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| domingo diciembre 22, 2024

Algunas brigadas alzadas contra Bagdad se rebelan contra la autoridad del líder del IS.

El califato divide a los islamistas

El 'premier' iraquí ofrece una amnistía a los grupos que "recuperen el juicio'


isis

Fuerzas de seguridad iraquíes despliegan una bandera del ISIS durante una patrulla en Dalli Abbas.REUTERS

El califato que esta semana ha instaurado en Irak y Siria el Estado Islámico (IS) – anteriormente ISIS – no es del gusto de todos los musulmanes suníes. Ni siquiera de todos los yihadistas. Consciente de que no todas las facciones alzadas contra su Gobierno comulgan entre ellas, el primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, ofreció este martes una amnistía a todos aquellos grupos armados que «recuperen el juicio».

En su mensaje de proclamación del califato, el IS exigió al 1,6 millar de millones de musulmanes que hay en el mundo juramento de lealtad al nuevo califa y ‘líder de los creyentes’ Abu Bakr Bagdadi. Acto seguido, la organización empezó a presionar para disolver al resto de guerrillas iraquíes rebeldes, algunas cruciales a la hora de lanzar los ataques que permitieron a los extremistas ocupar Mosul y Tikrit hace dos semanas.

Son brigadas como la conocida Orden de Naqshabandia, formadas por ex militares iraquíes, individuos procedentes de tribus suníes y antiguos miembros del partido Baaz de Sadam Husein. Entre los guerrilleros han empezado a surgir críticas debido a que el IS les fuerza a rendir pleitesía a Baghdadi. Y peor, ha dictado que sólo los miembros del Estado Islámico pueden portar armas.

«No juraremos fidelidad y no entregaremos nuestras armas», declara a la cadena británica BBC uno de los rebeldes alzados contra Maliki, «las esconderemos». Tal y como explicó el domingo pasado a este periódico el ex vicepresidente de Irak Tariq Hashemi, lo ocurrido en el último mes culmina una revolución de dos años lanzada por parte de la población suní hastiada con las políticas de la Administración bagdadí.

Incipiente división entre los contestatarios suníes

Pero la monopolización de su revuelta, por parte del IS, ha acabado pasándoles factura. La Asociación de Académicos Musulmanes de Irak ha criticado esta semana duramente la declaración del califato. Solicitó su rescisión. «Aquellos que lo anunciaron lo hicieron sin consultar ni a los hijos de Irak ni a sus líderes», lamentó en un comunicado esta entidad, que está de parte de los rebeldes no afines al IS.

«No es del interés de Irak ni va a favor de su unidad», recriminaron los académicos musulmanes. También llegaron voces críticas desde Jordania, donde Issam Barqawi, un referente del yihadismo, se opuso a la fundación del califato. «¿Puede cada musulmán y persona débil hallar refugio en ese califato?», se preguntó, «¿O va comportarse como una espada afilada contra todos sus oponentes?».

Guerra abierta entre facciones opositoras

Esta incipiente división entre los contestatarios suníes al Gobierno de Maliki se asemeja, cada vez más, a la guerra abierta entre facciones opositoras a Bashar Asad en Siria. Los combates entre moderados y yihadistas del IS han dejado varios miles de muertos en el norte del país árabe. Sin embargo, para Aymenn Jawad Tamimi, experto en yihadismo y miembro del Middle East Forum, el IS tiene las de ganar en cualquier afrenta de este tipo: «Ya vimos en Siria como la lucha entre facciones sólo llevó a que el IS se retirara de algunas provincias y se hiciese fuerte en Raqqa. Por eso creo que, de haber un enfrentamiento armado similar en Irak, el IS podrá igualmente mantenerse en Mosul – segunda mayor ciudad del país. El IS tiene más dinero y armas que el resto». En comentarios a la BBC, rebeldes iraquíes ante IS también muestran su frustración ante la imposibilidad de combatir al grupo dada la superioridad económica y armamentística de los yihadistas.

En Bagdad, el ‘premier’ Maliki intentó pescar en aguas revueltas. En un mensaje televisivo, se comprometió a conceder una amnistía a todos aquellos alzados que «recuperasen la cordura», aunque excluyó a aquellos con delitos de sangre. Las autoridades no aclararon cómo se iba a desarrollar este perdón ni a cuántos opositores beneficiaría.»La prioridad es combatir al ISIS», reclamó el político, que aprovechó también para acusar a los kurdos de «explotar» los acontecimientos después de que estos mostraran interés en independizarse.

Todo esto ocurrió un día después del vodevil montado en el Parlamento iraquí durante la primera sesión del debate de investidura del nuevo primer ministro de Irak. El acto acabó entre gritos, acusaciones, insultos y con todos los diputados suníesabandonando sus escaños, lo cual dejó la sala sin el quórum necesario para votar al nuevo portavoz de la Cámara. Este cargo, según el sistema de repartición de puestos según cuota religiosa impulsado por Estados Unidos en 2003, debe corresponder a un suní.

 
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