Aunque últimamente esta expresión se utiliza poco, los “idiots savants” (en español, idiotas sabios) son personas que presentan deficiencias mentales generalizadas, aunque destacan como genios en una habilidad específica. Seguramente recordarán el personaje del autista que interpretaba Dustin Hoffman en la película Rain Man y su increíble memoria matemática. O la inmadurez patológica, fuera del ámbito musical, con que Milos Forman describe en su filme Amadeus a Mozart. Hoy día, la corrección política ha sustituido esta expresión por la de sabios autistas. Pero no es de psicología o psiquiatría de lo que quiero hablar, sino de democracia.
El resultado de las últimas elecciones en Israel supuso una gran sorpresa para ese país, que se había acostado con un empate técnico en las encuestas a pie de urna entre las fuerzas mayoritarias, y se despertó con una victoria aplastante de Netanyahu. No faltaron titulares que tildaron lo sucedido como “voto del miedo” y demás explicaciones atribuidas más a instintos primarios que a una decisión producto de la reflexión. Lo llamativo del caso es que muchos de esos mismos columnistas suelen apelar en otros casos a la sapiencia y desarrollada cultura de los judíos israelíes, líderes en desarrollos científicos y tecnológicos, así como en campos de las humanidades, de la filosofía a las artes.
¿Tiene sentido criticar lo que eligen los ciudadanos de un país, con todas las garantías democráticas para expresar su voluntad? ¿Es ético considerar que se han dejado arrastrar por la demagogia cuando el partido más votado no llega al 25%? ¿Lo es (por ejemplo) desde la óptica estadounidense, con un sistema que deja fuera a todo aquel que no encuentre respuesta entre republicanos o demócratas? Allí, como en todo el mundo, sí que suele utilizarse el “voto del miedo” llamándolo “voto útil”. En el caso israelí, seguramente sirvió para que Netanyahu arañara votos de sus socios de gobierno ideológicamente más cercanos, del mismo modo que la alianza Unión Sionista pretendía aglutinar el campo de centro-izquierda, a costa de futuribles socios de coalición. Pero no fue eso lo que determinó la orientación mayoritaria del nuevo parlamento.
No se trata de juzgar los resultados según uno sea de izquierdas o de derechas, sino de respetar las normas del juego. Los que pintan a los israelíes como zombis sin criterio propio, que votan sin pensar, guiados únicamente por pasiones pasajeras, deberían replantearse si no son ellos mismos los que actúan irracionalmente fruto de una ofuscación ideológica, o creerse definitivamente que Israel es un país de sabios para todo, pero idiotas por no aceptar su visión.
Director de Radio Sefarad
No se sobre los sabios idiotas, pero lo que si se es que el sistema electoral israeli ha probado ser una y otra vez un sistema malisimo, que np permite un gobierno estable y fuerte de una mayoria, sino que como no hay otra alternativa legal, haya que formar gobiernos coalicionarios con partidos minoritarios que reclaman con puro chantaje poderes que su representacion parlamentaria no les corresponde. Por ejemplo los ultra-religiosos que son chantajistas consumados y tradicionales, piden el oro, el moro y la maquina de hacer chorizos (kosher por supuesto). Si no se cambia el sistema electoral para que haya un gobierno fuerte y estable y sobre todo que los diputados tengan que responder de sus acciones a los electores y no solo a sus patrones politicos, voleremos a caer en elecciones cada dos anios, gastando millones y millones inutilemnte, pues el resultado de esas elecciones sera siempre el mismo, un gobierno debil que no durara mas de otros dos anios. Y el dinero inutil que se gasta en cada eleccion (billones) se podria muy bien invertir en algo util para el pais y no en propaganda electoral inutil.