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| viernes noviembre 22, 2024

Siria, Irán, y la conspiración de los conspiradores


Mario Satz

bashar-al-assad_4709Si no fuera por la enorme tristeza que produce, por el desencanto que provoca su discurso, la aparición de Al Asad en su parlamento tras ser aupado por miles seguidores seguramente allegados al partido y al régimen, movería a risa. Alto, espigado, con aspecto de estudiante de Oxford, el líder sirio no es más que una marioneta en las manos de Irán, en donde por cierto las protestas acaban igual: con muertos de los que no se hace cargo nadie y otra vuelta de tuerca a la represión.

Sacarse de la manga lo de la conspiración extranjera es algo a lo que también recurren con frecuencia los iraníes, incapaces de percibir en el descontento de la población la lista de sus múltiples errores. La afinidad entre los dos regímenes no pasa tanto por el hecho religioso-el Baas en el poder en Siria es, después de todo, un partido laico-como en el odio acervo a todo lo que huela a libertad, crítica y sentido común.

La palabra conspiración huele a lo que la España franquista llamaba contubernio judeo-masónico y es el típico argumento fascislamista para volcar sobre los judíos sus viejas frustraciones. Lo bueno de tener enemigos de esta calaña es que siempre sabes lo que piensan de ti, y lo malo es que no cambiarán su manera de ser en décadas. Cuando los regímenes totalitarios muestran un poco el rostro bajo la máscara se ve el rictus policial que los anima. En Egipto fue fácil derrocar al presidente-, agotado ya su ciclo vital-, porque ni el ejército ni la policía se pusieron del lado del poder, cosa que no ocurre en Irán ni en Siria. Por más facebook que haya y más información libertaria que corra, es insuficiente para abatir a una clase de advenedizos, sanguinarios y asesinos que en gran parte actúan en la sombra y mutan como personajes de carnaval sus hábitos e identidades. En Rusia fue el KGB y sus aparatos los que apuntalaron a un régimen de horror y desprecio, y no el partido comunista, cuya fachada de falso humanismo engañó durante tanto tiempo a los intelectuales europeos.

Sin embargo, ese dique también colapsará. Para ello, obviamente, tiene que caer Gadafi, es decir Occidente tiene que llevar sus actos y decisiones hasta el final. Cualquier retroceso, en Egipto, Túnez o Irak, en el sentido de gobiernos poco transparentes y demagógicos, no hará más que fortalecer a los que aún no han caído. Vivimos en un mundo tan desinformado y cuyos niveles de educación son tan perversos, que el recientemente premiado por una universidad, ese espantajo llamado Chávez, y ese otro, el nicaragüense Ortega, que intercede por el líder libio cuando todo el mundo lo abandona, nos colman de una amarga desesperanza. Si gente de ese tipo es la que determinará el futuro de la Humanidad, si Batistas de izquierda y militares de tercera con un discurso de cuarta son los que salvarán a nuestra especie del mal burgués e imperialista, ¡vivan los chicles, las hamburguesas y todos los bibelots americanos! Para muestra vayan estos botones: escuchemos lo que dicen los venezolanos que se van de su país, los ecuatorianos que abandonan el suyo, los frustrados nicaragüenses y los cansados cubanos; oigamos lo mal que están las cosas en sus respectivas patrias y cómo crecen la nomenklatura y los privilegios dados a los mediocres, a los resentidos, a los bufones y a las almas serviles.

La única conspiración que de verdad hay es la de los ayatolás y sus cómplices. Lo demás es democracia abierta, falible, y tan tolerante que hasta se permite un Weakiliks. Quien desea venderte algo al menos habla de las virtudes de sus productos; quien intenta robarte hasta lo que no tienes, te recomienda, como Al Asad, que te quedes quieto. De otro modo ¿cómo metería sus manos en tus bolsillos?

 
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