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| lunes diciembre 23, 2024

Israel, Medio Oriente y Disonancia Cognitiva


Israeli soldiers patrol near the border with the Gaza Strip

Por más que lo intento, hay algunas cosas que simplemente no entiendo.

Para empezar, estoy tratando de entender las opciones de Israel en el actual Medio Oriente.

Escuchando a algunos observadores en los medios de comunicación y en los ministerios de relaciones exteriores, todo es bastante simple y a la vez desconcertante – simple, porque la respuesta es obvia, y desconcertante porque de alguna manera Israel es el único país que no lo entiende.

Estos observadores insisten en que mientras que los palestinos quieren la paz y la región lo apoya, Israel, por razones sólo conocidas por Israel, se opone a un acuerdo, y prefiere el status quo en lugar del amanecer de una nueva era.

De hecho, una mayoría de israelíes y sus amigos ven una realidad completamente diferente.

Como partidario, de larga data, de un acuerdo de dos estados, reconozco que cualesquiera sean los riesgos inherentes en tal acuerdo, la alternativa plantea más peligro para el futuro a largo plazo de Israel. Por lo tanto, me gustaría poder unirme a aquellos que creen que habría acuerdo ahora si sólo Israel aprovechara el momento.

¿Qué país, sin un verdadero día de paz durante sus 66 años de vida, y obligado, una y otra vez, a defender su derecho a existir, asegurar sus fronteras y sepultar a sus hijos, no haría un esfuerzo adicional para lograr un acuerdo que prometa un nuevo comienzo?

Sí, Israel tiene un puñado de extremistas – ¿qué país, trágicamente, no los tiene? – que creen que su guía no proviene de gobiernos elegidos, sino de una «autoridad superior», y que traman violencia mortal contra primeros ministros en ejercicio o vecinos árabes. Pero no hay que confundirlos con la gran mayoría de los ciudadanos de Israel que buscan la paz o el democrático compromiso de Israel hacia el estado de derecho.

Pero aquí está el problema: el Medio Oriente, que nunca ha sido un oasis de serenidad, es cada vez más peligroso e impredecible. Y ese Medio Oriente es el vecino inmediato de Israel, no una entidad geográfica distante, por lo que la posibilidad de paz es aún más elusiva.

Tómese Siria.

Los países europeos están empezando a darse cuenta de que Siria no está tan lejos, como lo sugieren los mapas. Con miles de europeos que han ido allí para luchar en la guerra jihadista, Europa teme lo que sucederá cuando regresen los veteranos, rebosantes de experiencia de batalla y visiones de su próximo frente. Y una muestra de ello puede haber llegado en Bruselas en mayo, cuando cuatro personas fueron asesinadas en el Museo Judío. El sospechoso detenido por las autoridades francesas había luchado en Siria.

Esa misma Siria es vecina del norte de Israel.

Y el presidente de Siria, Assad, es ayudado por fuerzas de Hezbollah (con entrenamiento y financiación iraní), con sede en Líbano. Ese es el mismo Hezbollah que llama a la destrucción de Israel y ha acumulado un arsenal de decenas de miles de cohetes mortales.

Líbano es también vecino de Israel.

Como si eso no fuera lo suficientemente peligroso, el mundo también se ha despertado con la amenaza del aspirante a califato ISIS y sus avances en Irak y Siria, acompañado de una brutalidad impactante incluso para una región que ha conocido mucho de eso.

Israel está separado de las fuerzas de ISIS en Irak sólo por la frágil Jordania, un país que no podrá defenderse contra un ataque, excepto, tal vez, con la ayuda de fuerzas externas.

Irán sigue dominando en la conciencia de Israel, con sus ambiciones nucleares, el programa ICBM, el apoyo a grupos terroristas, los patrones de engaño, anhelando un mundo sin un estado judío y la creencia de que puede superar en astucia a occidente.

Aunque separados de la frontera oriental de Israel por 1.300 kilómetros, los misiles de Irán pueden alcanzar esa distancia, y también los de sus aliados, Hezbollah y Hamas.

Y hablando de Hamas, está, por supuesto, la cuestión palestina.

Una vez más, escuchamos las conocidas llamadas de Europa y de otros lugares para seguir adelante en una nueva iniciativa de paz y de reprender, si no «castigar», a Israel por arrastrar los pies.

Pero aquí también tenemos un caso de disonancia cognitiva.

El Presidente de la AP, Mahmoud Abbas, tomó la decisión de unir fuerzas con Hamas, un grupo terrorista que busca la aniquilación de Israel, y formar un gobierno de «unidad». El que su gabinete sea supuestamente «tecnocrático» no cambia la naturaleza inherente de lo que hizo. Sabía a priori que tal medida mataría toda posibilidad de revitalizar el proceso de paz. Esta fue una línea roja para Israel.

Y, por supuesto, una vez que se acomodó firmemente en ese gobierno de «unidad», que recibió el respaldo inmediato de EE.UU. y la UE, Hamas recurrió a lo suyo, secuestrando y asesinando a tres adolescentes israelíes y disparando decenas de misiles contra centros poblados israelíes.

Algunos de esos mismos medios de comunicación y ministerios de relaciones exteriores recurrieron a su habitual caja de herramientas y pidieron el fin del «ciclo de violencia». ¡Vergüenza! ¿Puede haber alguna equivalencia moral entre una nación democrática que lucha para defender a sus ciudadanos y un grupo terrorista que trata de asesinarlos?

Y sin embargo, al escuchar a los observadores de hoy, uno podría también tener la impresión de que el único obstáculo para la paz son los asentamientos israelíes.

Debo sacarme el sombrero, a regañadientes, ante los palestinos por este brillante golpe de RP.

A pesar de que cada primer ministro israelí – de derecha, izquierda y centro – desde Shimon Peres, trataron de promover la paz con los palestinos después de los Acuerdos de Oslo de 1993, sólo para ser rechazados, existe esta leyenda urbana de que Israel, no los palestinos, es responsable del punto muerto.

Mientras que Israel ha ofrecido un plan tras otro para un acuerdo de dos estados basado en una sustancial retirada de la Margen Occidental y en intercambios territoriales, la eliminación de asentamientos, e incluso la división de Jerusalén, los palestinos, encabezados por el presidente Abbas desde 2005, siempre han encontrado una cómodo pretexto para decir «no», para no decir nada en absoluto o para exigir aún más.

Y sin embargo, se supone que debemos creer que la pelota está en el campo de Israel, como si no existiera el registro histórico, el gobierno de «unidad» con Hamas nunca ocurrió, los secuestros y los ataques con misiles contra los israelíes no estuvieran ocurriendo, y la volátil región en la que Israel vive no fuera de mal en peor.

Ya es hora de poner fin a la disonancia cognitiva y ver las cosas como realmente son. No, no es un cuadro bonito. Me gustaría que fuera diferente. Pero cerrar los ojos ante la cruda realidad, simplemente no es una estrategia para tratar con Medio Oriente.

Traducido por José Blumenfeld/Porisrael.org

 
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