria (IPC), intentó calificar la situación del enclave como una hambruna, pero investigaciones señalaron que la organización habría modificado los parámetros para aplicarlos como cuestión extraordinaria sobre lo que acontece en Gaza, de esa manera la crítica opacó la credibilidad de esa narrativa.
El segundo tema tiene que ver con el lobby impulsado diplomáticamente por el presidente francés Emmanuel Macrón, quien ha intentado junto a otros líderes europeos que se reconozca de pleno al Estado palestino en la Asamblea General de las Naciones Unidas en setiembre, algunos de los países entendieron lo poco efectiva que será esta medida y decidieron retractarse, pero es una acción simbólica que pretenden impulsar sin mayores beneficios a nivel internacional.
Debido a la falta de músculo en estas dos posiciones han tenido que optar por una nueva estrategia, ese “consejo de sabios” que cual tribunal inquisidor estaría acusando a Israel de genocidio sin que haya un proceso en cortes internacionales como lo dictamina el debido proceso.
A la vez, se tuvo información de la posibilidad que al menos 150 medios de comunicación internacionales estuvieran alineados para realizar un asedio mediático en contra de Israel acusándole de asesinar a sangre fría a periodistas, donde mientras el relato internacional como una lista de periodistas presentado por Al Jazeera mostraba a 273 supuestos periodistas muertos o activos en Gaza, la realidad demostraba que de estos solo el 16.1% eran periodistas empleados en medios reconocidos, un gran porcentaje (76.9%) eran freelancers o stringers subcontratados por medios para comprar información y el otro 7% eran activistas o comunicadores comunitarios sin afiliación formal.
Es decir, más de tres cuartas partes del listado no corresponden a periodistas, sino personas que son contratadas para conseguir material que es revendido a la prensa internacional y en algunos casos con afiliaciones hacia los grupos gobernantes dentro de Gaza.
Esto no niega su rol comunicativo, ni los riesgos a los que se exponían en medio del conflicto, pero sí matizar el uso propagandístico del número mostrado por Al Jazeera, como si todos fueran periodistas profesionales, incluso haciendo un mal uso del chaleco de prensa para realizar acciones irregulares, alimentando la narrativa de que Israel busca “callar a la prensa para evitar que se hable del genocidio”.
Al integrar estos eventos se logra determinar un patrón en común, el asedio contra Israel. Desde el punto académico, se intentó fabricar un consenso inexistente mencionando la falacia de autoridad de un comité de expertos, lo cual era una opinión de un pequeño grupo que se quiso adueñar del espacio.
Desde lo mediático han utilizado la figura de los periodistas presentada por Al Jazeera para sostener la supuesta intención de Israel de asesinar comunicadores, y buscar por medio de la presión internacional que se les sancionara por considerar esto un crimen internacional conforme al Derecho Internacional.
El cálculo queda en evidencia, si la comunidad internacional percibe a Israel como genocida, como un Estado que violenta la libertad de prensa o violenta el derecho internacional de manera descarada, generará presión para forzar un alto al fuego sin garantías reales de fin del conflicto, sin devolución de rehenes, sin el fin del asedio militar, sin el desarme de Hamas (exigido hasta por líderes árabes) y por el contrario podría ser el oxígeno que los grupos radicales requieren para proclamarse victoriosos.
En todo esto hay un trasfondo geopolítico más allá de Gaza. Mientras esto ocurre en el terreno del conflicto donde la guerra en el terreno se inclina contra Hamas, en el plano geopolítico, Estados Unidos, Arabia Saudita y Emiratos Árabes trabajan en un proyecto de reconstrucción del enclave excluyendo a Hamas de cualquier proyecto futuro, abriendo paso a un nuevo equilibrio regional. Los saudíes, lejos de oponerse tienen interés en que este tipo de circunstancias lleguen a buen puerto porque les restaría posicionamiento estratégico a algunos de sus enemigos regionales.
Si Hamas, llegara a perder músculo político y militar, así como los Hermanos musulmanes pierden protagonismo en lo que acontece en esta zona, toda la narrativa de la resistencia palestina de grupos islamistas perdería su eje central usando la causa palestina para sobre explotarla.
En esto se entiende la urgencia de usar todos los recursos mediáticos para frenar la ofensiva israelí, aunque con declaraciones carentes de fondo y basadas principalmente en narrativas tendenciosas.
Regresando a un planteamiento inicial sobre si Israel comete un genocidio según expertos internacionales, la respuesta es que hubo un informe, que solo tuvo una participación simbólica que buscaba imponer un criterio como generalizado, que estuvo marcado por la ausencia de debate y la exclusión de voces críticas y no representan la mayoría de los académicos que son miembros de dicho grupo.
Mientras tanto, se empujaba el relato de los periodistas asesinados, de los cuales gran parte ni siquiera tenían esa formación, pero fácilmente fueron vendidos de esta manera, como en otras ocasiones se han planteado números de personas muertas como “niños” o “mujeres” y han terminado siendo hombres militantes de grupos radicales en edad de combate, lo cual no limita la crítica a la crisis humanitaria, pero condiciona la forma terrible de meter los números como si todos fueran lo mismo.
En todo esto lo que existe es un asedio mediático cuidadosamente diseñado, en el cual titulares, estadísticas y resoluciones buscan moldear la percepción internacional. Ciertamente, en Gaza el conflicto se libra con misiles, túneles y también con titulares y desde la academia, la narrativa es la guerra más difícil de este conflicto e Israel tal parece no tiene formas de lograr ganarla, pese a la mentira difundida de que el capital sionista controla los medios de comunicación del mundo, la realidad es otra y demuestra cómo el odio contra Israel se ha logrado colar no solo por las imágenes de Gaza, sino por todo lo que se ha construido en torno a esto, como si solamente un actor tuviera responsabilidad de lo que acontece.
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