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| domingo noviembre 24, 2024

La vida y las pasiones de un ganador del Premio Nobel


La foto en el tablero de anuncios en su oficina de la Universidad Hebrea lo dice todo. Esta foto fue tomada luego de que anunciaron que el Premio Nobel en Economía del año 2005 sería entregado al Profesor Israel (Robert) Aumann. En la foto aparecían tres generaciones de la familia, 32 personas en total. En el centro, con su larga barba blanca, y con una Kipá blanca, se encontraba el Profesor Aumann de 75 años, sosteniendo un portarretratos que medía un metro y medio de alto con la foto de su amada esposa Esther.

Unas cuantas semanas después, el Profesor Aumann llevó a toda su familia a Estocolmo para la prestigiosa ceremonia de premiación. Además de sus cinco hijos con sus esposas, sus 19 nietos, el esposo de su nieta, sus dos bisnietos, y su hermano, el grupo de los Aumann incluía también a su segunda esposa Batya, la hermana viuda de Esther, con la cual se había casado sólo una semana antes. El hecho de ponerlos a todos en un exclusivo hotel durante diez días a $300 dólares la noche, ciertamente consumió una buena parte del premio de $650,000 (su mitad de los $1.3 millones del premio que compartió con el Profesor Thomas C. Schelling de la Universidad de Maryland), pero obviamente según el sistema de economía interna del profesor Aumann, la unión familiar vale mucho más que eso.

¿Cómo llega una persona a la cima de su carrera sin descuidar a su familia? «Nadie se gana el Premio Nobel sólo por ser inteligente. Tienes que trabajar muy duro», comenta Miriam Aumann Baris, hija del profesor. Su padre definitivamente trabajó muy duro, dedicando 13 horas al día y viajando mucho.

«Mi padre estuvo ausente y era un excelente padre», agregó Miriam. «Cuando estaba aquí, teníamos mucho tiempo exclusivo para nosotros. Nos llevaba a esquiar, a bucear, y a escalar montañas. Todos los viernes en la tarde mientras mi madre cocinaba para Shabat, él nos sacaba a pasear para que no la molestáramos. Él era un esposo increíble».

«Mi padre y mi madre tenían una relación muy especial basada en el amor, el respeto mutuo y el esfuerzo, Miriam recuerda. «Mi madre siempre creyó en él».

Cuando su padre se acostaba en el sofá con los ojos cerrados, su madre callaba a los niños y les decía: «No molesten a Aba (Papá en hebreo). Él está trabajando». Cuando el eminente matemático monopolizaba la bañera y los niños se quejaban, «¿Qué está haciendo Aba allá adentro durante tanto tiempo?», su mamá les decía: «Está trabajando».

Su increíble romance termino después de 45 años cuando Esther murió de cáncer. Una vez que enfermó, su esposo, en la cima de su carrera, canceló todos sus viajes. «La vida se detuvo», recuerda Miriam. «Él estaba con ella constantemente».

El Dr. David Rosen, yerno del profesor, recuerda a su suegro sentado durante horas fuera de la oficina del doctor para hacerle preguntas sobre el tratamiento de Esther. «Él estaba dispuesto a hipotecar todo lo que tenía con tal de curarla».

Desgraciadamente, Esther falleció hace seis años. «Él estaba destrozado cuando murió», recuerda David. «Él pensó que iba a morir de tristeza, que no podría vivir sin ella».

La perseverancia, sin embargo, es uno de los rasgos fundamentales del profesor. Él es un ávido escalador de montañas, se ha caído y se ha roto su pierna tres veces. La primera vez, hace 30 años en el Valle de Yosemite, los integrantes del equipo de rescate observaron al magullado escalador y le dijeron, «Esperamos que esto no te detenga». Israel Aumann, muy adolorido, respondió a través de su mandíbula apretada, «No se preocupen. No pasará».

Después de otro accidente, su hijo Shlomo le dijo: «Todavía quedan muchas montañas dentro de ti». Ciertamente, las había.

Un Hombre De Muchos Amores

El Profesor Aumann se retiró oficialmente hace cinco años, pero, a los 75, él continúa su romance con sus cuatro amores: la teoría de juegos, su familia, la naturaleza, y la Torá. Él todavía enseña tres clases en la Universidad Hebrea, recoge a sus nietos del jardín infantil y los lleva a su casa cuando sus padres están ocupados; esquía, hace caminatas, escala algunas de las montañas más hermosas del mundo; y estudia Torá regularmente con el mismo compañero de estudio que ha tenido durante los últimos 30 años.

Cuando sus nietos llegan a la edad de 14 años, él los lleva a un viaje por las Sierras en Nevada o a las junglas de Sudamérica o a Nepal, para compartir con ellos su propio reconocimiento de las maravillas de Dios. Juntos, ellos montan a caballo en la selva, acampan, y escalan montañas. Hace cinco años, el profesor de 70 años de edad llegó al punto más alto de su vida: La Montaña Kala Patthar en los Himalayas que mide 5.545 metros de altura.

Para el bar/bat mitzvá de cada nieto, el Profesor Aumann regala un Talmud completo. Él les dice: «Te regalo esto si me prometes que en unos años no se va a ver así de nuevo como se ve ahora». Una vez su hijo regaño a uno de sus nietos por estar comiendo sobre sus libros. El erudito abuelo objetó: «Come sobre tu libro, bebe sobre tu libro, vive sobre tu libro».

Las excursiones del profesor a la naturaleza también son expediciones hacía la palabra y hacia las maravillas de Dios. Su nieta Shani cuenta que mientras ellos estaban en la selva, su abuelo se detenía al llegar a la quebrada de un río y les explicaba desde un punto de vista matemático y natural porque el río cambiaba su curso y se dividía. Y luego lo relacionaba todo con alguna lección de la parashá de la semana.

El Profesor Aumann es un conocedor del mundo, él conecta todo con su fuente Divina. Él es también un conocedor de vinos, cuando trae a la mesa una botella de vino de mejor calidad recita la bendición, «Él es bueno, y hace el bien». Esta fue la bendición que recitó públicamente frente a 1,400 invitados mientras hacía un brindis en el banquete real después de la ceremonia del Premio Nobel.

Torá Y Sionismo

Israel Aumann nació en una familia judía ortodoxa en el año 1930 en Alemania. En el año 1938, los Aumann escaparon a los Estados Unidos, donde Israel estudió en una yeshivá. Él le da los créditos a su maestro de matemáticas de la yeshivá, Joseph Gansler, quien fue el primero en despertar su interés por la materia.

«En cuanto al lado religioso», declaró el profesor Aumann en una entrevista, «el profesor que más me influenció fue el Rav Shmuel Warshavchik… Él me atrajo a la belleza del estudio del Talmud y a la hermosura de la observancia religiosa. El entusiasmo y la intensidad de Rav Warshavchik – el fuego en sus ojos – encendieron un fuego dentro de mí también.

Durante un tiempo, el joven Aumann debatía entre convertirse en un erudito del Talmud o en un matemático. Durante todo un semestre, él corría de la yeshivá a la universidad local. «Después de un tiempo fue demasiado para mi, y tomé la difícil decisión de dejar la yeshivá y estudiar matemáticas».

Luego de recibir su doctorado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, hizo un programa de post-doctorado en Princeton. En 1956, ya era tiempo de lanzar su carrera. El Dr. Aumann aplicó a varias posiciones en Estados Unidos y a una posición en Israel, en la Universidad Hebrea de Jerusalem.

«Me ofrecieron el trabajo aquí (en la Universidad Hebrea) y también varios trabajos en Estados Unidos. Yo dudé mucho entre tomar el trabajo en Israel o tomar el trabajo en los Laboratorios de Bell Tel en Nueva Jersey, finalmente tomé el trabajo en Bell Tel. Esa misma noche, supe que había cometido un error». Pensé que si alguna vez iría a vivir a Israel, debía ser ahora. No debía posponerlo. La mañana siguiente llamé y les dije, «Miren, acepté el trabajo y soy un hombre de palabra, así que cumpliré. Pero la ley de la esclavitud fue abolida con la enmienda número 13. Así que trabajaré para ustedes durante un año, luego mi obligación habrá terminado, y me mudaré a Israel». Ellos me dijeron, «Aumann, no tienes ningún compromiso con nosotros. No tienes que venir a trabajar si no quieres».

¿Por qué el prometedor joven matemático escogió ir a Israel, un país en guerra que en ese momento tenía tan sólo 8 años de existencia?

«Hice Aliá porque este es un sueño que el pueblo judío ha soñado durante miles de años, y yo quería ser parte de ese sueño».

No ha sido fácil. En 1982, el hijo mayor de los Aumann, Shlomo, falleció mientras servía en el ejército israelí durante el combate contra los sirios.

«No tuvimos una crisis de fe en ese momento. Nosotros estábamos tremendamente orgullosos de él. Nos dimos cuenta que para eso lo habíamos traído al mundo. Israel no es un lugar fácil para vivir. Muchas personas pierden sus vidas aquí. Cuando te pasa a ti, no es diferente de cuando le pasa a otra persona… Esto es parte del precio que pagamos por vivir en Israel».

La Raíz De La Integridad

En el mundo de los negocios, la gente roba dinero. En el mundo académico, la gente roba ideas. Uno de los rasgos sobresalientes del profesor es su escrupulosidad para dar crédito a las demás personas, ya sean profesores, colegas, hasta estudiantes. En una conferencia de prensa en el día que se anunciaron los ganadores del Premio Nobel, el Profesor Aumann sorprendió a todos al declarar que el premio debió haber sido para otra persona: «Lloyd Shapley de UCLA. se lo merecía, y debió haber ganado. Yo lo veo como el sumo sacerdote de la teoría de juegos».

El Profesor Aumann aprendió el concepto de «propiedad intelectual» de la Torá.

«Hubo una época, hace 15 ó 20 años atrás, en donde robar software era aceptado por mucha gente, incluyendo muchos académicos. Había un software que yo necesitaba, y estaba preguntándome como podía «conseguirlo» – haciendo una copia falsificada que los creadores del software no permiten. Luego me dije a mi mismo, ¿por qué tienes que preguntarte estas cosas? Tú eres una persona religiosa. Ve donde tu rabino y pregúntale. Entonces fui donde mi rabino – un sobreviviente del holocausto, una persona muy renombrada y piadosa (Rav Gustman). Quizás haya una regla en el Talmud que diga que la propiedad intelectual no es realmente propiedad. Lo que sea que me diga, así haré. El rabino dijo, «Está absolutamente prohibido hacer esto». Entonces compré el software».

El Profesor Aumann es una persona creyente, el cree firmemente que Dios entregó la Torá al pueblo judío en el monte Sinai, de esta manera, él ha tomado las decisiones más difíciles de su vida basándose en los principios de la Torá.

«Puedes ser una persona moral, pero la moral muchas veces está equivocada. La religión en cambio – por lo menos la mía – es una especie de fuerza, es una forma de compromiso para comportarnos de cierta manera, lo cual es bueno para el individuo y bueno para la sociedad».

Religión Y Racionalidad

En una conferencia de prensa en la Universidad Hebrea antes de partir a Estocolmo a recibir su Premio, el Profesor Aumann se sentó frente a un gran letrero azul que decía, «EL CENTRO DE LA RACIONALIDAD», y contó una historia sorprendentemente irracional: Todos los hombres presentes en la entrega de premios, incluyendo a su nieto de 7 años, deben vestir obligatoriamente trajes con cola (esmoquin, frac) proporcionados por la Fundación Nobel.

Y como la Torá prohíbe usar shatnez (una mezcla de lana y lino en una misma prenda), el Profesor Aumann tuvo que revisar si estas prendas estaban libres de shatnez. Esto implicaba que el Principal rabino de Suecia recogiera uno de estos trajes y lo trajera a Israel, donde podría ser revisado bajo el microscopio en uno de los tantos laboratorios de shatnez de Jerusalem. La revisión reveló que los esmóquines (trajes) tenían shatnez, y un equipo de sastres tuvo que quitarles los hilos de lino.

Más tarde le pregunté al Profesor Aumann: «Shatnez es la antítesis de la racionalidad. ¿Cómo puede usted reconciliar estos dos opuestos?»

«Yo no veo ninguna contradicción entre shatnez y racionalidad», respondió el venerable ganador. «No todo en este mundo tiene que ver con racionalidad. Tú haces toda clase de cosas que son ortogonales».

Para ilustrar el significado de «ortogonal», el profesor se puso de pie y caminó hasta el pizarrón que estaba en la pared opuesta de su oficina. «Si tú tienes una línea», explicó, dibujando una línea verde que apuntaba hacia la derecha, «entonces tu puedes ir en la dirección opuesta», y dibujó una línea marrón que apuntaba hacia la izquierda. «Pero tú también puedes ir completamente en otra dirección», agregó, dibujando una línea morada que subía. «A eso llamamos ortogonal».

Regresando a su puesto, el profesor continúo. «Shatnez no es irracional. No tiene nada que ver con racionalidad. Cuando te sientas a tocar piano, ¿estás haciendo algo racional? ¡No! ¿Estás haciendo algo irracional? ¡Tampoco! Es ortogonal a la racionalidad. El estilo de vida de un judío religioso no es racional o irracional. Es una manera hermosa de vivir».

Para entender la Torá, tienes que entenderla como un todo, no como piezas por separado.

«Shatnez es parte de un gran todo. Es algo que no puedes entender por sí mismo. Si solamente dijera, «No uses una mezcla de lana y lino», no tendría sentido. Pero es parte de un estilo de vida. Y como parte de ese estilo de vida, sí tiene sentido… Para entender la Torá, tienes que entenderla como un todo, no como piezas por separado.

«Si tocas un sólo compás de música y no tocas toda la sonata, seguro que no va a tener ningún sentido. El compás es parte de la sonata, eso sí lo podemos entender».

El mundo pudo dar un vistazo a esa «hermosa forma de vivir» al observar al Profesor Aumann en Estocolmo. Aunque la ceremonia estaba programada para un sábado en la tarde, el corto invierno de Suecia permitió que la familia Aumann atendiera a la ceremonia después del término de Shabat. El sábado en la tarde, todos – los 34 integrantes – caminaron hasta un hotel localizado a 200 metros del Centro de Convenciones de Estocolmo, donde se llevaría a cabo la ceremonia unos minutos más tarde. Apenas terminaron de hacer havdalá (la ceremonia que separa el día de Shabat del resto de los días de la semana) en el hotel, los Aumann corrieron hasta al centro de convenciones, llegando sólo 90 segundos antes de que llegara el Rey Karl XVI Gustaf y cerraran las puertas.

Después de la ceremonia, en el banquete real, toda la familia del Profesor Aumann recibió comida especial kosher en una vajilla nueva con el sello real obligatorio que fue hecho especialmente para ellos. Sus manteles eran completamente nuevos al igual que la cuchillería de plata y los vasos de cristal.

En un mundo donde los judíos tan a menudo sacrifican sus principios religiosos para encajar en la sociedad, podemos estar orgullosos de como sobresale el más noble de los ganadores del Premio Nobel.

http://www.aishlatino.com/a/eyn/65901572.html

Cortesia de Susana Sangero

 
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