Dos veces en esta columna y este año nos preguntamos en voz alta qué es Qatar y hasta dónde llegan sus tentáculos de impunidad. Pero siempre nos quedamos cortos. Qatar es como una rampa de lanzamiento ilimitada de hechos políticos y económicos que siempre logran entrar en una bruma espesa con inaudita protección.
En Qatar se persigue a las minorías, desde Qatar se apoya al terrorismo de Hamas desde hace varios lustros, en Qatar las mujeres tienen nulos derechos, los inmigrantes son esclavos, y además, su gobierno dice que no es dueño de uno de los más perversos medios de difusión de la historia del periodismo como Al Jazeera, cuando en realidad es un arma letal creada por el Estado qatarí y respaldada por cuanto dinero sea necesario.
Uno de los últimos ejemplos de persecución de minorías en Qatar es la condena de Remy Rouhani, de 71 años, a 5 años de prisión. Rouhani es el líder religioso de los Bahai y se ha expresado sobre la igualdad entre el hombre y la mujer. Lo condenaron por “difundir una ideología contraria a los valores del islam y difundir principios destructivos para la sociedad”. Rouhani es qatarí y ha tenido una trayectoria muy reconocida en el comercio de su país. Ahora a los 71 años, descubre que la mentada “libertad de creencias” que Qatar dice respetar es falsa. Su hija Nora y su familia se fueron de Qatar, porque a pesar de ser ciudadanos desde su nacimiento, hoy son perseguidos con la excusa de que la religión Bahai viola el Derecho Penal. Vaya fraude y cinismo hablar de derecho en un emirato conducido por un dictador y súbditos.
La esclavitud es algo conocido en Qatar, pero el abrumador blindaje económico y político que goza el emirato le ha evitado ser condenado por crímenes contra la humanidad cuando miles de trabajadores murieron de sed e inanición bajo condiciones de trabajo inhumanas, construyendo faraónicos estadios para el mundial de fútbol, todo ello con complacencia, conocimiento y complicidad de la tenebrosa FIFA. El 91% de la población de Qatar son extranjeros, o sea, esclavos. No tienen ningún derecho, no pueden ser ciudadanos, no pueden mudarse ni siquiera entre los barrios miserables donde les toca vivir, porque mudarse sin autorización del empleador es un delito, y si no aceptan las condiciones tienen dos opciones: terminar como los que construyeron los estadios en tumbas colectivas aplastadas por las propias construcciones, u, obviamente, no ir a vivir allí. Pero es tentador por el dinero que pueden obtener trabajadores árabes y africanos que ya están en la miseria. Y caen en la trampa del Qatar que publicita “respeto a las leyes”. Claro, respeto a las leyes de la esclavitud. El otro 9% de la población ya sabemos quiénes son y cómo viven, incluyendo los huéspedes permanentes del Emir, la banda asesina que lidera Hamas muy lejos de Gaza.
Las mujeres no tienen ningún derecho, salvo lo que conceda su marido-dueño. Cada hombre puede tener 4 mujeres-esposas. Si se descubre adulterio, es la mujer la que irá a prisión por mínimo 7 años. Un progreso extraordinario: en Qatar no las lapidan. En cuanto a violaciones, Qatar lo resuelve muy sencillo. Hace un tiempo, una turista de Finlandia fue drogada y violada. Fue a la policía e hizo la denuncia. La enviaron a prisión, le hicieron pagar una multa y al año, salió de prisión deportada a su país. ¿Finlandia hizo algo? Da lo mismo, Qatar es impenetrable. La homosexualidad está prohibida por ley, pero a los homosexuales o lesbianas no los cuelgan en la plaza pública como sucede en otros países islámicos, sino que los llevan a prisión, y allí reciben todos los maltratos que la crueldad del hombre ha creado.
Qatar ha logrado convertirse en el rostro del mediador en la guerra desatada por Hamas contra Israel. Es complejo llamar mediador al financista central de Hamas, a una dictadura cuya ministra de Educación Lula al-Khater hizo una apología de Yahya Sinwar, líder de Hamas y cerebro del pogromo del 7 de octubre, cuando Sinwar murió en uno de los túneles que él mismo construyó.
Al Jazeera es una empresa de medios propiedad de Qatar. No tiene independencia alguna, en sus 20 años de existencia ha tenido rechazos y sanciones de varios países de Europa y Medio Oriente, así como de Estados Unidos. Para el Emir es un arma. Y bien que miente muy seguro de su omnipotencia cada vez que se descubren los delitos de los empleados de Al Jazeera. En abril del año pasado el parlamento israelí autorizó al gobierno a clausurar Al Jazeera por participar activamente en el pogromo del 7 de octubre, no sólo como un medio incitador sino además con 4 de sus seudo periodistas formando parte de los asesinos de Hamas. En mayo de 2024, en consecuencia, el gobierno de Israel expulsó a Al Jazeera del país. No coartó la libertad de prensa, echó a cómplices de criminales. En enero de este año, la Autoridad Palestina echó a Al Jazeera y cerró sus trasmisiones. En un enfrentamiento entre la policía de la Autoridad Palestina y miembros de Hamas en Jenin donde hubo más de una decena de muertos, la defensa de Hamas que hizo Al Jazeera molestó a Mahmoud Abbas y los expulsó. Al Jazeera es una máscara más de Qatar.
Hace poco más de una semana, en el marco del Consejo de Seguridad, no hubo necesidad de nombrar a Qatar para percibir hasta dónde llegan su impunidad, su desparpajo y su complicidad con las peores aberraciones, en especial, de su protegido, el grupo terrorista Hamas.
Ilana Gritzewsky estuvo secuestrada por Hamas. El martes 26 de agosto se presentó ante el Consejo de Seguridad para dar testimonio. Con una entereza admirable, pasó por alto el silencio indiferente de los representantes de los países del Consejo y lo que significa estar ante quienes hacen de la ONU una organización más infame día a día. El comunicado de prensa del Consejo dando cuenta de su presencia ese día fue la última decena de líneas de su largo boletín que priorizó por cierto las banalidades al drama real. A pesar de todo eso, la tuvieron que escuchar y dejar registrada su narración.
Algunas frases de lo que dijo Ilana, a partir de su secuestro en el kibutz Nir Oz. “Me tiraron del pelo, me golpearon en el estómago y quedé sin poder respirar. Me arrastraron por el piso, me levantaron y me tiraron contra la pared. Me apuntaron con sus armas, me siguieron golpeando e intentaron filmarme con mi celular. Levanté los brazos, les dije que soy mejicana, les rogué que no me siguieran lastimando, que no me violaran, qué no me dispararan. Pero me pegaron, me humillaron, me manosearon todo el tiempo, me tiraron sobre una moto y me llevaron a Gaza. De camino a Gaza cuando empezaron a violarme me desmayé. Mis captores no tenían ningún uniforme. Uno me dijo que era profesor de matemáticas, y el otro, abogado. En un momento de mi cautiverio me llevaron al hospital Nasser junto a otros secuestrados, en un área exclusiva para uso de Hamas. Con la voz firme, Ilana les dijo al Consejo en idioma español…Hoy estoy aquí también como mujer mejicana, porque allí nací. En México los cárteles de la droga matan y torturan a la gente. Los llaman por su nombre y por lo que son, terroristas, criminales, delincuentes. Se los condena en todo el mundo sin titubear, por lo que me pregunto por qué Hamas, que quema niños vivos, viola mujeres, mutila cadáveres, secuestra niños y adultos, no es condenado de la misma manera. ¿Por qué Hamas es considerado diferente? ¿Por qué no se los considera como terroristas que son? Eso no es sólo hipocresía sino traición”.
A Ilana y a todas las mujeres judías secuestradas las traicionaron en todo el mundo a través del silencio repugnante de organizaciones que se hacen llamar feministas y que luchan por los derechos de las mujeres, siempre y cuando no sean judías. En México hay una presidenta judía por madre y padre y abuelos, pero las mujeres judías secuestradas y violadas por Hamas y en especial Ilana nunca escuchó nada de ella. Lo que narró Ilana como experiencia propia mientras era arrastrada a Gaza y el pueblo en la calle la golpeaba y escupía a su paso, fue observado por televisión con mucha algarabía por el liderazgo de Hamas que estaba en Doha, la capital de Qatar. Si de hipocresía y traición se trata, como dijo Ilana, la lista es inmensa, y en esa lista el emirato ocupa un lugar de privilegio.
En mi país Uruguay, esta semana un periodista equiparó a Israel con Hamas. O sea, el periodista, si fuera honesto e investigara las fuentes en que se basa, para hacer ese paralelo, tendría que haber leído que el ejército israelí viola y después asesina mujeres, que tajea el vientre de embarazadas y quema a los fetos en un horno a la vista de sus madres antes de matarlas, que encierra a familias enteras en sus casas y los prende fuego a todos. Pero el periodista no es honesto y miente. En ese sentido copia lo que hacen académicos, sindicatos, partidos políticos, no sólo de mi país, sino de muchos países latinoamericanos y europeos. Quizás las palabras de Ilana sobre hipocresía y traición sean avaras para definirlos. De lo que no hay duda es que este periodista que mencionamos y otros como él serían contratados sin problema alguno en Al Jazeera, el medio de prensa oficial de Qatar.
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