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| viernes noviembre 22, 2024

JERUSALEM: Conocer la Historia antes de juzgar


Quisiera comenzar esta nota con una revelación política personal.

No me gusta el gobierno de Benjamin Netanyahu, no lo voté y discrepo con gran parte de su accionar político. No es afín a mi ni su estilo ni la ideología de gran parte de sus miembros. Jamás voté a ningún partido o candidato a la derecha del partido laborista y en más de una oportunidad lo he hecho inclusive más a su izquierda. Lo he hecho convencida de que el futuro de Israel será mejor sin controlar territorios de población mayormente palestina, no sólo por los derechos palestinos sino por el carácter que quiero preservar para el estado de Israel: judío y democrático. Considero que fue un error construir asentamientos y me crispa saber que la municipalidad de Jerusalem ha aprobado instalación de judíos en barrios árabes como Silwan y Sheikh Jarrah, algo que ni siquiera el Primer Ministro Menajem Begin, a quien se veía como «ultraduro», aprobó jamás.

Pero todo ésto no significa que esté ciega o que pueda permitirme desconocer la historia –ni la antigua ni la reciente- en lo relacionado al conflicto israelo-árabe y al fallido proceso de paz entre Israel y los palestinos.

Uno de los temas más cargados emocionalmente, sobre los que se opina a diestra y siniestra, es Jerusalem, presentando muchos como evidente que cuando Israel construye en zonas conquistadas en 1967, lo está haciendo en «territorio palestino ocupado» que debería ser no sólo parte del futuro Estado palestino independiente, sino su propia capital.

Lo que me parece clave al escribir sobre este tema-y no porque dada mi condición judía Jerusalem me resulte primordial- es compartir con el lector también los antecedentes de la situación actual.

Los territorios que Israel anexó a Jerusalem tras la guerra de junio de 1967, no son «territorios palestinos ocupados». Su población es sí mayormente palestina, pero nunca estuvieron bajo soberanía palestina, porque nunca hubo un Estado palestino independiente.

Cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó el 29 de noviembre de 1947 la resolución 181 que determinaba la Partición de la entonces llamada Palestina entre «un estado judío y otro árabe», el liderazgo judío, sionista, la aceptó. Los árabes no sólo la rechazaron sino que declararon la guerra al estado judío apenas nació, violando así la resolución de la ONU.

Pues al rechazar aquella resolución, también echaron por la borda el carácter internacional que se había destinado a Jerusalem: un estatuto de «corpus separatum», cuyo destino definitivo iba a ser definitivo en base a lo que votaran todos sus habitantes diez años después.

Pero Jordania atacó al entonces naciente Israel, atacó también Jerusalem, tomó control de toda la Ciudad Vieja amurallada, inclusive del Muro de los Lamentos sagrado para los judíos, echó a todos los habitantes del barrio judío de la parte antigua y al destruir la prestigiosa sinagoga Hurva, el comandante de la Legión Arabe dijo: «por primera vez en mil años, no hay ni un judío en la ciudad Vieja de Jerusalem».

Las líneas a las que llegó el ejército jordano al atacar a Israel y violar la resolución 181-mientras otros ejércitos atacaban por otros frentes- son las líneas del armisticio de 1949. Esa es la frontera no reconocida que separó Jerusalem. Lo que quedó del lado jordano, se conoce desde entonces como «Jerusalem oriental» y lo que quedó del lado israelí, fue «Jerusalem occidental». Pero no existía eso del «lado palestino» y el «lado israelí». La ocupación original que dividió Jerusalem fue la de los árabes, cuando Jordania se apoderó, con su ataque, de parte de Jerusalem que tenía que ser «corpus separatum». Israel se defendió, intentó repeler el ataque, y así tomó control de la parte occidental.

El Profesor Florentino Portero, experto en Historia Contemporánea egresado de la Universidad Complutense de Madrid, escribió recientemente en la publicación de estudios estratégicos GEES que «los europeos sabemos bien por experiencia propia que las fronteras son el resultado de las guerras». Los árabes se lanzaron a la guerra contra Israel en 1948 y perdieron territorios que podrían haber estado bajo su control, terminando además con el plan de un régimen internacional especial para Jerusalem. Lo hicieron nuevamente en 1967 y allí perdieron más todavía, al lograr Israel no sólo conquistar la parte de Jerusalem que ocupaba Jordania sino también el territorio de Cisjordania, o sea la Margen occidental del río Jordán.

Así analizó el Profesor Portero esta situación: «Benjamín Netanyahu tiene toda la razón cuando afirma que construir en «asentamientos» ya existentes en el entorno inmediato de Jerusalén no es una provocación, ni una ilegalidad, ni nada por el estilo, porque esos enclaves son ya parte de Israel, de la misma forma que la antigua ciudad de Koënisberg, donde se escribieron algunas de las páginas más trascendentales del pensamiento alemán y europeo, es hoy la ciudad rusa de Kaliningrado. La República Federal de Alemania ha asumido el coste de sus derrotas y gracias a ello Europa ha podido ser reconstruida. Los palestinos no y de ahí los problemas que todos, unos en mayor medida que otros, padecemos».

Ruth Lapidot, Profesora Emérita en Leyes y Derecho Internacional de la Universidad Hebrea de Jerusalem, señala que es imposible hacer caso omiso del hecho que cuando finalizó el Mandato Británico el 14 de mayo de 1948, en Jerusalem quedó un vacío de soberanía. «Los judíos se defendieron en Jerusalem occidental y por ende tenían derecho a tomar la soberanía. En 1967 Jordania fue nuevamente la que atacó, Israel actuó en defensa propia y por ende tenía derecho a tomar Jerusalem oriental», dice citando inclusive a otros expertos, aunque sin ocultar que hay posturas alternativas como las que sostienen que debido a la discusión política, es imperioso fijar el futuro de la ciudad en negociaciones. Admite que no se reconoce soberanía como producto de guerra, pero que este caso fue diferente ya que no había un soberano anterior, dado que los británicos ya habían finalizado su mandato.

La situación volvió a cambiar en junio de 1967, cuando Israel tomó control de la parte oriental, lo cual para los israelíes fue la «liberación» y reunificación de la ciudad y para los árabes, el comienzo de la ocupación. A pesar de que Israel le advirtió no sumarse al ataque egipcio, asegurándole que nadie le atacará, el Rey Hussein de Jordania abrió otro frente, atacando Jerusalem y finalmente, perdiendo no sólo la parte de la ciudad que tenía bajo su control sino también toda la Margen Occidental (Cisjordania).

En los territorios aledaños a Jerusalem, Israel construyó nuevos barrios que para los palestinos son asentamientos en zona ocupada y para los israelíes, parte de su capital. La Profesora Lapidot explica: «Lo que intentaron hacer en Jerusalem es determinar fronteras estratégicas por las que no sea tan fácil volver a atacarla».

Y trae a colación un recuerdo personal, como habitante de Jerusalem: «Yo estaba en Jerusalem, en el refugio subterráneo, cuando los jordanos atacaron a Israel en 1967. Mi hijo mayor estaba en la escuela, dos estaban en el jardín de infantes. Estalló la guerra y fue toda una historia traer a los chicos al refugio. El varón consiguió que alguien lo acerque pero tuvimos que salir a buscar a mi hija, pegados a la pared por los disparos. Fue una guerra en serio. Nos atacaron, no era broma. Hubo aquí una agresión del lado jordano. Nos atacaron y creo que teníamos derecho a ampliar las fronteras, para que sea más fácil defender a esta ciudad».

A pesar de todas estas situaciones, con el correr de los años, hubo de hecho disposición de Israel a negociar inclusive sobre Jerusalem. En junio del 2000, en la cumbre de Camp David, el entonces Primer Ministro Ehud Barak estaba dispuesto a posiciones arrojadas, que incluían la división de Jerusalem. El líder palestino Yasser Arafat, hoy ya fallecido, no aceptó. Pocos meses después, estalló la segunda intifada. Desde entonces, mucha agua ha corrido bajo el puente, aportando a la mutua desconfianza.

Así se dieron los hechos. El que no me gusten Netanyahu y su gobierno, no cambia la historia. Hay que saber los hechos, antes de juzgar.

Reenvia: www.porisrael.org

 
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