La decencia y la moralidad están perdiendo terreno en todo el mundo.
Occidente está expiando, en forma ininterrumpida, infectado por la idea de que el mal solo puede provenir de sus filas, mientras el resto del mundo está motivado por la compasión, la bondad y la pureza.
La vida humana no significa mucho hoy en día, cuando se encuentra bajo el ataque, tanto del Islam como de un corrosivo nihilismo.
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, debería ver su Premio Nobel de la Paz revocado por no detener el programa nuclear de Irán, iniciando una carrera nuclear en Medio Oriente, que acabará en una tragedia devastadora.
Europa dejó de luchar hace ya mucho tiempo. Su voz moral más alta, el Papa Francisco, ni siquiera es capaz de mencionar la palabra «Islam», a pesar de los miles de cristianos perseguidos en todos lados, desde Pakistán a Kenia, mientras los predecesores de Francisco: el Papa Juan Pablo y el Papa Benedicto, fueron gigantes que lucharon contra el comunismo y el relativismo.
Los escritores y los intelectuales permanecen mudos como si hubiesen perdido la facultad de decir la verdad. Hay, solamente, una nación sobre la tierra, luchando contra el mal y dándole un sentido a la palabra «civilización» – no se trata de buenos modales, sino de una jerarquía de valores. Esa nación es el Estado judío de Israel. Éste es uno de los últimos bastiones de la humanidad.
Esto se aprecia no solo por la voluntad de Israel de pelear guerras justas contra la gente que solo trae destrucción y dolor a este mundo. Se ve en Israel a través de la intensidad de la devoción de su gente por un significado más alto. Solo Israel ofrece actualmente alguna esperanza para la humanidad, algo que nos permita mantener la fe en los valores humanos, frente a un colapso moral sin precedentes.
Yo nací en el seno de una familia católica agnóstica con una profunda empatía por el pueblo judío. Para mí, el judaísmo, con su monoteísmo ético, siempre ha sido la fuerza del bien y la luz en un mundo hostil y oscuro. También supe siempre que la condición judía es el punto focal de una enorme batalla de identidades y que la supervivencia del Estado de Israel es el tema más definitorio de nuestro tiempo. El pequeño Israel le importa con urgencia al mundo occidental porque se ha transformado en el miembro de nuestra civilización más expuesto al peligro.
Yo nací en la Europa post-Auschwitz, ese cementerio del pueblo judío, y siempre sentí que el nuevo antisemitismo señala el riesgo de la avalancha, quizás aún la caída, de toda la sociedad occidental. Los judíos no son nuestros huéspedes marginales; la peor de todas las persecuciones judeofóbicas, la de Hitler, casi marcó el final de la historia, la cultura y la religión de Europa. Tenemos el deber de hacer del mundo un lugar más seguro para el pueblo judío.
Occidente sostiene, una vez más, las riendas de la autoridad y del poder con respecto a la existencia y la supervivencia de Israel. Debe actuar ahora, para condenar el apaciguamiento de los enemigos de Israel y para reconocer que la existencia de Israel es para la comunidad de las naciones, el más importante de los dones.
Traducción para Porisrael.org de Evelyn Wertheimer.
¡Bravo Giulio! Tu texto es muy certero y nos interpreta 100%. Israel es para nosotros un Faro que se asienta en este presente de dudas y des-honor y nos retrotrae a la época heroica del Antiguo Testamento. ¡Defendamos, Cristianos de todo el Mundo a Israel y reconozcamos sus méritos, su gente, sus líderes y su futuro! JEV