Samuel Auerbach
Entre las grandes virtudes de la humanidad, figura la de haber producido personalidades que la beneficiaron en múltiples aspectos. En el aspecto musical hubo genios que agregaron dulzura a la vida.
Me pregunto si cuando escuchamos una pieza musical que nos agrada, es indispensable asociarla a su autor. ¿Es necesario pensar en él, en su personalidad? No siempre se hace.
Y si se hace es sólo para satisfacer una curiosidad. Sacarlo a colación no influirá para nada en el goce que su obra pueda producir. Una obra puede no gustar, aunque su famoso autor tuviese un limpio pasado, y, por el contrario, podrá deleitarnos aunque el que la hizo sea un beodo o un malvado.
Pero cuando un especial odio se siente por ese autor, un velo de color gris que brota de la subconsciencia se opone a que el producto de su genialidad les produzca placer. Más aún, esa bella música se transforma en horroroso ruido.
Si estamos de acuerdo que ese odio es justificado, no podemos censurar a los que rechazan esa música, por más bella que sea. Es muy difícil, en este caso, no recordar al autor cuando se trata de apreciar su obra. Es fácil adivinar que me refiero a Richard Wagner y su magnífica producción.
Hitler amaba a Wagner. Entre los que vivieron esos terribles momentos del holocausto y aún lo pueden recordar, se justifica que su profundo trauma les prohiba escuchar su música. Pero no se justifica en los que sólo fueron espectadores de su doloroso pasado, o sólo escucharon sus tremendos relatos, aunque hay que reconocer que la predisposición influye fuertemente en las apreciaciones. A veces la animadversion hacia un autor hace que su obra no parezca tan hermosa ni produzca el placer que a otros produce.
Sin embargo, yo pienso que vale la pena el esfuerzo de separar la obra de su autor. Privarnos del placer que nos produce una bella sinfonía porque su autor fue antisemita, es, en este caso, hacerle boycot a un difunto al que nada ya le puede perjudicar.
Además, si Wagner viviera, su antisemitismo lo haría morir de rabia viendo cómo su obra sirve para deleitar a los judíos.
Samuel Auerbach
Natanya, Israel
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