Por Israel


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| viernes noviembre 22, 2024

Andrew Roberts, Miembro del Parlamento


CÁMARA de los COMUNES. UK

Andrew-Roberts

Me gustaría hablarles hoy como historiador, porque me parece que el Estado de Israel ha incluido más historia, en sus 62 años en el planeta, que la que muchas otras naciones lo han hecho en seiscientos años. Hay muchas cosas sorprendentes acerca de esta diminuta, luchadora y valiente nación, del tamaño de Gales, pero, lo más sorprendente, es que ha sobrevivido a todo. Al mismo día siguiente en que la ONU declarara a Israel un país, en 1948, cinco países árabes atacaron, y ha estado luchando por su derecho a la vida desde entonces. Y eso es por lo que estamos aquí hoy, para reiterar el derecho de Israel a la legítima defensa, inherente a todos los países legítimos.

Desde Marruecos hasta Afganistán, desde el Mar Caspio hasta Adén, un territorio de 13,5 millones de kilómetros cuadrados, pertenecientes a los miembros de la Liga Árabe, es el hogar de más de 330 millones de personas, mientras que Israel cubre sólo veinte mil quinientos kilómetros cuadrados, y es el hogar de siete millones de ciudadanos, una quinta parte de los cuales son árabes.

 Los judíos de Tierra Santa, por lo tanto, están rodeados de estados hostiles, 650 veces su tamaño de territorio y sesenta veces su población; sin embargo, el Estado de Israel, última y mejor esperanza de poner fin a dos milenios de persecución internacional, ha sobrevivido de alguna manera. Cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, la isla de Malta atravesó tres terribles años de bombardeos y destrucción, fue galardonada con la Medalla George por su valentía; hoy a Israel debería otorgársele una condecoración similar por defender la democracia, la tolerancia y los valores occidentales, en contra de un ataque asesino que ha durado veinte veces más; Jerusalem es el sitio del Templo de Salomón y el de Herodes. Las piedras de un palacio construido por el propio Rey David, aún ahora, se están descubriendo fuera de las murallas de Jerusalem. Todo lo que hace que un estado-nación sea legítimo – derramamiento de sangre, labranza de la tierra, dos mil años de residencia continua, acuerdos internacionales – argumenta a favor del derecho de Israel a existir, pero eso sigue siendo negado por la Liga Árabe. Para muchos de sus gobiernos, que son lo suficientemente ricos como para haber tenido económicamente resuelto, hace décadas, el problema de los refugiados palestinos, es útil tener a Israel como chivo expiatorio para desviar la atención de la tiranía, el fracaso y la corrupción de sus propios regímenes.

La trágica verdad es que tener a los palestinos sufriendo la condición de refugiados permanentes, se adapta muy bien a los estados árabes que, cada vez que Israel presenta soluciones viables, han sido obstaculizadas por aquellos cuyos intereses ponen la destrucción de Israel antes que el verdadero bienestar de los palestinos. Tanto el rey Abdullah I de Jordania como Anwar Sadat de Egipto fueron asesinados, cuando intentaron llegar a algún tipo de acuerdo con un país, que la mayoría de la gente cuerda acepta ahora que no va a desaparecer.

«Le debemos a los judíos», escribió Winston Churchill en 1920, «un sistema de ética que, aún cuando se separara completamente de lo sobrenatural, sería, incomparablemente, el bien más preciado de la humanidad que equivale, de hecho, a los frutos de toda la sabiduría y el aprendizaje en su conjunto”. La contribución judía a las finanzas, la ciencia, las artes, la academia, el comercio y la industria, la literatura, la filantropía y la política, ha sido sorprendente en relación a su diminuta cantidad. A pesar de que constituyen menos de la mitad del uno por ciento de la población mundial, los judíos, entre 1901 y 1950, ganaron el 14% de todos los Premios Nobel de Literatura y Ciencia y, entre 1951 y 2000, los judíos ganaron un 32% de los Premios Nobel de Medicina, el 32% de los de Física, el 39% de los de Economía y el 29% de los de Ciencia. Ésto, a pesar de que tantos de sus más grandes intelectos murieron en las cámaras de gas.

 

La civilización tiene con el judaísmo una deuda que jamás podrá pagar, y apoyar el derecho a existir de una patria judía, es lo mínimo que podemos ofrecer. Sin embargo, tendemos a tratar a Israel como a un leproso en la escena internacional, sólo porque se defiende, y lo amenazamos con boicots académicos si construye un muro de separación que, hasta ahora, ha reducido los ataques suicidas en un 95% en tres años. Es una vergüenza que ningún miembro de alto rango de la Familia Real haya realizado una visita oficial a Israel, como si el país estuviera todavía en cuarentena, después de más de seis décadas. Su Majestad la Reina ha estado en el trono durante 57 años y, en ese tiempo, ha realizado 250 visitas oficiales a 129 países, pero todavía no ha puesto un pie en Israel. Ha visitado 14 países árabes, por lo que no pudo haber sido porque no estaba en la región. Aunque la madre del Príncipe Felipe, la Princesa Alicia, está enterrada en el Monte de los Olivos, debido a su condición de Justa entre los Gentiles, el Ministerio de Relaciones Exteriores ordenó que su visita a la tumba de su madre, en 1994, debía ser sólo a título privado. Las visitas Reales son una de las formas en que se confiere legitimidad a las naciones, y el gobierno de coalición debería terminar con el boicot de facto del Ministerio de Relaciones Exteriores. Después del Holocausto, el pueblo judío tomó conciencia de que debe tener su propio estado, una patria donde pueda estar a salvo, para siempre, de la repetición de tales horrores. Poner su confianza en la civilización occidental nunca más será suficiente. Desde entonces, Israel ha tenido que luchar, no menos de cinco guerras importantes, por su mismísima propia existencia.

Ha estado en la línea del frente en la guerra contra el terrorismo y ha estado luchando las batallas de Occidente para Occidente, décadas antes de que ocurrieran el 11/9  o el 7/7. El islamismo radical nunca aceptará el concepto de un estado israelí, por lo que la lucha es probable que continúe durante otros sesenta años, pero los judíos saben que eso es menos peligroso que confiar su seguridad a cualquier otro.

Muy a menudo, en Gran Bretaña, sobre todo cuando se enfrenta con la parcialidad abrumadoramente anti-israelí, que es endémica en nuestros medios de comunicación, liberales, y en la BBC, no somos capaces de preguntarnos ¿Qué habríamos hecho si estuviéramos en su posición? La población del Reino Unido, de 63 millones, es nueve veces mayor que la de Israel. En julio de 2006, por poner un ejemplo al azar, Hezbollah cruzó la frontera de Líbano hacia Israel, mató a ocho soldados patrullando y secuestró a otros dos, y ese verano, disparó cuatro mil cohetes Katyusha contra Israel que mataron a otros cuarenta y tres civiles.

Ahora, si multiplicamos esos números por nueve para obtener el equivalente británico, sólo imaginen lo que habríamos hecho si una organización terrorista, con base tan cerca como Calais, disparara treinta y seis mil cohetes sobre Sussex y Kent, matando a 387 civiles británicos, después de matar setenta y dos soldados británicos en una emboscada y capturar a dieciocho.

No hay absolutamente ningún extremo al que nuestro Gobierno no llegara para proteger a los súbditos británicos en esas circunstancias, y también tendría el derecho de hacerlo. ¿Por qué se espera que Israel se comporte de forma diferente?

En el curso de la investigación para mi último libro sobre la Segunda Guerra Mundial, recientemente visité Auschwitz-Birkenau. Caminando a lo largo de una línea de barracas y el apartadero del ferrocarril, donde sus antepasados ??habían trabajado, muerto de hambre, habían sido golpeados, congelados y gaseados hasta la muerte, había un grupo de escolares judíos, uno de los cuales llevaba sobre su hombro la bandera de Israel, una estrella azul de David sobre fondo blanco. Fue una visión profundamente conmovedora, porque es la independencia soberana, representada por esa bandera, la que garantiza que la obscenidad del genocidio que mató a seis millones de personas en Auschwitz, y otros campos como ése – nunca más le sucederá al pueblo judío, al que el resto de la civilización le debe tanto.

Dije al principio que les estaba hablando a ustedes como un historiador, y por eso digo: Ningún pueblo en la historia ha necesitado el derecho a la legítima defensa y la legitimidad más que los judíos de Israel, y es lo que nosotros, en Amigos de la Iniciativa Israel, demandamos hoy

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Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld

Difusion: www.porisrael.org

 
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