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| miércoles octubre 8, 2025

El 7 de octubre cambió mi vida


El 7 de octubre cambió mi vida. Nunca volveré como judía a ser la que era.
Hija de inmigrantes perseguidos y esposa de un alemán judío también perseguido por el antisemitismo, todos sus relatos confesados anidaron en mí. Lo escuchado fomentó mi activismo comunitario y mi sionismo. La existencia de Israel fue un canto de esperanza y realidad para volver a ser judíos libres, con una tierra, un idioma y una bandera y a pesar de lo burlado sigue siendo el faro del mundo.

El ataque de una horda de criminales preparados para matar burló la existencia de un país, la alegría de celebrar la paz y mofarse de ella, ahogó la música con sangre y cadáveres, violó a mujeres libres, asesinó a hombres, degolló a niños, terminó con los ancianos y dejó montañas de muertos.

A partir del 7 de octubre me volví extremadamente desconfiada de todo y de todos al ver la reacción del mundo, de estar atenta a los comentarios de mi entorno, leer y analizar la prensa, escuchar a periodistas e indignarme con las organizaciones internacionales. Siempre supe de personas a favor de Israel y de antisionistas, pero la presencia de reporteros de medios importantes en el frente de Hamás para filmar el asesinato fue el colmo porque más vale la noticia que la vida.

En mi andar de mujer democrática acepté los desafíos de pensamientos, pero al estallar el crimen organizado por Hamás estalló también el huevo de la serpiente que rompió la cáscara de la aparente corrección de la convivencia o tolerancia, palabra que aborrezco. Fue un segundo en el que todo cambia y cambió. Fue como un terremoto, un tsunami, un incendio, una explosión nuclear, un volcán en erupción, fue un asalto a una fiesta para convertirlo en un reguero de muerte. La similitud ante lo imprevisto de los fenómenos de la naturaleza fue copiada por Hamás al servicio del horror y el odio. Fueron magistralmente preparados sobre y bajo tierra entremezclados con los palestinos para camuflarse, guardar armas, lanzar cohetes, esconder pertrechos en jardines de infante, cunas e incubadoras, armar cinturones explosivos para niños y mujeres. Cavaron túneles a través del territorio de Gaza con la mejor tecnología y montaron comandos bajo tierra como animales sedientos de sangre.

A partir del 7 de octubre lo único que me preocupa a cada instante es ver a los secuestrados liberados. A dos años de su cautiverio pienso en ellos, lloró en secreto, espero novedades a cada instante y me enorgullece pertenecer a un pueblo que tiene un ejército que demuestra al mundo el arsenal que era Gaza. Un ejército que avanzó y sigue adelante a un alto costo de vidas. Los soldados en acción están preparados para la lucha y se encuentran con terroristas de Hamás y palestinos por un sueldo dispuestos fanáticamente a matar o morir, educados por una religión extremista y el paraíso prometido. En cada redada se toparon con una población comprometida con el poder y temerosa, obsecuente. Al adentrarse en Gaza el mundo pudo ver el terrible empobrecimiento de su población desprotegida por haber utilizado el dinero de ayuda internacional para la red de túneles y armamento. A partir del 7 de octubre la inutilidad de la ONU y demás internacionales organizaciones pusieron sobre la mesa de sus estrados su carnet de antisemitismo y antisionismo. Los mismos que han demostrado el espanto que les produce que Israel se defienda y que haya convertido a Gaza en ruinas, las mismas que los terroristas quisieron y quieren hacer de Israel, los mismos que callan la culpabilidad de los terroristas que planificaron condenar a los palestinos en sus secuestrados hambrientos y e indefensos para provocar la misericordia del mundo. Los mismos que han declarado en los foros la parcialidad de los Derechos Humanos para los que padecen y no a los autores de su tragedia. Nada le es perdonado al único país judío del mundo. La actitud de indiferencia es igual a la que asumió la Humanidad ante la Shoá. Así volví a repetir la frase “Nada nuevo bajo el sol” porque el “Nunca más” volvió con “Otra vez” vez, pero desde 1948 con judíos libres con un país, un ejército y cúpulas de hierro para defenderse y defender a los judíos de la diáspora.

El mundo sentado en cómodos sillones mira por televisión las manifestaciones contra Israel que suman xenófobos, intelectuales de izquierda de salón, los derechistas fascistas y los musulmanes que huyeron de sus países a buscar el progreso europeo.

El 7 de octubre del 2023 volvió el fantasma del nazismo con su máquina de matar judíos con variaciones de crueldad, deshumanización y condenas por parte de los terroristas islámicos. Volvieron las imágenes de horror, de muertos, de heridos, de masacrados y de secuestrados.

Luego se supo de las denigrantes condiciones en las que tenían y tiene a los secuestrados en los guetos llamados túneles, con igual provisión de porciones miserables de comida, torturados física y moralmente y custodiados por encapuchados y armados como los guardias en los campos de concentración.
En los primeros días después del 7 de octubre circuló un video con niños enjaulados exhibidos ante la burla, risas y curiosidad en un mercado atestado de gente. Se dijo que eran niños judíos arrancados a sus padres cuando los terroristas invadieron sus hogares en el sur de Israel. Todo era posible después de masacrar a madres delante de sus hijos, mandato que los asesinos obedecieron al ensañarse con las mujeres para que no fueran semilla germinal de continuidad judía. Así los mostraban sumándose al espanto de lo sucedido. Y acaba de darse la información que Yarden Bibas, rehén en Gaza capturado aquel nefasto día, estuvo aislado en una jaula para animales. El castigo fue ser judío y asesinar a su esposa e hijos por serlos.

Nada nuevo bajo el sol después de la Shoá. La práctica del sadismo es vieja como el tiempo. Hubo a fines del siglo XIX zoológicos humanos en Europa, cuando fueron llevados etnias originarias americanas para ser exhibidos en exposiciones vivientes a indios salvajes de la etnia kawésqar del extremo sur de Sudamérica. El que organizó ese espectáculo circense fue el alemán Carl Hagenbeck, un traficante de vidas humanas y fundador del zoológico de Hamburgo. Con su soberbia y supremacía blanca sobre el indígena fue un científico racista al clasificar a esos pueblos de atrasados e inferiores, racismo antecesor de los genocidios y holocaustos del siglo XX y el XX, que estamos viviendo.
El mundo ciego, sordo y mudo ante todo lo visto y oído sobre las atrocidades cometidas por Hamás sigue defendiendo a los terroristas criminales porque el antisemitismo es un veneno que sigue contaminando a los que prefieren a los asesinos a los condenados.

Desde el 7 de octubre soy otra y luchadora de la palabra como arma para defender mi ser judía. Me abrazo al abrazo colectivo y enciendo una vela en mi corazón por la paz y los secuestrados.

 
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