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| viernes septiembre 5, 2025

Los escritores judíos están siendo excluidos de la industria editorial de EEUU. He aquí su respuesta

Howard Lovy* /The Algemeiner


 

(Imagen: heyalma.com)

Antes del 7 de octubre de 2023, Elissa Wald era plenamente feliz con su carrera como “escritora fantasma”, utilizando sus habilidades entre bastidores para amplificar las voces de otras personas. «Pero después de la masacre y la respuesta mundial», cuenta Wald, «me topé con un muro emocional y sentí que no podía seguir adelante. Por mucho que me encantaran mis proyectos, sentía que no era la mejor manera de expresar mi voz en ese momento».

¿Cuál sería, entonces, un mejor uso de su tiempo?

Elissa notó lo mismo que muchos de nosotros estamos experimentando. Los judíos están siendo expulsados de los espacios literarios. Incluso a quienes nunca escribimos sobre Israel nos dicen que nuestras voces no cuentan. Fue entonces cuando lanzó el boletín y club de lectura Never Alone Substack. También comenzó a publicar Judith, revista que incluye ensayos de algunos de los escritores judíos más destacados de la actualidad, obras que podrían no tener cabida en otros lugares en el contexto actual. Yo soy el editor de no ficción de Judith.

Lo que Wald está haciendo al crear estas publicaciones y comunidades virtuales judías es la respuesta a una vieja pregunta para los judíos que son marginados de las comunidades mayoritarias: ¿Es mejor seguir intentando conectar con la comunidad literaria existente —una comunidad que ha dejado claro de muchas maneras que las voces judías no son bienvenidas—, o deberíamos centrarnos en formar nuestras propias instituciones y eventos, como hicieron los judíos en muchas profesiones a finales del siglo XIX y principios del XX?

Para Wald, la respuesta es clara. “Creo que nuestra capacidad para hacer nuestro mejor trabajo en el mundo se ve enormemente fortalecida por una vida familiar estable y amorosa. Metafóricamente, esto se traduce en una comunidad fuerte y solidaria, donde nos cuidamos y apoyamos mutuamente mientras navegamos por el puente cada vez más estrecho que es la diáspora”.

Incluso la promotora literaria judía Erika Dreifus está adoptando esta postura. Si bien Wald y yo hemos sido muy vehementes en nuestra defensa, Dreifus ha dedicado aproximadamente una década a una diplomacia discreta ante las publicaciones y comunidades literarias convencionales.

Conozco a Dreifus desde hace muchos años, y durante ese tiempo la he visto asumir un papel que pocos estaban dispuestos a tomar: luchar contra el antisemitismo en el mundo literario, incluso cuando eso significaba arriesgar su lugar en él. Como explica Dreifus, citando a la rabina Diana Fersko: “Tradicionalmente, los judíos han tenido tres opciones ante el antisemitismo: quedarse y luchar, crear algo nuevo, y no hacer nada. Yo descarté la opción de no hacer nada”.

Con el tiempo, Dreifus se frustró con las limitaciones de la diplomacia discreta. Con demasiada frecuencia sus cartas privadas quedaban sin respuesta, o las réplicas de los editores eran evasivas y despectivas. Más recientemente, ha comenzado a publicar esas cartas ella misma, como una “Carta abierta al editor del New York Times Book Review”, que apareció en Judith.

Aun así, Dreifus reconoce que está cansada. «Me estoy agotando y renunciando a algunos de los ‘quedarme y luchar’, aunque soy muy tenaz», dice. En esta etapa de su vida, explica, prefiere centrarse en profundizar su propio conocimiento del judaísmo, en lugar de gastar energía en editores que no la escuchan. Ese deseo de pasar su tiempo en espacios judíos también explica el compromiso de Dreifus con nuevas iniciativas. Forma parte de la junta directiva de Artistas Contra el Antisemitismo, que celebrará su primer gran encuentro de escritores, o mifgash, este mes de septiembre.

Dreifus también será ponente en otra iniciativa destinada a fortalecer las voces literarias judías: la Cumbre de Autores Judíos, organizada por 70 Faces Media. Me desempeño como asesor de este evento, que está programado para el 23 de octubre.

Jennifer Rubin, productora sénior de eventos digitales en 70 Faces Media, explica el propósito. “Desde el 7 de octubre, se ha vuelto cada vez más evidente que los autores y narradores judíos, ya sea que escriban con o sin afiliación judía, necesitan un entrenamiento similar para promover su trabajo y llegar a un público más amplio”.

Otro ponente en la cumbre 70 Faces Media será Jonathan Rosen, presentador del podcast The Jewish Lens, quien ha hablado abiertamente sobre los fracasos de la industria editorial infantil en particular. “Antes del 7 de octubre, siempre se decía: ‘Queremos ser inclusivos con todos, pero no contigo’”, señala. “Después del 7 de octubre, la situación se ha vuelto desagradable y vil, con ‘pruebas de pureza’ diarias: denuncien a los de su clase, o serán parias y se enfrentarán a la excomunión”. La conclusión de Rosen es que los escritores judíos deben dejar de pedir inclusión y, en cambio, construir sus propias instituciones. “Cuando alguien te diga constantemente que no eres bienvenido, no le ruegues. Haz lo tuyo y mejóralo”.

Miri Pomerantz Dauber, del Consejo del Libro Judío (JBC), afirmó en una conferencia de escritores a la que asistí a principios de este año que el JBC no intenta combatir directamente el antisemitismo en el sector editorial, sino sortearlo demostrando que los libros judíos pueden ser una decisión empresarial acertada. Si se cancela un evento literario, ayudan al autor a encontrar otro espacio. Destacan la cuota de mercado que tienen los títulos judíos. Dauber afirma que la respuesta más importante que podemos ofrecer es demostrar que los judíos siguen escribiendo libros y, lo que es igual de importante, que los judíos (y otras personas) siguen comprándolos.

La incertidumbre en torno al Premio Giller en Canadá ilustra los riesgos de tratar a las voces judías como algo desechable. Tras los boicots y protestas contra sus patrocinadores corporativos por sus vínculos con Israel, el premio literario más prestigioso del país despidió a patrocinantes de larga data, pero hasta la fecha no ha conseguido sustitutos estables. Sin nueva financiación, el premio que en su día destacó lo mejor de la literatura canadiense podría no sobrevivir.

Ese dilema —si quedarnos y luchar por un espacio en los foros tradicionales o construir el nuestro propio— ha estado presente en todas las conversaciones de la comunidad literaria judía desde el 7 de octubre de 2023. Lo que me inspira optimismo, por primera vez en casi dos años, es ver cuántos escritores están eligiendo el segundo camino: eludir a los “guardianes” y lanzar nuevas publicaciones, conferencias y plataformas que afirman la identidad judía en lugar de borrarla.

La enorme profundidad de la creatividad y el compromiso que se muestra sugiere que, incluso si nos excluyen en otros ámbitos, somos más que capaces de construir algo duradero por nuestra cuenta.

Dreifus comenta que una de sus colegas lo expresó mejor: “Nos extrañarán cuando nos hayamos ido”.

*El autor, Howard Lovy, es un escritor y editor de libros residente en Michigan, especializado en temas judíos.
Fuente: The Algemeiner (algemeiner.com).
Traducción Sami Rozrnbaum, Nuevo Mundo Israelita.

 
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