La comunidad internacional no está actuando como respuesta a las redes terroristas y de tráfico de armas iraníes.
En los últimos años, las redes iraníes se han extendido de manera significativa, lo que a menudo ha tenido resultados letales para la región.
Mientras que el programa nuclear iraní es objeto de una intensa atención a nivel global, la comunidad mundial pasa por alto a menudo sus sofisticadas redes internacionales terroristas y de contrabando de armas, que actualmente alimentan las guerras y la inestabilidad en todo Oriente Medio.
Barcos que transportan armas camuflados como cargueros, aerolíneas iraníes que llevan armamento, y convoyes terrestres que trasladan misiles, cohetes, armas cortas y municiones: todos ellos sirven para armar a los integrantes de la red regional iraní.
La falta de atención a estos actos de agresión resulta bastante sorprendente, dado el alcance de su destructiva influencia, no sólo para Oriente Medio, sino para toda la seguridad mundial.
Podemos considerar una serie de contiendas que se libran actualmente en toda la región; lo que las vincula entre sí en esta red suele ser casi siempre el acicate de Irán.
Al frente de la red se encuentra la Fuerza Quds, una oscura unidad de élite de la Guardia Revolucionaria Iraní que opera en el extranjero. Armas, financiación al terrorismo, adiestramiento e instructores militares iraníes llegan ahora más lejos que nunca, y la Guardia Revolucionaria ha estado consolidando su presencia en Sudamérica.
Mientras implosionan diversos regímenes de Oriente Medio, que dejan tras de sí Estados fallidos y luchas sectarias, Irán ha estado aprovechando el caos para controlar férreamente un creciente número de capitales árabes, entre ellas Sanaa, Bagdad, Damasco y Beirut, así como varias regiones de la zona. Y probablemente no se detenga ahí. En el Yemen, la poderosa milicia chií de los huzis, respaldada por la República Islámica, derrocó hace poco al Gobierno. Este peón yemení podría permitirle a Teherán hacerse con el control de las principales vías marítimas en los cuellos de botella existentes a ambos lados de la Península Arábiga: el Estrecho de Ormuz y el de Bab el Mandeb.
Desde luego, no todo está saliendo como quiere Irán. Los recientes reveses sufridos por el régimen de Asad en el campo de batalla son una mala noticia para Teherán, como demuestra la reciente y apresurada visita del ministro de Defensa sirio a Irán para realizar consultas y recibir instrucciones.
No hay ningún lugar en el que la intervención de Irán sea más evidente que en Siria, donde ha actuado como salvavidas del régimen de Asad y ha contribuido a alimentar un conflicto que ha causado la muerte de más de 250.000 personas y ha creado más de siete millones de refugiados.
Irán considera al régimen de Asad una base regional fundamental, y un puente estratégico que lo conecta con su principal peón: Hezbolá, en el Líbano.
El apoyo de Irán a Asad permite que este conflicto, el más letal que actualmente se libra en el mundo, se prolongue mes tras mes. A su vez, esta guerra es causa directa de que prosperen los grupos radicales suníes, sobre todo el Estado Islámico.
El peón libanés de Irán, Hezbolá, la entidad terrorista más potentemente armada del mundo, lucha hombro con hombro con las fuerzas del régimen de Asad. Junto a la República Islámica, el grupo islamista ha estado tratando de establecer bases terroristas en el sur de Siria para poder lanzar desde allí ataques contra Israel.
Teherán no sólo se ha estado valiendo de la red de la Fuerza Quds para enviarle misiles y cohetes a Hezbolá, en el sur del Líbano; también le ha entregado a Hamás decenas de millones de dólares para que siga excavando túneles desde Gaza hasta Israel que la organización empleará en futuros ataques en los que asesinará y secuestrará a israelíes.
Los planes de Irán están claros: pretende utilizar su creciente red regional para controlar toda la zona, y servirse de sus peones para atacar, de manera indirecta, cualquier país que se interponga en su camino, mientras se presenta a sí mismo como un socio razonable de Estados Unidos y de Occidente en la guerra contra el Estado Islámico.
Mientras que la comunidad internacional, en general, ha guardado silencio respecto a la profusa intromisión de Irán en toda la región, los protagonistas locales amenazados por estas acciones sí que han respondido.
Una coalición suní de fuerzas aéreas árabes, encabezadas por los saudíes, ha iniciado una guerra aérea contra las milicias huzis del Yemen en las últimas semanas para tratar de frenar su avance, de momento con un éxito limitado. Los rebeldes huzis han contraatacado: esta semana lanzaron fuego de mortero y cohetes Katyusha contra una localidad de Arabia Saudí; escuelas y edificios de viviendas resultaron afectados, y los saudíes se vieron obligados a cerrar un aeropuerto local.
Según la información aparecida en medios internacionales, que no ha sido confirmada por Israel, al parecer en los cielos sirios se divisaron hace poco cazas israelíes que, en una operación encubierta, atacaron cargamentos de armas iraníes y sirias destinadas a Hezbolá en el Líbano; se trataría de uno más en una serie de ataques israelíes contra el contrabando de armas avanzadas destinadas a Hezbolá.
También parece que están respondiendo otras fuerzas que no pertenecen a la región. A finales de abril, la Marina estadounidense hizo frente a barcos iraníes que llevaban armas a los huzis del Yemen y los obligó a dar media vuelta. Mientras el P5+1 parece seguir fraguando un lamentable acuerdo nuclear que le dejará a Irán la puerta abierta a la obtención de armas nucleares, las agresiones cometidas por la República Islámica siguen siendo ampliamente ignoradas.
© Versión original (inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: elmed.io
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