La estupidez humana tiene varias formas de manifestarse. Aunque hay una que es compartida por muchos: el odio al “otro”, ya sea como forma de “consuelo”, de “autoafirmación”, de “explicación” de todo lo malo que los afecta (o creen que los afecta).
Ese “otro”, desde hace siglos y siglos, ha sido, en muchas ocasiones, el judío: los libelos que valen para una cultura, un continente, valen para otros. Es, pues, un odio “unificador”, extensamente compartido. Objetivo fácil – siempre ha sido minoría entre mayorías (salvo, en la Historia moderna, a partir de la creación del Estado de Israel) -, se ha convertido en un lugar común del aborrecimiento.
Este odio, esta estupidez – porque todo tiene su nombre; siendo el primero un reflejo de la segunda (de sus limitaciones implícitas, de su búsqueda de “salidas” simples) – no se limita a un único ámbito (en ello, también es universal). Así pues, la semana pasada se mostró en un artículo de opinión de Xavier Bosch, publicado por el diario Mundo Deportivo (17/06/2015), a propósito de las elecciones presidenciales en el Fútbol Club Barcelona.
En el mismo, Bosch decía:
“Deseo, pues, un Barça que siga independiente del poder político, pero también del poder mediático y económico. Un Barça que no ceda a los chantajes de los grupos de comunicación o de los gigantes audiovisuales. Un Barça, también, al margen de ‘lobbys’ que, por tener dinero ilimitado e influencia desmesurada, quieren gobernar el mundo y las instituciones importantes. Es decir, si decidimos que Qatar no es digno de seguir en la camiseta, que sea con argumentos ideológicos o de leyes de oferta y demanda del mercado, pero no porque el ‘lobby’ judío imponga las reglas a nuestro presidente. Ya tuvimos agentes del Mossad en el club durante demasiados años y, por ahora, no pretendemos ser el Maccabi”.
Bosch hablaba de tomates (o del Barça) y pasó a hablar de astrología (o de libelos y fabulosas teorías de la conspiración; de Farsas). Y todo, para defender a la dictadura catarí y los negocios que el club de sus amores hace con la misma.
Así, en el resbalón de Bosch desde periodismo a los abismos del odio rancio, el único hecho es que Qatar – poder político, en tanto entidad política; y económico, en tanto monarquía petrolera– publicita su línea aérea de bandera en la camiseta del club (antes de ello, había sido la también catarí Qatar Foundation). ¿Cuáles serán los “argumentos ideológicos” para Bosch – que sí aplica a continuación? ¿Que se trata de una dictadura? ¿Que según informaba el diario español La Vanguardia el 24 de diciembre de 2014, “un inmigrante nepalí muere cada dos días en las obras para el Mundial de fútbol del 2022en Qatar? ¿Que, tal como comentaba CAMERA comentaba, un artículo de diciembre de 2014 publicado por el Wall Street Journal “se adentraba en el importante tema del rol de Qatar en el fomento de la inestabilidad y el radicalismo”?
Es decir, hechos.
Pero de pronto, ante lo fáctico, ante lo que contradice sus “deseos”, Bosch saca del baúl de los odios y los libelos – donde la obligación de citar fuentes, de brindar pruebas queda aparentemente cancelada -, al “lobby” judío, ese titiritero mundial ineficaz, puesto que es “descubierto”, indefectiblemente, vez tras vez. Esa es la explicación de todo lo malo que sucede alrededor del Barça, como, por ejemplo, la turbiedad (caso Neymar, por ejemplo) dentro del club. Un mal imaginario, todopoderoso, es motivo de contratiempos, de tropiezos; es el que empuja – con maquinaciones e intrigas – a que se cometan irregularidades, a que la camiseta del club, que a principios de los 2000 no llevaba publicidad – y que luego llegó a un acuerdo con UNICEF -, terminara entregándose a la propaganda de un emirato totalitario. Un mal que, al ser tan “poderoso”, no deja de transfundir importancia al propio club, como una entidad que es “más que un club”.
¡Y mientras tanto, el servicio secreto israelí campaba a sus anchas en el club! ¿Algún jugador del Barça será en realidad un agente del Mossad dotado para el fútbol? ¿Será que el Mossad pretende convertir al Maccabi en una potencia futbolística y por ello espía los métodos del Barça – ello aunque el Mossad tenga tanto que ver con el Maccabi como el MI-6 con el Chelsea FC o el Direction générale de la sécurité extérieure con el Paris Saint Germain…?
El filósofo francés Michel de Montaigne escribió que “nadie está libre de decir estupideces, lo malo es decirlas con énfasis”. Sí.
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