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| domingo diciembre 22, 2024

Amia: una conmovedora antimarcha «hasta que la justicia sustituya a la impunidad»

Una intervención artística, este mediodía.Ochenta y cinco jóvenes caminaron hacia atrás desde Tribunales hasta la Amia, en una metáfora del estado de la causa.


Ojos llorosos. Lágrimas que se contienen con un enorme esfuerzo. Son muy jóvenes y están muy serios. Son 85 chicos y chicas que forman parte de la “La Antimarcha”, la expresión de arte político diseñada por el artista Mookie Tenenbaum este mediodía porteño. Uno por cada víctima fatal del atentado a la AMIA el 18 de julio de 1994.

Pasaron 21 años sin justicia, por eso la edad también es simbólica: son todos menores de 21 años. No habían nacido aquel día que los adultos nunca olvidaremos. Por eso no tienen recuerdos vivenciales y conocen la tragedia por el relato de otros.

La marcha se demora unos minutos a la espera que la prensa termine de hacer su trabajo. Comienzan a juntarse curiosos atraídos por los jóvenes silenciosos, que no hablan con los periodistas y están vestidos con un piloto celeste, color que remite a la identidad argentina. Elio Kapszuk, curador del Espacio de Arte AMIA, y colaboradores de la institución reparten tarjetas y pines celestes con la leyenda: “La Antimarcha. Una performance de Mookie Tenembaum. Amia 21 años.Omisión cumplida”.

Algunos desprevenidos preguntan qué pasa, al ver la profusión de cámaras. Y los chicos tienen una expresión sombría. A lo largo de la caminata hacia atrás, desde la sede del Palacio de Justicia, en la calle Talcahuano al 500, y hasta la AMIA, en Pasteur 833, a unas 15 cuadras, la gente se detiene, saca fotos, siempre en silencio. Los únicos ruidos provienen del tránsito y las sirenas de la policía que abre paso. Al final de la performance rechazan contestar preguntas. Están muy movilizados. Clarín se aproxima a una chica y a un chico, pero apenas pueden articular las palabras “dolor”, “justicia”, “respeto”. Se les quiebra la voz y las lágrimas se les escapan a pesar de que procuran mantenerse serenos.

Clarín habla con Kapszuk. “Todos los años convocamos a un artista para dar cuenta de ese efecto corrosivo del olvido, desde la inserción de arte y memoria. La intención de esta performance es volver a lo que pasó el 18 de julio de 1994 y seguir reclamando justicia”.

Cada joven simboliza a una víctima fatal del atentado, que además dejó 300 heridos. Leyó su historia, conoce cada detalle de su biografía y siente una gran responsabilidad. “El arte es una herramienta, en este caso, para hacer retroceder el tiempo. Hace tiempo que venimos trabajando con chicos muy jóvenes, que no tienen memoria vivencial. Dice Mookie que cada 20 años hay un cambio generacional. Estos chicos no tienen posibilidad de reforzar sus recuerdos, pero el paso del tiempo no te deja estático. En este caso nos lleva a retroceder. Esta performance no es una manifestación, sino una convocatoria a reflexionar a partir de lo que a cada uno le pase cuando vean a 85 personas marchando hacia atrás”.

Y así seguirán: rebobinando el tiempo una y otra vez hasta que la justicia sustituya a la impunidad. Porque como dice Kapszuk, “nuestros muertos volverán a morir hasta que se haga justicia”

 
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