Es difícil hallar las palabras para expresar la angustia que nos oprime el corazón. Y la preocupación por los tiempos difíciles que probablemente se avecinen. Y la ira y desesperación por ver que viven entre nosotros, los hombres y mujeres normales, quienes se consideran con derecho y hasta obligación de obrar en nombre de Dios en la Tierra, manchando por cierto los principios básicos de la Fe. De cualquiera.
Amanecimos con las terribles noticias sobre el atentado terrorista cometido en la aldea Duma , al sur de Nablus en Cisjordania, por desconocidos que las autoridades israelíes estiman eran extremistas de ultraderecha judíos, atentados en el que murió un pequeño bebé palestino, Ali Dawabshe, de tan solo un año de edad, y sus padres y hermano resultaron gravemente heridos.
Según testigos presenciales, cuatro personas rompieron los vidrios de una casa de familia , lanzaron hacia el interior botellas incendiarias y dejaron su firma: «Venganza», escrito en letras hebreas, y un dibujo de la Estrella de David. Alguien recordó en la radio pública israelí, que este viernes se cumplía un mes del asesinato de Nadav Rozenfeld, un joven israelí, no lejos de allí, en un atentado palestino. Un palestino local relató que intentaron perseguir a los atacantes en Duma, pero no consiguieron alcanzarlos.
Los heridos, o sea los jóvenes padres y el hermano del bebé muerto, fueron internados primero en el hospital Rafidie de Nablus y luego en el Tel Hashomer junto a Tel Aviv en Israel. Allí los visitaban hoy el Presidente de Israel Reuven Rivlin y el Primer Ministro Benjamín Netanyahu, así como otras figuras israelíes, que sabían evidentemente no podrían hablar con ellos, pero que con su presencia, quisieron transmitir un mensaje de repudio y condena.
Toda la plana mayor de Israel parece salirse de sí para buscar los términos más categóricos y firmes de condena. Sin entrar en las citas de todos y cada uno, quizás el común denominador es lo semántico: desde el Presidente, hasta Netanyahu, el Ministro de Defensa y políticos diversos de derecha e izquierda, todos sostienen que el ataque fue un atentado terrorista y debe ser tratado como tal.
Lo imperioso no es sólo que se capture a los asesinos, sino que se actúe con ellos con todo el rigor de la ley, como cuando los terroristas son palestinos y atacan israelíes.
No debemos consolarnos con que es la primera vez que hay un ataque de este tipo en Cisjordania. Aquí el punto no es la comparación con los terroristas palestinos, que siempre buscaron a los civiles como su blanco principal. Merecen no pocas críticas los representantes de la Autoridad Palestina que culpa al gobierno de Israel por lo sucedido, aunque sabe que ellos en el gobierno palestino, transmiten constantemente a su pueblo el mensaje que los terroristas que cometieron atentados contra israelíes son héroes y ejemplos a seguir. De allí no salen condenas en los términos firmes y categóricos que oímos hoy de parte de todo el espectro político israelí.
Pero hoy el desafío central es garantizar que el grupo que está detrás de esta barbaridad, sea por iniciativa particular o como parte de una organización radical judía, comprenda que deja de ser parte del pueblo. Claro está que deben ser detenidos y llevados a prisión hasta que se pudran en una celda. Pero además, todo aquel que se manifiesta en favor de acciones de ese tipo, alegando que con ello defiende los intereses de Israel, debe ser vomitado de la sociedad. Esos energúmenos peligrosos, inmorales e irresponsables, deben sentirse aislados, repudiados, marginados totalmente.
Y el gobierno, sus brazos de seguridad, sus responsables del orden y de la ley, deben traducir todas las dignas condenas y expresiones de repudio de este viernes, en acciones concretas para que nadie ose repetir algo así. Debe haber tolerancia cero, ninguna actitud permisiva o blanda ante quienes son capaces de concebir un horror de este tipo.
Lo que complica más aún la situación, es que a todo esto habrá que agregar el alerta ante nuevos atentados contra israelíes, que extremistas palestinos presentarán ahora como venganza por la muerte del pequeño Ali, como si precisaran excusas para hacer terrorismo.
La angustia que nos embarga por esta difícil situación, se sumó a la que sentimos el jueves al atardecer, cuando un extremista ultraortodoxo logró infiltrarse en la Marcha de Orgullo Gay en Jerusalem y apuñalar a seis participantes, una de ellas una jovencita de 15 años que aún corre peligro de muerte. Es increíble pensar en la dimensión de la falla en la policía israelí, que por un lado hizo un impresionante despliegue de efectivos para garantizar la seguridad del evento, y por otro se equivocó en la parte de Inteligencia.
Es que el responsable del ataque, es el mismo individuo religioso que hace diez años apuñaló a tres personas en la marcha de aquel momento, fue preso y hace tan solo tres semanas salió de la cárcel. Pero en ningún momento dejó de hablar contra «la marcha de la repugnancia que ensucia e impurifica la ciudad de Dios», según sus términos, por lo cual debían haberlo seguido y sabido que tenía que estar bajo control antes de la marcha de este jueves.
Suena un tanto ingenuo, pero nos preguntamos a veces, cuando aparecen estos «iluminados», por más minoritarios que sean en el público general, quién les permitió ser tan selectivos en la representación de Dios en la Tierra..¿Del «no matarás» no se enteraron?
Que Dios nos proteja de los enajenados que alegan representarlo.
Hay que acabar con el fanatismo, sea del lado que sea.