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| sábado noviembre 23, 2024

Oleaje blanco, marea negra


Parte 3

El, Fausto,  y sus obras más notables: los caminos, los puentes, los tendidos eléctricos, el pavimento alquitranado de nuestras calles. Una cultura planetaria construída sobre las proezas de la tecnología. La riqueza externa a cambio del desorden interno. La tierra entera girada como un guante, pues lo que dormía dentro ahora está fuera, de modo que-como piensan algunos geólogos-¿qué pasará cuando estemos pisando una corteza bajo la cual no hay sino vacío? Si se mira bien hay algo perverso en envenenar las aguas, emponzoñar los mares y  solicitar luego la ´´poderosa protección de la Virgen´´. Los indios norteamericanos pedían primero permiso al bisonte y luego lo cazaban. Tras comer su carne llevaban los huesos a la montaña para que la fertilizaran y rindiera sus aguas primaverales a los pastos de los que se alimentarían más tarde los rebaños, en un alarde tan nítido de sentido común ecológico que, incluso en su pequeña escala, aún nos parece conmovedor.  No es ése el único ejemplo de armonía con el mundo que podemos evocar. Están las leyes bíblicas sobre el jubileo de las tierras de labranza y la costumbre llamada ´´la esquina del campo´´ que  contemplaba el hambre de los pobres y los desposeídos o  las creencias indígenas de las dos Américas sobre las ´´tribus´´ de los animales que comparten, con nosotros, este misterioso jardín terreno, de manera que destruirlos en masa es y sería, a la larga, socavar nuestro propio destino.

Durante los dos últimos siglos, como por lo demás en el pasado, las reservas energéticas se han usado como si fueran inagotables. El mundo industrializado ha fomentado el consumo, no la conservación. Lo que supone que el empleo de energía barata haya tenido cotas de desperdicio sin precedentes, arrastrando consigo más errores que aciertos, desorden termodinámico que armonía social. Puede que eso sea inevitable, errare humanum est, pero si lo es se debe a nuestra impaciencia, a nuestra prisa por hacer negocios a toda costa sin considerar los costes humanos o ambientales. Uno de los grandes derroches de energía del siglo XX se ha producido a través de la pérdida de gas natural durante el bombeo de petróleo en crudo. Este gas natural se desperdició durante décadas, ya que una vez extraído el petróleo se lo quemaba. A esto, sin duda, conduce el mito que privilegia la acción por encima de la reflexión. Dado que el riesgo de los accidentes industriales es algo conocido, deberíamos por lo menos concederle al tema un poco más de prognosis, desarrollar alguna suerte de meteorología sofisticada que acentuara al máximo nuestro sentido de la prevención.

La introducción de normas nacionales e internacionales no ha podido evitar los grandes desastres, y como muchos de los nuevos productos químicos se basan en derivados del petróleo, y esto, junto con la dependencia que el mundo industrializado tiene de esa substancia, nos vemos obligados a transportar por todas partes enormes cantidades de crudo en los grandes superpetroleros y caminamos sobre la cuerda floja mientras la tragedia ecológica nos espera agazapada en el sitio menos esperado. En 1967 elTorrey Canyon encalló frente a las costas de Cornualles derramando 100.000 toneladas de crudo, y casi una década después el Amoco Cádiz  tuvo un accidente frente a las costas de Bretaña soltando 200 millones de litros de crudo que contaminaron 290 kilómetros de litoral . Pero no fue sino ante el desastre del Exxon Valdéz que encalló en Alaska en 1989 vertiendo al mar cinco millones de litros de petróleo y contaminando 1600 kilómetros de costa, que nos dimos cuentas de la magnitud del problema que provocaban las mareas negras.

En cada caso las playas quedaron contaminadas. La muerte de miles y miles de aves marinas y de focas afectaría, con el tiempo, a la pesca e incluso a la mismísima fertilidad del mar. No obstante, en éste y en otros casos no se trata de suprimir la navegación marítima o aérea porque de vez en cuando se produzcan accidentes mortales que cuestan a vida a cientos de personas. La tecnología, la Historia misma no retrocede mal que nos pese. De modo que no cesarán, el hombre fáustico y sus actuales herederos, a pesar de las periódicas y temibles mareas negras, de recorrer los océanos transportando substancias peligrosas, pero por lo menos podemos fijar cánones planetarios de comportamiento más seguros, idear otros sistemas de transporte mientras maduran los instrumentos de captación y empleo de la energía helíaca. El oscuro color de las placas solares que ya están en uso, su negro mate, culmina en cierto modo la saga que comienza en el carbón y continúa aún con el petróleo. Los sufíes del Islam tienen la teoría de que hay, en el negro, fehm, un sabiduría oculta. No es, de todos modos, un tema fácil el del no color. Los pobladores autóctonos de Africa relacionan tradicionalmente el negro con la muerte y el demonio, por eso se visten de colores brillantes. Y los beatniks primero, los rockers después  y los punks más tarde han adoptado el negro como símbolo de su rechazo de la sociedad y sus valores.

Pero precisamente en la década de los sesenta de este siglo se produjo, mientras la producción de petróleo se multiplicaba alcanzando cifras prodigiosas y los precios se incrementaban a saltos, un reencantamiento, una fascinación ligada al negro. Las mujeres norteamericanas de color encontraron por primera vez en los cosméticos diseñados para ellas algo que destacaría  más y mejor su belleza. Los ordenadores, las minicadenas y otras chucherías optaron abiertamente por el negro. Por otra parte, y como la ambigüedad moral que rodea al no color sigue presente, el que estuviese y siga estando de moda no nos protege de sus influencias. Puesto que ´´el negro-escribe Portal en su libro sobre los colores(1)-es el símbolo de todo lo que está mal y de todo aquello que es falso,¿cómo, pues, es posible que se consagrara ese color a las divinidades del bien y de la verdad? ¿Por qué en la India Krishna, el más hermoso de los dioses, es negro? ¿Y por qué Osiris e Isis, los benefactores de Egipto, son también negros? Sólo hay una respuesta; las divinidades benéficas descienden al reino de las tinieblas para atraer a sí a los hombres que se regeneran.´´

Los iluminadores de los manuscritos medievales solían pintar a Jesús vestido de negro cuando luchaba contra el genio del  mal, y en las pinturas del siglo XII y XIII la Virgen María tiene el rostro negro. Los atenienses, narra Court de Gebelin, tenían al negro por el color de la aflicción, en tanto que el blanco simbolizaba la alegría, la inocencia, la pureza. Por eso el barco de expiación que mandaban todos los años primero a Creta y más tarde a Delos tenía velas negras a la salida y velas blancas al regresar. En el arte heráldico occidental el color negro lleva el nombre de sable y significa prudencia, sabiduría, constancia en la tristeza y las adversidades, y para los chinos, hei,  negro, participa como radical de la palabra mo, silencio. Sin duda en alusión al vasto silencio del cosmos sin estrellas, el cual, al parecer, es más enorme aún que aquel que registran nuestros mapas estelares. Un espacio sin color ni luz y por cuyos agujeros todo desaparece,  un vuoto del que también es posible pensar que señala el comienzo de algo nuevo. Por todo ello, entonces, ¿cómo no interpretar  las mareas negras y su secuela de fúnebre silencio, como el fin de una era y el inicio de otra? Nuestros barcos de expiación acabarán por volver, sin duda y algún día, también ellos con las velas blancas. En ese momento Fausto se habrá dado cuenta, por fin,  de que Mefistófeles es una parte de sí mismo y que la Naturaleza no es tanto una ubre a estrujar como una socia indispensable en el camino de realización, una hermana tan sensible al dolor como a la amistad. Mirará, respetuoso y lúcido, al sol  como la gran lámpara de sus sueños y obtendrá de él el modo de blanquear todas sus lacras, desgracias y sombras. Sin prisas. Sin pausa. Pues ya estamos en el lugar al que quisiéramos ir. ´´El Paraíso está aún en la tierra-escribió Jakob Böhme en el siglo XVII-pero los hombres no saben verlo.´´

(1)Fréderic Portal: El simbolismo de los colores, Olañeta Editor, Mallorca, 1989.

 
Comentarios

Pregunto: porque el petroleo esta tan profundo y muy dificil de obtenerlo?,.Yel sol esta aqui, al lado, su luz y su calor esta nuestra disposicion, ¿no sera que la naturaleza nos dio al SOL para que lo utilicemos en todo lo que haga falta y dejemos de urgar en la profundidades de la tierra, a donde es tan dificil llegar?

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