¿Un Proyecto Manhattan Para Israel?

Después de dos años de combates, las fuerzas armadas de Israel han logrado imponer su superioridad militar en Oriente Medio en 2025, peleando en siete frentes de guerra al mismo tiempo; contra Irán, contra Hezbolá, contra Hamas, contra los Houtíes del Yemen, contra las milicias chiitas de Iraq y contra diversas milicias sirias. En paralelo, según la IA, el número de personas que  han participado en demostraciones contra Israel globalmente, se puede estimar en millones.

La guerra más larga del Estado de Israel, ha estado precedida por victoria en la Guerra Árabe -Israelí de 1948, por la victoria en la Guerra del Canal de Suez en 1956, por la victoria en La Guerra de los Seis Días de 1967, por la victoria en la Guerra del Yom Kipur de 1973, por la Guerra del Líbano de 1982,por  la Primera Intifada 1987-1993, por la Segunda Intifada 2000-2005, por la Guerra del Líbano de 2006, y por numerosas operaciones a gran escala en Gaza contra los terroristas de Hamas, desde 2008 a 2021.

Todos los seres humanos y todos los animales somos MAQUINAS DE SUPERVIVENCIA (Richard Dawkins dixit) y tratamos de sobrevivir por todos los medios a las amenazas que nos acechan. Pero, la evolución cultural, específicamente humana, ha sofisticado este instinto animal, de una manera especialísima y sobresaliente, en el caso del pueblo judío, como lo puede constatar cualquier observador imparcial de los avatares del Estado de Israel, que formaron en 1948 los supervivientes del Holocausto.

Una década antes de la formación del Estado de Israel, hacia el año 1939 un grupo de judíos perseguidos en Europa, y refugiados en EE.UU., se coordinaron en una iniciativa política y científica insólita, que convirtió a los Estados Unidos de América en la primera potencia nuclear del mundo, a resultas de lo cual, hoy sigue siendo la primera potencia del planeta.

Este grupo de científicos judíos excepcionales estaba formado, entre otros, por Albert Einstein, Leo Szilard, Eugene Wigner, Eduard Teller, Robert Oppenheimer, John von Neumann, Victor Weisskopf, Hans Bethe, Lise Meitner, y Niels Bohr.   Pero correspondió al mas famoso de todos ellos, a Albert Einstein la increíble proeza de acceder hasta el Presidente Roosevelt y convencerlo de la necesidad de EE.UU. de desarrollar, la, hasta el momento desconocida, arma atómica. Como cuenta Walter Isaacson, la revista Time llego al extremo de atribuir a Albert Einstein, tanto la iniciativa política que desembocó en el proyecto Manhattan, como, y esto es lo más crucial: el origen intelectual de la bomba en la ecuación E=mc². Según la ecuación de Einstein, la masa (m) de un cuerpo multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado (c2) es igual a la energía cinética (E) de ese cuerpo. Al definir la fuente de la energía como la masa e inferir que puede ser liberada a través de un átomo dividido, Einstein nos proporcionó la clave de la bomba atómica.

Los científicos excepcionales, que hicieron posible el Proyecto Manhattan, citados en el párrafo anterior, fueron primera o segunda generación de judíos asimilados. Es decir, familias que habían optado por una aproximación unilateral a sus sociedades de acogida (Alemania, Rusia, Hungría, Austria, Francia Gran Bretaña, EE.UU.), para hacerse perdonar su condición de judíos. Y aunque la creatividad de todos ellos tiene mucho que agradecer a la ambivalencia y disonancia de la condición de asimilado, los productos de su creatividad apátrida fueron a parar a las grandes potencias surgidas de la Segunda Guerra Mundial; EE.UU., URSS, Gran Bretaña y Francia.

El estado hebreo creado en 1948 solo pudo obtener de los judíos asimilados del Proyecto Manhattan las migajas, que afortunadamente, los primeros ministros franceses Guy Mollet y Bourgés-Maunoury, facilitaron a Israel en 1957, para el acceso a la tecnología de las armas nucleares.

¿Por qué un grupo de científicos judíos excepcionales? ¿Cuál fue el ecosistema de la creatividad de estos apátridas? ¿Dónde reside el genio judío?; No es la inteligencia, no es la genética, no es el dolor físico. Es en el “dolor psicológico”, acumulado a lo largo de vidas individuales atrapadas en una identidad amenazada, es el efecto paradójico del antisemitismo. Albert Einstein fue el único alumno judío del colegio católico Peterschule de Múnich, donde sufrió años de bullying diario de sus compañeros antisemitas. En la imaginación de aquel niño judío acosado comenzó la fantasía de la formula E=mc².

Hay actualmente en el mundo aproximadamente 16 millones de judíos, como en 1939, antes del holocausto nazi. Y es probable que, el “dolor psicológico” acumulado por estos dieciséis millones de seres humanos, sea muy similar al de entonces, debido al efecto multiplicador de la interconexión brutal que vivimos en el siglo XXI. Es muy probable que la atrocidad cometida por Hamas el 7 de octubre de 2023, y las multitudinarias concentraciones antisemitas que han recorrido el mundo, reverbere en los cerebros de los judíos con más fuerza que el Holocausto. Y no hay ninguna razón sociológica de peso, para pensar que una réplica de los “científicos excepcionales” del proyecto Manhattan, no se esté desarrollando ahora mismo en el amplio universo formado por dieciséis millones de judíos, aunque a título individual todavía no sean conscientes de ello.

Si el armazón institucional del Estado de Israel proporcionara a un “grupo de científicos excepcionales”, un apoyo equivalente al que el Presidente Roosevelt dio al Proyecto Manhattan en 1939, Israel estaría en el camino de convertirse en una Superpotencia al mismo nivel que EE.UU. y Rusia. Para ello los “científicos excepcionales”, bien cargados de pensamiento divergente, tendrán que aflorar un nuevo paradigma para las ADM, en el sentido que le dio Thomas Kuhn en el libro Las Revoluciones Científicas, y hacer una cosa nueva muy difícil, no prevista por el autor; hacerlo KOSHER.

En el Proyecto Manhattan, Franklin Delano Roosevelt, nos enseñó que LA VOLUNTAD ES EL DESTINO, y en 2025 Israel tiene que  entender, que hay que aprovechar la ventana de oportunidad de Donald Trump (bendito sea) para, “rompiendo paradigmas”, dotarse de un arma  única y revolucionaria, capaz de garantizar décadas de disuasión, no solo al Estado de Israel, sino al SEPARATISMO SOCIAL JUDIO, que es en definitiva el invento judío del EL DERECHO A LA DIFERENCIA, amenazado por los millones de personas que según la IA, se han manifestado globalmente contra Israel, desde octubre de 2023.

El judaísmo nunca ha sido proselitista, pero el sionista Ben Gurion tuvo la estúpida idea de hacer de Israel un estado como los demás en el concierto de las naciones.  Para emular al Franklin Delano Roosevelt de 1939, Israel en 2025 debe primero de asumir, que no es un estado como los demás, y a continuación poner los medios institucionales necesarios para buscar de entre los dieciséis millones de judíos del mundo, aquellos que van a emular a los “científicos excepcionales” del Proyecto Manhattan.

Según la Inteligencia Artificial, el número de antisemitas que se han manifestado contra Israel globalmente desde el inicio del conflicto en octubre de 2023 se puede estimar en millones de personas. ¿Qué va a ser de ellas ahora, tras la paz de Donald Trump? El odio tiene y ha tenido históricamente una función importantísima en la cohesión de los grupos humanos. Sin el odio (a los otros) los grupos humanos corren el riesgo de desintegración. Como demostró sobradamente Mein Kampf, las personas a menudo producen profecías autocumplidas, en la medida en que intentan que sus historias se hagan realidad, y el poder destructivo de la imaginación puede ser devastador. De ahí la necesidad de Israel, de ir más allá de “imponer la superioridad militar en siete frentes al mismo tiempo”, y de dotarse de ADM, únicas y revolucionarias, que le proporcionen una capacidad de disuasión similar a la de EE.UU. y Rusia.

Fernando Alvarez-Barón Rodríguez

Version En Ingles

A MANHATTAN PROJECT FOR ISRAEL?

Fernando Alvarez-Barón Rodríguez

After two years of fighting, the Israeli armed forces have managed to impose their military superiority in the Middle East in 2025, fighting on seven fronts at the same time: against Iran; against Hezbollah; against Hamas; against the Houthis of Yemen; against the Shiite militias of Iraq; and against various Syrian militias. In parallel, according to AI, the number of people who have taken part in demonstrations against Israel globally is estimated to be in the millions.

The State of Israel’s longest war was preceded by victory in the 1948 Arab–Israeli War, by victory in the 1956 Suez Crisis, by victory in the 1967 Six-Day War, by victory in the 1973 Yom Kippur War, by victory in the 1982 Lebanon War, by victory in the First Intifada 1987-1993, by victory in the Second Intifada 2000-2005, by victory in the 2006 Lebanon War, and by numerous large-scale operations in Gaza against Hamas terrorists between 2008 and 2021.

All human beings and all animals are SURVIVAL MACHINES (as Richard Dawkins said) and we use all means to try and survive the threats that lie in wait for us. However, cultural evolution—specifically human evolution—has honed this animal instinct in a very special and distinctive way in the case of the Jewish people, as any impartial observer of the vicissitudes of the State of Israel—formed in 1948 by Holocaust survivors—can attest.

A decade before the formation of the State of Israel, in around 1939, a group of Jews persecuted in Europe and refugees in the United States coordinated an unusual political and scientific initiative that made the United States of America the world’s leading nuclear power, as a result of which it remains the leading power on the planet today.

This group of exceptional Jewish scientists was made up of, among others, Albert Einstein, Leo Szilard, Eugene Wigner, Eduard Teller, Robert Oppenheimer, John von Neumann, Victor Weisskopf, Hans Bethe, Lise Meitner, and Niels Bohr.  But it was the most famous of them all, Albert Einstein, who performed the incredible feat of reaching out to President Roosevelt and convincing him of the need for the United States to develop the— previously unknown—nuclear weapon. As Walter Isaacson recounts, Time magazine went so far as to attribute to Albert Einstein both the political initiative that led to the Manhattan project and, most crucially, the intellectual origin of the bomb in the equation E=mc². According to Einstein’s equation, the mass (m) of a body multiplied by the speed of light squared (c2) is equal to the kinetic energy (E) of that body. By defining the source of energy as mass and inferring that it can be released through a split atom, Einstein provided us with the key to the nuclear bomb.

The exceptional scientists who made the Manhattan Project possible, cited in the previous paragraph, were first- or second-generation assimilated Jews. In other words, families who had opted for a unilateral approach to their host societies (Germany, Russia, Hungary, Austria, France, Great Britain, USA) to earn forgiveness for their status as Jews. And although the creativity of all of them has much to thank for the ambivalence and dissonance of the assimilated condition, the products of their stateless creativity went to the great powers that emerged from the Second World War: USA, USSR, Great Britain, and France.

The Hebrew state created in 1948 could only obtain leftovers from the assimilated Jews of the Manhattan Project, which—fortunately—French Prime Ministers Guy Mollet and Bourgès-Maunoury provided to Israel in 1957 for access to nuclear weapons technology.

Why a group of exceptional Jewish scientists? What was the creative ecosystem of these stateless people? Where does the Jewish genius reside? It’s not in intelligence, it’s not in genetics, it’s not in physical pain. It’s in the «psychological pain» accumulated in individual lives trapped in a threatened identity where the paradoxical effect of anti-Semitism lies. Albert Einstein was the only Jewish student at the Catholic school Peterschule in Munich, where he suffered years of daily bullying from his anti-Semitic classmates. The imagination of that harassed Jewish child was the source of the fantasy of the formula E=mc².

There are approximately sixteen million Jews in the world today, as there were in 1939 before the Nazi Holocaust. And it is likely that the «psychological pain» accumulated by these sixteen million human beings is very similar to that of the past, due to the multiplying effect of the brutal interconnection that we are experiencing in the twenty-first century. The atrocity committed by Hamas on October 7, 2023, and the massive anti-Semitic rallies that have swept the world will most likely reverberate in the brains of Jews more deeply than the Holocaust. And there is no compelling sociological reason to think that a replica of the «exceptional scientists» of the Manhattan project is not developing right now in the vast universe made up of sixteen million Jews, even if they are not yet individually aware of it.

If the institutional framework of the State of Israel were to provide a «group of exceptional scientists» with support equivalent to the support that President Roosevelt gave to the Manhattan Project in 1939, Israel would be on the way to becoming a superpower on the same level as the US and Russia. To do this, the «exceptional scientists», full of divergent thinking, will have to bring out a new paradigm for WMDs, in the sense that Thomas Kuhn gave it in the book The Structure of Scientific Revolutions, and do a very difficult new thing, not foreseen by the author: make it KOSHER.

In the Manhattan Project, Franklin Delano Roosevelt taught us that WILL IS DESTINY, and in 2025 Israel has to understand that it must harness the window of opportunity of Donald Trump (God bless him) to «break paradigms» and equip itself with a unique and revolutionary weapon, capable of guaranteeing decades of deterrence, not only to the State of Israel, but to JEWISH SOCIAL SEPARATISM, which is ultimately the Jewish invention of the RIGHT TO DIFFERENCE, threatened by the millions of people worldwide who—according to AI—have been demonstrating against Israel since October 2023.

Judaism has never been proselytizing, but the Zionist Ben Gurion had the stupid idea of making Israel a state like the others in the concert of nations. To emulate the Franklin Delano Roosevelt of 1939, Israel in 2025 must first assume that it is not a state like any other and then implement the necessary institutional means to find among the sixteen million Jews in the world those who are going to emulate the «exceptional scientists» of the Manhattan Project.

According to Artificial Intelligence, the number of anti-Semites who have demonstrated against Israel across the world since the start of the conflict in October 2023 can be estimated at millions of people. What will become of them now, after Donald Trump’s peace? Hatred plays and has historically played a very important role in the cohesion of human groups. Without hatred (of others), human groups run the risk of disintegration. As Mein Kampf amply demonstrated, people often produce self-fulfilling prophecies, as they try to make their stories come true, and the destructive power of the imagination can be devastating. Hence the need for Israel to go beyond «imposing military superiority on seven fronts at the same time» and to equip itself with unique and revolutionary WMDs that provide it with a deterrence capacity similar to that of the US and Russia.

Fernando Alvarez-Barón Rodríguez