Mario Eduardo Cohen
¿Qué recuerda realmente la Pascua hebrea o Pésaj? ¿Es, meramente -como muchos creen- la Fiesta de los Panes sin levadura o es mucho más? ¿Los judíos del siglo XXI continúan celebrando esta antiquísima festividad?
Pésaj es, quizás, la festividad religiosa más antigua de la historia de la humanidad.
Se celebra desde, aproximadamente, 3200 años en forma continuada. Se inicia cada año el 15 del mes hebreo de Nisán (este año al anochecer del lunes 18 de abril), habitualmente con la luna llena, en el mes de la primavera (en el hemisferio norte) y finaliza en la diáspora el 22 de Nisán (este año el martes 26 de abril próximo). La primera celebración tuvo lugar en el propio Mitzraim -Egipto-, la tierra que esclavizó al pueblo hebreo.
Los cabalistas han analizado el origen de esta palabra, Mitzraim y encontraron en su etimología el término hebreo Metzarim, que significa «limitaciones», «angosturas», «estrecheces», «penas». Tal era la percepción de la vida hebrea en el país del Nilo. Por lo contrario, la idea de la libertad nos remite a lo amplio, espacioso y vasto. Es, pues, en una primera acepción, una Fiesta de la Liberación que, con el paso de los siglos, se transformó principalmente en una festividad familiar, constituyendo la celebración hogareña más respetada hasta la actualidad.
Agregaba el escritor Moacyr Scliar (recientemente fallecido) respecto a la memoria que se ejerce en esta festividad: «Recordamos el hambre, el cansancio, el sudor, la sangre, las lágrimas (de cuando éramos esclavos). Recordamos el desamparo de los oprimidos frente a la arrogancia de los poderosos. Recordamos con alivio: es el pasado. Recordamos con tristeza: es el presente. Todavía existen faraones. Todavía existen esclavos (…).»
Y continúa Scliar en esta moderna interpretación del Pésaj :»Pregunta, hijo mío, pregunta todo lo que quieras saber: la duda es el camino hacia el conocimiento. Pero cuando llegues a sabio, procura emplear tu sabiduría en beneficio de los demás. Repártela, como hoy repartimos nuestra matzá. Sigue el consejo de nuestros sabios y recuerda la salida de Egipto no sólo en la noche de Pésaj sino en todos los días de tu vida». Otra interpretación en el mismo sentido alude a la composición de la palabra Pésaj. Pé, boca y saj, habla, grita, en hebreo: La boca que clama (contra la injusticia), en referencia al versículo en que Dios escuchó el clamor del pueblo esclavo (Éxodo III:7).
Desde la historia universal, no se trata meramente de la recordación de la migración de un pueblo, como hubo tantas en el devenir de la humanidad. La esclavitud y posterior salida del pueblo hebreo de Egipto da origen a unos cincuenta preceptos morales bíblicos que, tres milenios después de escritos, siguen teniendo plena vigencia. Sólo a manera de ejemplo recordaremos dos: «No torcerás el derecho del forastero ni del huérfano ni tomarás en prenda el vestido de la viuda. Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto…» (Deuteronomio XXIV, 17) «Cuando el extranjero habitare en vuestra tierra, no lo oprimiréis… Y lo amarás como a ti mismo, porque extranjero fuisteis en la Tierra de Egipto» (Levítico XIX, 33 y 34). Al respecto, Maimónides (siglo XII) reflexiona sobre este tema y nos recuerda lo profundo del mandamiento. Señala que el Decálogo bíblico sólo ordena «honrar y respetar» a nuestros padres, un sentimiento casi natural en el ser humano pero, en cambio, nos exige –sabiamente- un esfuerzo mayor en el terreno del vínculo adquirido como es el de «amar» al extranjero.
Si leemos las noticias internacionales, estamos cada vez más alejados del «ama a tu prójimo» de las Escrituras (Levítico XIX, 18). Por todo esto, esta festividad es mucho más que la costumbre del pan ázimo. Representa la evocación de uno de los momentos fundacionales en la historia humana. La primavera de la historia.
* Presidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí (CIDICSEF).
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