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| miércoles octubre 29, 2025

Los infiltrados

Alejo Schapire/Seul.ar


Francia, sacudida por dos best-sellers que muestran la colusión antisemita entre la izquierda identitaria y el integrismo islámico.

Les complices du mal
Omar Youssef Souleimane
Plon, 2025
208 páginas, €14,99 (kindle)
Les nouveaux antisémites: Enquête d’une infiltrée dans les rangs de l’ultragauche
Nora Bussigny
Albin Michel, 2025
256 páginas, €14,99 (kindle)

Vengo de un mundo en el que la palabra ‘judío’ es un insulto. Donde ‘no soy judío’ es una frase habitual para defenderse de ser tacaño, mentiroso o estafador. En Siria, cuando alguien se muestra cruel, se le explica, para defender a su víctima, que ‘incluso si fuera judío, le hablarías mejor’». El que escribe es Omar Youssef Souleimane, 38 años, refugiado sirio en Francia, en las primeras líneas de su investigación Les complices du mal (Los cómplices del mal). Su libro encabeza hoy las ventas en Amazon Francia. Sin embargo, el ensayo pudo haber naufragado antes de llegar a las librerías, ya que tres semanas antes de su lanzamiento, el partido de Jean-Luc Mélenchon, La Francia Insumisa, intentó obstaculizar sin éxito ante la justicia su comercialización. El motivo: este escritor y periodista del semanario L’Express se infiltró en las filas del movimiento de izquierda radical y sus aliados fundamentalistas musulmanes para contar, desde adentro y sin necesidad de traducción, la trama de la alianza entre el principal partido de izquierda y el fundamentalismo islámico.

El trabajo de inmersión de Souleimane, que mamó bajo el régimen de Bashar Al-Assad un discurso antisemita unificador nacional basado en el odio a Israel, hace juego con otra investigación que también lidera hoy las ventas en librerías: Les Nouveaux Antisémites: Enquête d’une infiltrée dans les rangs de l’ultragauche (Los nuevos antisemitas: investigación de una infiltrada en las filas de la extrema izquierda), firmada por la periodista franco-marroquí Nora Bussigny, de 29 años.

Souleimane, quien descubrió en París que los judíos no eran los monstruos que le habían hecho creer, ofrece la mirada privilegiada de quien creció en la cultura árabe-musulmana para exponer el componente islamista. Bussigny, por su parte, conoce al dedillo la izquierda identitaria francesa y el wokismo, a los que consagró su libro anterior Les Nouveaux Inquisiteurs (Los nuevos inquisidores) y en sus crónicas en el semanario Le Point. Se trata entonces de dos enfoques complementarios que retratan una coalición que parece contra natura.

Perreando por Hamás

Cada uno por su lado, los periodistas se hicieron pasar por militantes para recorrer de incógnito las manifestaciones propalestinas, redes sociales y asistir a juicios de islamistas por apología del terrorismo. Bussigny se disfrazó con todo tipo de atuendo, pero se negó al velo islámico, «que mis ancestros quisieron quitárselo o se negaron a llevar», empezando por su madre marroquí. Durante más de un año, se mezcló con activistas en las calles, en las universidades más elitistas de Francia, Bélgica y Estados Unidos, particularmente en Columbia; aplaudió «con multitudes histerizadas con la apología del terrorismo», gritó «genocidio», interrogó a cientos de militantes, de estudiantes judíos y no judíos, profesores, para tratar de responder a una pregunta: ¿qué se esconde detrás de una instrumentalización de la cuestión palestina por los militantes políticos de la ultraizquierda?

«Desde hace años, la ultraizquierda machaca su anhelo de ver una convergencia de las luchas. Un período bisagra que conseguiría unir antifascistas, organizaciones islamistas, militantes LGBT, estudiantes y feministas decoloniales… Desde el 7 de octubre de 2023, su loca esperanza se ha consolidado», analiza Bussigny. Así, desde el peor pogrom desde la Segunda Guerra Mundial, «se puede ver a islamistas sentados junto a feministas ‘revolucionarias’ en una sala municipal o a militantes LGBT ‘perreando’ en marchas de apoyo a Hamás en las calles de París». Todos, aglutinados por ese enemigo común del que habla George Orwell, que acá «se llama el judío, o más bien el ‘sionista’». En otras palabras, toda la constelación de colectivos «radicalizados», desde el ecologismo ultra al integrismo islámico, activistas por la descolonización, trans extremistas o la izquierda identitaria, encontró en la persecución del judío un denominador común, bajo el mismo paraguas, o en una misma flotilla.

Toda la constelación de colectivos «radicalizados», desde el ecologismo ultra al integrismo islámico, activistas por la descolonización, trans extremistas o la izquierda identitaria, encontró en la persecución del judío un denominador común.

Souleiman, que creció aprendiendo el Corán de memoria y con maestros que colectaban dinero durante la Segunda Intifada pidiéndoles «un dólar para matar un judío», indaga desde su experiencia. «Siempre me ha shockeado la presencia de islamistas en Francia. Yo, que vengo de Siria, un país donde éstos manipulan la sociedad, la cultura y a los seres humanos, me pregunto: ‘¿Cómo es posible que en Francia, país de la laicidad, los integristas tengan tanta presencia? ¿Que se aprovechen de la democracia para infiltrar su ideología? Esto no sólo destruye la civilidad francesa, sino también a los musulmanes de Francia. Estos hombres y mujeres, que sólo desean vivir como todo el mundo, se ven atrapados en un discurso comunitario basado en el miedo al otro, ese otro que, en realidad, es su compatriota. Pero lo más inquietante es la alianza entre los islamistas y la extrema izquierda», señala. Y sigue: «Para mí, es simplemente alucinante. En Oriente Medio, el conflicto entre la izquierda árabe y los islamistas se deriva de un profundo contraste entre sus convicciones y sus posiciones. La izquierda árabe adopta proyectos de modernidad y laicidad. A menudo considera la religión como un obstáculo para el progreso, especialmente en lo que respecta a los derechos de las mujeres, la libertad de expresión y la separación entre el Estado y la religión. Los islamistas, por su parte, defienden una visión en la que el islam constituye un sistema global que abarca la vida política, económica y social. Cualquier imán considera las ideas de izquierda como sinónimos de infidelidad, herejía y perversión. Mientras que para la izquierda, el islam no es más que una ideología retrógrada, una de las razones por las que los países árabes no han progresado en años».

Una primera pista que explica esta extraña alianza la encuentra Bussigny el 5 de mayo de 2024 a las dos de la tarde en la Plaza de la República de París. Ese sábado, una manifestación convocada por militantes trans e intelectuales de extrema izquierda para denunciar una supuesta «ofensiva antitrans y de derechos reproductivos», reúne a unas 8.000 personas, pero poco entusiastas mientras repiten las consignas. Peor es la indiferencia de un segundo grupo que, en otro sector de la plaza, se concentra como cada fin de semana con banderas palestinas. Y en un momento dado, en medio de su habitual discurso, la activista trans Sasha Yaropolskaya, del colectivo trotskista Pan y Rosas, deja de hablar de los derechos de minorías sexuales para pedir súbitamente «el fin del genocidio en Palestina». Entonces, toda la plaza estalla unida en gritos de alegría.

La alegría no es realmente de todos. Bussigny consigna la pesadilla para los miembros judíos LGBT. En los encuentros, cuentan, todos dan por sentado que son judíos antisionistas y se sienten habilitados a dar rienda suelta a lugares comunes antisemitas; las aplicaciones de citas como Grindr permiten ahora fijar «sionistas, no» en su perfil. Está, por ejemplo, el trans Saul, que relata cómo amigos activistas le advierten que no hay que «reprochar la masculinidad tóxica» de Hamás para hablar de las violaciones del 7 de octubre.

Bussigny consigna la pesadilla para los miembros judíos LGBT. En los encuentros, cuentan, todos dan por sentado que son judíos antisionistas y se sienten habilitados a dar rienda suelta a lugares comunes antisemitas.

Las feministas judías descubren que el «hermana, yo te creo» no existe para ellas. «Estuve en todas las manifestaciones contra la violencia hacia las mujeres. En todas las marchas contra el racismo, desde que tenía ocho años. Estuve en las manifestaciones por los uigures, estuve en la marcha por el clima. Estuve en el Orgullo. Estuve en la marcha contra la homofobia. Estuve en la manifestación contra los talibanes. Me corté el pelo por Irán. Sin embargo, esta noche, ninguno de mis amigos no judíos estaba ahí para luchar conmigo contra el terrorismo islamista y la masacre de civiles inocentes, la masacre de mi propio pueblo», relata una militante judía.

En la visión woke, que divide el mundo en la dicotomía oprimidos/opresores en función del color de piel, orientación sexual e historia de persecución racial, el judío planteaba un problema. Bussigny lo constató en 2022 cuando, para su libro anterior, se infiltró en una Pride en la que, por su origen marroquí, le asignaron una tarea: separar por color de piel a los manifestantes, poniendo a los «racializados» adelante y a los blancos detrás. La cuestión de dónde debían ir los judíos dividió a la militancia, que terminaría fragmentándose entre identitarios y universalistas. La reacción a las violaciones de Hamás dejó en claro quiénes se impondrían cuando algunas feministas quisieron hablar públicamente de un «femicidio de masa» perpetrado por los terroristas. Entonces, llovieron las acusaciones de «sucia blanca», «sucia sionista». O, como se le escuchó justificar a una feminista: «Hamás no hizo más que responder con su cultura».

Caballo de Troya electoral

El colectivo Nous Vivrons, que surgió para hacer escuchar las voces de las víctimas del pogrom, ha sido acosado y echado de las manifestaciones feministas, en medio de expresiones como «muerte a los judíos». Y lo que se volvió cada vez evidente es que, en estas manifestaciones, aparecían cada vez más barbudos, entre ellos miembros de Samidoun, una organización islamista considerada terrorista en Estados Unidos y Canadá, fachada del movimiento terrorista Frente Popular de Liberación de Palestina.

Esta presencia, que se repite en las marchas, tomas de universidades y concentraciones, demuestra para la reportera que «hay una verdadera infiltración de la corriente islamista en toda la sociedad francesa gracias a la ayuda eficaz, pensada, programada, de la izquierda radical, verdadero caballo de Troya del antisemitismo». La infiltración pasa también por la retórica. Los comunicados de la izquierda radical empiezan a adoptar violentas expresiones características de los discursos islamistas, mientras los integristas musulmanes se expresan cínicamente en «lenguaje inclusivo». Nota aparte merece cómo Bussigny logra ser reclutada por el movimiento islamista Urgence Palestine para redactar y corregir un grupo de entradas de Wikipedia para «la causa».

Souleiman se convierte en la segunda parte de su ensayo en lo que los wokes describirían peyorativamente como un native informant: decodifica las expresiones antisemitas y alusiones a textos religiosos que los dirigentes de izquierda —la llama «izquierda halal«— retuitean en las redes sin conocer realmente lo que significan. El periodista también establece pedagógicamente la genealogía del antisemitismo en los países árabe-musulmanes, desde los textos religiosos a sus encarnaciones políticas: el muftí de Jerusalén pactando con Hitler la destrucción de los judíos y las ramificaciones hasta la actualidad, con organizaciones clandestinas pero poderosas. «Creo que los Hermanos Musulmanes están utilizando a La Francia Insumisa como un caballo de Troya para llegar a la Asamblea Nacional», escribe.

El diagnóstico de los autores es tan pesimista como alarmante. La sociedad liberal se ve atenazada por el islamo-izquierdismo de un lado y el populismo identitario de derecha por otro.

Como Bussigny, Souleiman alerta sobre cómo esta alianza seduce a jóvenes que van a votar por primera vez a partir de 2026, anunciando un futuro oscuro para Francia. Ya obtuvieron una victoria resonante con la elección de la eurodiputada Rima Hassan, de La Francia Insumisa. De origen sirio, esta activista que estimó en una entrevista después del 7 de octubre que Hamás llevaba a cabo un accionar legítimo contra Israel, es conocida como «Lady Gaza». Es su monotema y encarna la apuesta de la izquierda de conquistar el poder a nivel nacional gracias al voto islámico y la cuestión palestina. Funcionó en las últimas elecciones legislativas en Francia, donde el 69% de los votantes musulmanes optaron por el partido de Jean-Luc Mélenchon. No por afinidad en la visión económica y menos aún por las reivindicaciones de las minorías sexuales, sino por oportunismo. Souleiman documenta cómo los islamistas no apoyan a la izquierda por sus valores, que en muchos casos juzgan degenerados y merecedores de la pena de muerte, sino que eligen pragmáticamente al partido que mejor facilita su proyecto de imponer una sociedad islámica en Occidente.

Sociedades atenazadas

El diagnóstico de los autores es tan pesimista como alarmante. La sociedad liberal se ve atenazada por el islamo-izquierdismo de un lado y el populismo identitario de derecha por otro. Los universalistas se encuentran muchas veces paralizados al verse, ante la menor objeción, intimidados por la acusación automática de «fascistas» e «islamofóbicos».

«Tratan así a todos los laicos y universalistas, llegando a monopolizar la representación de la izquierda y olvidándose de ser eficaces contra la extrema derecha, la de verdad, que ella se alimenta de esto. El problema es que a fuerza de encarnizarse contra nosotros, de recibir golpes, un día dejaremos de existir», resume la ensayista y militante lesbiana Caroline Fourest en diálogo con Bussigny.

Las primeras víctimas de esta traición de los progresistas son las personas de origen extranjero que buscan asimilarse a los valores de la patria de Voltaire. Muchas veces llegaron huyendo de una ideología que hoy ven, alucinados, propagarse en Europa. Pero también, y cada vez más, en Estados Unidos (el caso de Zohran Mamdani a punto de ganar la alcaldía de Nueva York es sintomático), y Canadá, de mano de la izquierda.

Por lo pronto, estos dos periodistas empiezan a ser escuchados y no sólo por sus lectores. Esta semana ambos, por separado, fueron invitados por la Asamblea Nacional a exponer «los vínculos entre los movimientos políticos y las organizaciones que apoyen el accionar terrorista y propaguen la ideología islamista».

 

 

 
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