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Diplomacia: Netanyahu y 'El Libro de Por Qué'


Herb Keinon 

Jpost.com  

27/05/2011

netanEl corresponsal  de diplomacia del ‘Jerusalén Post’ examina las razones por las que se tomaron ciertas decisiones y el éxito de la visita.

 

WASHINGTON – Cuando el Primer Ministro Binyamin Netanyahu se apresuró a dar una, sin precedentes, aguda respuesta al discurso sobre Medio Oriente de este último jueves a la noche del presidente de EE.UU. Barack Obama, tan sólo dos horas antes de abordar un avión para reunirse con el presidente, fue claro que este viaje de cinco días del primer ministro, a la capital estadounidense, iba a ser diferente a cualquier otro.

Y, en efecto, lo fue. Desde las sorpresas en el pre-embarque, que incluyeron la referencia de Obama a un retorno a las fronteras de 1967 y la airada reacción de Netanyahu, hasta la sorprendente reunión con los medios de comunicación, después de su reunión en la que Netanyahu, esencialmente, le dijo a Obama que estaba equivocado; hasta las aclaraciones de Obama a AIPAC y su explicación de que Netanyahu había tergiversado lo que dijo; hasta la recepción abrumadoramente cálida que Netanyahu recibió en el Congreso – este viaje fue excepcional.

Aún así, está lleno de preguntas. En el mundo de la diplomacia, las cosas, generalmente, no simplemente suceden. Se piensan cuidadosamente, se consideran, se sopesan. Y tienen razones. Como tales – cuando se revisan los principales acontecimientos del viaje de 2011 de Netanyahu a Washington – es ilustrativo hacer una simple pregunta: ¿Por qué?

¿Por qué Obama sorprendió a Netanyahu, con un discurso que, claramente, declaraba a las fronteras de 1967 como base de negociación?

De todos los «por qué», éste es, quizás, el más difícil de responder, sobre todo dado que las fuentes cercanas al primer ministro habían estado diciendo, durante varios días antes del viaje, que había una estrecha coordinación entre la Casa Blanca y la Oficina del Primer Ministro con respecto a la sustancia, tanto del discurso de Obama como del discurso de Netanyahu ante el Congreso.

En el análisis final, no la hubo. La estrecha coordinación habría evitado las desagradables sorpresas.

Sin embargo, el discurso de Obama estuvo lleno de ellas: Además de la referencia a 1967, también hubo una falla al no excluir conversaciones con un gobierno palestino que incluya a Hamas, y la falta de voluntad para establecer un claro señalamiento sobre la cuestión de los refugiados diciendo – como George W. Bush lo hizo una vez – que los descendientes de refugiados palestinos de 1948 volverían a un estado palestino, no a Israel.

Una razón ofrecida para explicar la sorpresa, fue el temor de la Casa Blanca que, si la información se compartía con la Oficina del Primer Ministro unos días, no horas, antes de que se pronunciara el discurso, entonces habría filtraciones, provocando una cadena de acontecimientos que habrían alterado el contenido del discurso – contenido en el que Obama cree.

De acuerdo a una alta fuente diplomática, la Casa Blanca ve el conflicto palestino-israelí a través del siguiente prisma: el Presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, tiene la voluntad de hacer la paz, pero no el poder; Netanyahu tiene el poder, pero no la voluntad.

Las tácticas presidenciales, por lo tanto, se basan en la hipótesis general. ¿Cómo dar a Abbas el poder y a Netanyahu la voluntad?

Bueno, una forma de dar a Abbas el poder es no debilitarlo a los ojos de su público – que un inequívoco «no» a la cuestión de los refugiados habría hecho. Otra forma es no descartar por completo a Hamas, sobre todo cuando la reconciliación Hamas-Fatah es tan popular en la calle palestina.

Una tercera forma de dar poder a Abbas es elevar su prestigio entre su pueblo – algo que se lleva a cabo adoptando una posición que ha propuesto durante meses: un retorno a las líneas de 1967, con intercambios mutuamente acordados, como base para las negociaciones.

¿Y cómo, si se es Obama, se le impone a Netanyahu la voluntad para hacer la paz? Mostrándole la posición de EE.UU.; arrinconándolo, forzando su mano.

Qué es lo que Obama hizo. El tiempo para posponer las cosas ha pasado, al parecer Obama dijo la noche del jueves, «quiero ver acción ahora» – y luego estableció en qué dirección quería ver la acción. Esto, pensó, inyectaría un poco de voluntad en un Netanyahu que veía como recalcitrante.

Desde que asumió el cargo en enero de 2009, las políticas de Obama sobre Israel parecen infundidas por el supuesto – largamente popular entre algunos expertos y líderes de la oposición israelíes – que el público israelí nunca toleraría un enfrentamiento directo con un presidente de EE.UU. y, si se llegara a eso, el público se unirían en torno al presidente, en lugar de su primer ministro, de modo de no arriesgar la vital relación EE.UU.-Israel.

Con esto asumido, el presidente no tenía ningún problema en sorprender a Netanyahu – desafiando al primer ministro a que se haga cargo. Aparentemente Obama pensó, equivocadamente, que si Netanyahu entraba en una pelea, políticamente perdería en Israel.

¿Por qué eligió Netanyahu entrar en una pelea con Obama, dando una respuesta extremadamente fuerte al discurso sobre Medio Oriente del presidente?

El discurso de Obama pronunciado la noche del jueves fue complejo.

Probablemente sea justo decir que, para la mayoría de las personas que lo vieron por televisión o lo escucharon por radio, no parecía tan atroz.

El ocasional oyente escuchó a Obama pronunciarse en contra de la deslegitimación de Israel y del plan de la AP de ir a la ONU en septiembre en busca de reconocimiento; reafirmar su compromiso con la seguridad del país; y reconocer que el acuerdo Fatah-Hamas planteó «profundas y legítimas» cuestiones para Israel.

Seguro, los ocasionales oyentes escucharon también la referencia a las líneas de 1967, con intercambios mutuamente acordados, y que las cuestiones de Jerusalem y de los refugiados debían ser diferidas para más adelante.

Sin embargo, muchos, probablemente, pensaron que todo eso había sido dicho muchas veces antes.

En realidad, se podría – después de escuchar y leer ese discurso – elegir enfatizar ya sea lo bueno o lo malo, ver el vaso medio lleno o medio vacío. Netanyahu tomó una decisión calculada, centrándose en la parte medio vacía del vaso.

¿Por qué? Primero de todo, porque estaba genuinamente enojado, como se desprende de una furiosa llamada telefónica que mantuvo con la Secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton, después de que fuera informado de lo que contendría el discurso. Netanyahu  se sintió emboscado, como se sintió en su primera visita a la Casa Blanca en mayo de 2009, cuando el presidente lo sorprendió – sin previo aviso – con una demanda de un completo congelamiento de los asentamientos.

Segundo, Netanyahu vio una oportunidad de conseguir apoyo político. Como uno de sus asesores lo dijo en el avión a Washington la mañana del viernes, poco después de la aguda réplica de Netanyahu, «Si tuviera que escribir un titular para la respuesta, diría que el primer ministro restableció el orgullo nacional».

Netanyahu fue a EE.UU. queriendo hacer frente al presidente – sintiendo que, después de las fotos del pasado domingo, de cientos de palestinos corriendo por las fronteras norte del país, habría amplio apoyo público para decirle claramente al presidente que Israel no podía volver a las líneas de 1967 o tolerar cualquier lenguaje insípido sobre Hamas o sobre la cuestión de los refugiados.

Obama, dijo el asesor, simplemente no entiende la psiquis israelí, y su fracaso en encarar el tema de los refugiados – diciendo que esto se tratará más adelante – justo unos días después de que los refugiados corriendo por las fronteras de Israel, mostraron el grado en que él está sordo a la opinión pública israelí.

Netanyahu, por el contrario, entiende al público muy bien, y efectuó sus comentarios para alinearse con la vulnerabilidad que gran parte del país siente. De hecho, una encuesta de Haaretz del jueves mostró que la popularidad de Netanyahu se disparó como consecuencia del viaje a Washington.

¿Por qué, después de emitir esta respuesta, Netanyahu sintió la necesidad de cruzar espadas con Obama, cuando hicieron declaraciones conjuntas tras su reunión del viernes?

Según fuentes israelíes, la reunión del viernes se dividió en dos partes. La primera parte fue una reunión mano a mano de unos 90 minutos, seguida de las declaraciones públicas. La segunda parte fue una conversación adicional de 30 minutos, seguida de un paseo por el césped de la Casa Blanca.

De acuerdo a una versión de los hechos, cuando Obama no pudo aclarar, hasta el grado que Netanyahu consideraba necesario, qué quería decir sobre las líneas de 1967, sobre Hamas y sobre los refugiados, Netanyahu decidió desafiarlo públicamente – diciendo que su llamado de la noche anterior, de un retorno a las líneas de 1967 no iba a aprobarse, y reiterando que un retorno de los descendientes de los refugiados o las conversaciones con Hamas tampoco estaban en ninguna parte de las cartas.

Sin embargo, incluso antes de esa reunión, Netanyahu había dejado en claro, durante conversaciones privadas, que su declaración después de su reunión con el presidente sería muy importante – una indicación, aún antes de la reunión, de que iba a desafiar públicamente a Obama en relación a su discurso. Y, en efecto, fue extraordinario ver que lo hiciera, aún cuando Obama era el anfitrión y estaba sentado junto a él.

La declaración, junto con la reunión, tuvo un obvio impacto, ya que después Obama se sintió obligado a aclarar, ante el AIPAC, lo que quiso decir durante su discurso – aclaraciones que llevaron sus posiciones a estar más de acuerdo con las de Israel.

¿Por qué Obama decidió hablar ante el AIPAC, y por qué dijo lo que dijo?

La decisión de Obama de hablar en AIPAC, tres días después de pronunciar un importante discurso sobre Medio Oriente, es similar a su decisión, en 2009, de ir a Buchenwald después de pronunciar su discurso en El Cairo, sin precedentes para el mundo árabe.

Un patrón está emergiendo: En un foro, pronunciar un discurso al mundo que es difícil para los oídos israelíes y, a continuación, un discurso dirigido a los judíos estadounidenses en otro, al parecer diseñado para reducir las consecuencias.

Mientras que la visita de Obama a Buchenwald en 2009 resonó en los judíos estadounidenses, que fueron tocados por el simbolismo de un presidente estadounidense visitando el campo de concentración, no tocó ninguna cuerda en los israelíes.

Del mismo modo, en su discurso ante el AIPAC, Obama parecía estar tratando, para los judíos estadounidenses, de rellenar los baches que había creado en su discurso sobre Medio Oriente.

Y, por supuesto, un discurso ante el AIPAC tiene un buen sentido político. Obama puede decirles a sus críticos de la izquierda que tuvo la «valentía» de comparecer ante 10.000 apasionados partidarios de Israel y hablar con franqueza acerca de lo que se necesitaba para forjar la paz en Medio Oriente.

Pero, al mismo tiempo, podía decirles a los judíos críticos de sus políticas respecto de Israel, que fue a AIPAC y explicó plenamente lo que quiso decir. Para el mundo, no llamó a Hamas una organización terrorista; para los judíos, sí lo hizo. Para el mundo, no dijo que los bloques de asentamientos quedarían dentro de Israel; para los judíos, insinuó que así sería. Para el mundo, no descartó de una vez por todas, cualquier retorno de los refugiados palestinos; para los judíos, se acercó más en esa dirección.

Obama, a pesar de su bravuconería, durante el discurso, de no tomar el camino fácil y evitar la controversia, sabe que necesitará del apoyo judío en las próximas elecciones: tanto apoyo financiero como votos. También sabe que con su política sobre Israel, corre el riesgo de perder unos pocos puntos porcentuales del 78% del voto judío que obtuvo en 2008, y que esos puntos porcentuales, en estados clave como Florida y Ohio, podrían ser críticos en una estrecha carrera presidencial.

O, como Ari Fleischer, ex portavoz del presidente George Bush, dijo en un panel en la conferencia de AIPAC, si Obama gana 4 a 1 entre los judíos, como lo hizo la última vez, gana las próximas elecciones, si sólo gana 3 a 1 entre los judíos, está en problemas.

Obama fue a AIPAC e hizo sus aclaraciones políticas, con estas consideraciones obviamente en mente.

¿Por qué fue importante el discurso de Netanyahu en el Congreso, especialmente si no iba a tomar ningún curso radicalmente nuevo?

A pesar de que el discurso de Netanyahu del martes no detalló un nuevo programa israelí, fijó marcadores básicos que no son irrelevantes. O, como el propio Netanyahu dijo en conversaciones privadas, lo que estaba tratando de hacer era clavar algunas estacas de política en la tierra, que no serían movidas por los vientos que circulan en la región.

Y esas estacas son: No hay vuelta a 1967, ningún refugiado, nada de Hamas, y la absoluta necesidad de que los palestinos reconozcan a Israel como la nación-estado del pueblo judío.

Sin embargo, hubo algunos otros elementos del discurso que merecen atención.

El primero es que Netanyahu mostró flexibilidad – dijo que estaba dispuesto a ser «generoso» si los palestinos pronunciaban seis palabras clave: «Vamos a aceptar un estado judío».

Segundo, es importante darse cuenta de que Netanyahu nunca habla de desmantelar, destruir o arrancar asentamientos.

En lugar de eso, como le dijo al Congreso, «en cualquier acuerdo de paz real, en cualquier acuerdo de paz que ponga fin al conflicto, algunos asentamientos estarán más allá de las fronteras de Israel.»

Colaboradores cercanos a Netanyahu han dicho en el pasado que, si un millón de árabes viven en Israel, no hay ninguna razón en el mundo por la que un estado palestino deba estar limpio de todos los judíos.

Tercero, cuando habló acerca del futuro estado palestino – diciendo que Israel será generoso acerca del tamaño, pero firme respecto de dónde se ubica la frontera para que las líneas sean defendibles – Netanyahu nunca utilizó la palabra «contigüidad». Esto no fue un descuido, y no está claro exactamente cómo se imagina un vínculo entre la Ribera Occidental y Gaza.

Y cuarto, indicó – por primera vez en público – algún margen de maniobra en Jerusalem, diciendo que si bien «debe seguir siendo la capital unida de Israel», también cree que «con creatividad y buena voluntad se puede encontrar una solución».

Aunque estos puntos son importantes, no le dan su importancia al discurso. La misma proviene de la recepción que recibió el discurso. Que el primer ministro de Israel recibiera una ovación de estrella de rock, de ambos lados del pasillo de ambas cámaras del Congreso, envía un importante mensaje de apoyo, tanto a los amigos como a los enemigos, por igual.

Netanyahu lo sabe, y lo sabía antes de entrar a la Cámara de Representantes. Conocía el valor simbólico de un discurso de un líder extranjero ante una reunión conjunta del Congreso, algo que sólo ocurre unas cuatro veces al año. Sabía que tenía la capacidad retórica para conseguir que los congresistas se pusieran de pie repetidamente.

Sabía que el discurso, y su recepción, llenarían de orgullo a muchos de sus compatriotas – y a los judíos de todo el mundo -, y aumentaría su popularidad en casa.

Y aunque sabía que Obama, probablemente, no aplaudiría el contenido del discurso ni el hecho de que fuera al Congreso a pronunciarlo, apostó a que, a largo plazo, tanto él como el país ganarían más – según su opinión – «diciéndole la verdad al poder».

http://www.jpost.com/Features/FrontLines/Article.aspx?id=222437

Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

Difusion: www.porisrael.org

 
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