Ya debería estar familiarizado con el nombre de Ayaan Hirsi Ali. Debería saber al menos que es brillante, guapa, negra, y que ha sido proscrita en las inmediaciones de Boston.
También debe saber que nació en Somalia y la criaron como a una devota musulmana en África y Arabia Saudí. Cuando era una adolescente se unió a la Hermandad Musulmana, “creía en la yihad” y estaba “preparada para la guerra santa”. Pero en 1992, para evitar un matrimonio concertado, pidió asilo en los Países Bajos, donde subsistió a duras penas limpiando fábricas, aprendió neerlandés, fue a la universidad, se metió en política y consiguió un escaño en el Parlamento holandés.
Y entonces escribió un documental sobre la difícil situación de las mujeres en el islam. Poco después el productor del mismo, Theo van Gogh, fue asesinado en plena calle por un musulmán holandés-marroquí que consideró su deber castigar a todos aquellos que criticaran su religión. Dejó una nota en el cuerpo de su víctima -clavada con un cuchillo- en la que amenazaba a Hirsi Ali.
Ésta se mudó a Estados Unidos, donde uno esperaría que corriera menos riesgo. Sin embargo, quienes piensan que la libertad de expresión no ha de aplicarse cuando anda de por medio el islam se han propuesto silenciarla. Un ejemplo: este mismo mes pero del año pasado, instituciones como la Universidad de Brandeis, en las afueras de Boston, retiró su propuesta de otorgarle un título honorífico y la invitación que le hizo para que diera el discurso principal en la ceremonia de graduación. La presión provino de una petición online, organizada por el Consejo de Relaciones Islámico-Americanas [CAIR, por sus siglas en inglés] y difundida por algunos estudiantes y profesores, en la que se le acusaba de “incitar al odio” y de “islamofobia”. A lo que ella contestó: “Lo que en un principio iba a ser un honor se ha convertido en un momento vergonzoso”.
Con todo, se ha negado a ser intimidada o silenciada. En su nuevo libro, Heretic: Why Islam Needs a Reformation Now (Hereje: por qué el islam necesita ser reformado de inmediato), sostiene que los musulmanes se dividen en tres categorías: un número pequeño pero significante de gente que cree haber sido divinamente elegida para librar una guerra contra los no musulmanes, una gran mayoría pacífica pero incapaz de alzarse contra los extremistas o repudiar “el principio teológico de intolerancia y violencia implícito en sus propios textos religiosos” y los disidentes, un pequeño grupo de individuos que arriesgan todo por denunciar a los extremistas y defender una interpretación del islam que acepta de manera inequívoca la libertad y la coexistencia pacífica.
Asimismo, da cuenta de “cinco tesis” que, a su juicio, deben adoptar los musulmanes si se pretende que haya una “Reforma islámica”; es decir, si el islam quiere ser compatible con y no el antídoto de la modernidad y si los musulmanes quieren vivir en y ser miembros productivos de sociedades democráticas liberales en vez de coadyuvar a su destrucción.
Esas tesis sostienen, por ejemplo, que la sharia, ley islámica, ha de estar “subordinada a las leyes de los Estados-nación donde viven los musulmanes” y que “el concepto de yihad como llamada literal a tomar las armas contra los no musulmanes y contra aquellos musulmanes que [los fundamentalistas] consideran renegados o herejes” debe ser rechazado. Un musulmán se oponga a esto, dice, debe ser visto como parte del problema, no de la solución.
Ayaan Hirsi Ali piensa que “la Reforma musulmana ya ha empezado”. Espero que esté en lo cierto, pero no veo demasiadas pruebas que lo confirmen. Un movimiento como este requiere un líder, un Lutero, por así decirlo. Como ella mismo comprende, Ayaan Hirsi Ali no puede ser ese líder, pues ya no pertenece a la comunidad de los creyentes.
En Norteamérica, reformistas valerosos como Zuhdi Jasser, fundador del Foro Islámico-Americano por la Democracia, e Irshad Manji, autor de The Trouble with Islam Today (El problema actual con el islam), se resisten a ser doblegados por las amenazas y las fetuas. Pero el público más receptivo a sus mensajes no está formado por musulmanes.
El rey de Jordania, Abdalá II, ha fomentado durante bastante tiempo una lectura del islam que rompe con la belicosidad. Lo mismo ocurre con el rey Mohamed VI de Marruecos. Pero, más allá de las tierras que gobiernan, sus seguidores son muy pocos.
En enero, el presidente egipcio, Abdel Fatah al Sisi, llamó a la reforma diciendo a los clérigos de la Universidad Al Azhar, la gran institución islámica: “Hemos llegado a un punto en el que los musulmanes se han enemistado con el mundo entero. ¿Es concebible que 1.600 millones [de musulmanes] quieran matar a los otros 7.000 millones de habitantes del planeta, para así prosperar?”. Pero, dado su talante autoritario, es poco probable que el general Sisi abandere un islam amable y gentil.
Por ahora, son los yihadistas los que avanzan, literalmente en lugares como Siria, Irak, Nigeria, Libia y Gaza. Y después está la República Islámica de Irán, gobernada por seguidores del ayatolá Ruholá Jomeini, que lideró la revolución islámica de 1979. Para él, la idea del islam como “religión de paz” era ridícula. “Quienes analicen la yihad entenderán por qué el islam quiere conquistar el mundo entero”, decía.
Si el presidente Obama y el secretario Kerry leyeran el libro de Ayaan Hirsi Ali, quizá empezaran a entender cuáles son las creencias de aquellos que están comprometidos con un islam revolucionario y supremacista, y hasta dónde pueden llegar para conseguir sus objetivos. Sin ese conocimiento están condenados a no ser realistas con respecto a lo que la diplomacia, elcompromiso y las invitaciones a unirse a la “comunidad internacional” pueden alcanzar. Sin ese conocimiento, la parte americana en una negociación seguirá apostando por buscar puntos en común mientras la iraní libra una guerra por otros medios.
Occidente, escribe la Ayaan Hirsi Ali, está inmerso en “un conflicto ideológico” que no puede ganarse “hasta que el concepto de yihad haya sido retirado de la circulación”. A día de hoy puede que usted se haya percatado de lo siguiente: si América y los líderes occidentales continúan negándose a comprender quién se nos está enfrentando y por qué, las consecuencias serán funestas.
Ayaan Hirsi Ali, Heretic: Why Islam Needs a Reformation Now, Harper, 2015.
© Versión original (inglés): Foundation for Defense of Democracies
© Versión en español: elmed.io
excelente articulo