Querida familia Nisman. Amigos y allegados a Alberto
En primer lugar quiero agradecer a la familia Nisman por haber depositado en mí la inconmensurable responsabilidad de dirigir unas palabras en su entierro.
Mucho más allá de la figura humana de Alberto, como lo es la de cualquier hombre en mayor o menor medida, su paso por la vida ya es parte de la historia de la Republica Argentina y si se me permite el atrevimiento también lo es mucho más allá de nuestras fronteras.
En una sociedad en la cual una parte de la justicia no es independiente y en la que un sector de las estructuras que definen la columna vertebral de una Republica están tantas veces al servicio y conveniencia del operador de turno, la trágica muerte de Alberto junto con su macabra trama no vino a hacer otra cosa que a levantar los escombros de la sede de la AMIA/DAIA para que muchos podamos ver los oscuros laberintos del poder que hasta hace poco se mantenían camuflados por entre los más reconocidos ámbitos de la sociedad.
Hoy estamos tanto o más lejos de encontrar justicia que aquel 18 de Julio de 1994 a las 9.53 de la mañana. Le han tirado mucha más confusión a la causa y su trama.
Aunque parezca una paradoja, las increíbles características de sus ‘últimos días y su forma trágica de morir nos permiten conocer algo más de la verdad que una importante parte de las estructuras del poder argentino mantuvieron escondida durante tantos años.
Después de imputar y probar la responsabilidad de la Republica Islámica de Irán en el peor atentado terrorista sufrido por nuestro país en su historia en el que murieron 85 personas, por ser judías o por el solo hecho de estar ese fatídico minuto en una institución judía, su muerte nos permite ver parte de la connivencia, de la convivencia y de la complicidad.
Nos pedían que investiguemos la trama de la conexión local muchos de los mismos que la utilizaban a su antojo y que hoy la reacomodan nuevamente a su voluntad denunciando prácticas macabras pasadas de las que fueron arte y parte en el mismo instante en que fueron descubiertos.
Piedra libre dicen los chicos y a confesión de partes relevo de pruebas los abogados.
Radica ahí el tristemente fantástico aporte que la trágica muerte de Alberto viene a traernos.
En una sociedad en la que parte de la justicia continua desaparecida aun después de 30 años de democracia, más verdades como las que estamos escuchando vienen a darnos elementos para que cada persona pueda hacerse de su propio veredicto personal. No tengo dudas que la condena social ya fue dictada y es inamovible. No tengo dudas que muchos la seguiremos condenando.
Me es imposible representar el sentir de una sociedad argentina tan crispada y dividida como la actual.
Pero por lo menos intentare representar un valor tan humano que entiendo no debe faltar en todos los corazones de los hombres y mujeres de bien como es el respeto en el ultimo adiós que un hombre se merece.
En mi respetuosa y afectiva relación con Alberto tuve la posibilidad de constatar el amor que sentía por sus hijas ya que era el único ámbito personal que él se permitía exhibir por entre su solida y cuidada figura profesional.
Al reunirnos aquel miércoles en el que presento su denuncia, 4 días antes de su muerte, nos expreso a los presentes varias veces una única molestia. Nos dijo que el sabia que a partir de ahora sus hijas iban a escuchar barbaridades falaces sobre él de parte de aquellos que intentarían denostarlo, estigmatizarlo y ensuciarlo. Pero que aun así él sabía que estaba haciendo lo que debía hacer. Era una cuestión de conciencia. También lo hacía por ellas.
Quiero transmitirle a su familia toda y sobre todo a sus hijas que somos muchos los argentinos a los que nadie nos guiona nuestros pareceres y mucho menos nuestros sentimientos.
Somos muchos los argentinos que vamos a recordar a Alberto con afecto por sus virtudes, por su coraje, por su apasionamiento, por su atrevimiento y por su valentía.
Somos muchos los argentinos que tenemos el libre albedrío que D-os nos dio para interpretar perfectamente las innecesarias descalificaciones como de quienes vienen sacando nuestras propias conclusiones sin que ningún iluminado venga a ordenarnos cómo pensar.
Somos muchos los argentinos a los que estos últimos días nos han cambiado la vida para siempre.
Sabemos que la familia directa de Alberto vivirá por siempre con su increíble historia como lo es, propia. Serán conocidos como la madre, la hermana, la madre de las hijas y las hijas del Fiscal Nisman.
Y créanme que somos muchos los Argentinos que vamos a trabajar para que eso continúe siendo un gran honor.
Somos muchos los argentinos que vamos a recoger las banderas de su legado y que vamos a mantener en alto los aportes que él nos deja para que no se salgan con la suya los que promueven con el miedo y la maldad el silencio de los buenos.
Porque es hora que en nuestra amada Republica Argentina empecemos a utilizar lo que nos pasa para unirnos y no para fraccionarnos.
Es mi deseo y el de muchos argentinos que la muerte del fiscal Nisman nos una y que Alberto descanse en paz.
Amen. Z»L