Relatamos las guerras en los titulares, grandes cifras, batallas cruentas, trágicas masacres. Pero todo es en grueso, visto con las gafas de mirar lejos. Sin embargo, a poco que pongamos la lupa de aumento, encontramos detrás de las cifras de la destrucción, a miles de historias pequeñas que son, cada una de ellas, una gran historia de la humanidad.
Y cuando las guerras y su devastación pierden la grandeza y se escriben con nombre y apellidos pequeñitos, muestran su cara más brutal.
Hoy quiero hablar de uno de esos relatos en minúscula, para ponerle las mayúsculas que merece. Se trata de una joven kurda de diecinueve años, Shireen Taher, cuyo sueño de estudiar inglés en la Universidad de Damasco se vio interrumpido cuando empezó la guerra en Siria. Conocemos su corta vida por el artículo que ha escrito su hermano Mustafá, abogado y profesor de kurdo. Shireen se quedó en Kobani, una ciudad de doscientos mil habitantes en la frontera con Turquía, a la espera de que la violencia se calmara. Era una joven coqueta, «con el bolso lleno de maquillaje», seguidora impenitente del Barça, hasta el punto que siempre llevaba una bandera del club en el cuello. Su hermano explica que durante el Mundial de fútbol en Johannesburgo, Shireen se desplazó a Damasco para ver la final en las pantallas que había en los parques.
Joven, despreocupada, feliz. Pero el Estado Islámico había iniciado su avance imparable y pronto llegaron los muertos: su profesora Vian , luchadora del PKK, que murió en manos de los islamistas. Su padre, asesinado, junto con otras trece víctimas, por una bomba contra las oficinas de la Media Luna Roja. Amigos, vecinos, decenas de muertos. Se afilió a las Unidades de Protección Popular kurdas y cuando su madre y hermanas huyeron a Turquía para refugiarse, decidió quedarse y luchar en la defensa de su ciudad. El asedio del Daesh a Kobani fue brutal, tanto que se contabilizan más de dos mil edificios destruidos y más de tres mil seriamente dañados. No se conoce la cifra de muertos. Un día sonó el teléfono de la madre de Shireen en Turquía. Dijeron que su hija quería hablar con ella. Pero no era su hija, sino un islamista que le habló, y le dijo: «Si quieres la cabeza de tu hija, ven a buscarla». Hacía tiempo que había abandonado sus sueños de estudiar inglés, en su bolso ya no había maquillaje, pero conservó hasta el final su banderita del Barça. Nunca la han podido enterrar.
Esta es la historia de Shireen, pero también la de tantas como ella, que están dando la vida defendiendo a su gente, a su tierra y a su derecho a vivir sin ideologías del mal que las dominen. Su historia, explicada aquí, es mi humilde homenaje a todos estos héroes anónimos que están en la trinchera de la libertad, frente a frente contra el islamismo, luchando por la humanidad. Hablemos de ellos, de la guerra en pequeño, porque es sus historias está la esperanza.
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Pilar Rahola
La Vanguardia. Barcelona.
21/04/2015
Una hermosa y valiente guerrera kurda!!