De los múltiples aspectos explorados del conflicto palestino-israelí -la saga política contemporánea posiblemente más cubierta por la prensa internacional- destaca uno por su pobrísima cobertura: el rol de la propia prensa en el mismo. Ello es lógico en cierto sentido, pues tal cosa supondría esperar que los propios periodistas que cubren el conflicto evaluasen su propio profesionalismo. Eso no sería necesario si el reportaje periodístico fuese objetivo, pero como desafortunadamente no sólo suele no serlo sino que, podemos argumentar, tiende a ser marcadamente subjetivo, la necesidad de monitorear la conducta profesional de los propios cuadros de prensa se torna imperativa.
A juzgar por el comportamiento de muchos (demasiados, quizás) medios de prensa ante la disputa entre palestinos e israelíes, podemos concluir que muchos (demasiados, quizás) periodistas han tomado una postura, abrazado una causa, elegido a una víctima y a un victimario, y supeditado su requerida mirada objetiva ante los hechos a sus preferencias ideológicas particulares. Es decir, que han abandonado el rigor informativo y la neutralidad profesional en aras de un cabildeo de raíz ideológica a favor de una de las partes. Ello redunda en una brecha fenomenal entre los acontecimientos en Israel/Palestina y la manera en que estos son reportados. Puesto que la realidad ya no está siendo reportada como tal sino en función de los gustos ideológicos y prioridades políticas de los reporteros. La consecuencia primera de semejante conducta inaudita es la propagación de una ficción. Esta “historia” construida a partir de una mirada sesgada y politizada ha cobrado vida propia y es perpetuada por la misma cobertura defectuosa, continuamente replicada en diario tras diario, radio tras radio, televisor tras televisor urbi et orbi.
Como es usual, esto alcanza su nadir en tiempos de confrontaciones. Durante la última guerra entre Hamas e Israel (julio-agosto 2014) la mayoría de los medios masivos de comunicación centraron su atención en el padecimiento palestino ocasionado por la aviación israelí dentro de la Franja de Gaza. Las imágenes más divulgadas fueron aquellas que mostraban la devastación de la franja, los edificios demolidos por las bombas israelíes, las marchas fúnebres del pueblo palestino, el dolor de las madres que despedían a sus hijos. Esa cobertura usualmente estaba acompañada por informes de fondo sobre las condiciones económicas paupérrimas de los gazatíes, las que se atribuyeron al bloqueo israelí de las fronteras palestinas. (Notablemente ausentes o minimizadas estuvieron las menciones al bloqueo egipcio de la franja). Las razones de esa guerra, la naturaleza del conflicto, la disímil conducta bélica de las partes y otros factores de importancia vital para comprender los hechos fueron mayormente dejados de lado.
Por ejemplo: la Carta de Alá, el documento fundacional del Movimiento de Resistencia Islámico Hamas, grupo fundamentalista terrorista hermanado ideológicamente (aunque no operativamente) a Al-Qaeda, Estado Islámico, Boko Haram, etc, fue sólo ocasional y fugazmente citada por la prensa. Pero ese manifiesto es crucial para entender los objetivos políticos de una de las partes en disputa. Esa Carta dice que el día del juicio final llegará cuando los judíos (así, no los israelíes) se ocultarán tras rocas y árboles y estos clamarán a los musulmanes que vayan a matarlos donde quiera que se encuentren. Esa Carta afirma que la misión del Hamas es liberar la tierra palestina desde el río Jordán al mar Mediterráneo, eufemismo para la destrucción del estado de Israel. Esa Carta asegura que la paz y las negociaciones y conferencias de paz entre palestinos e israelíes son contrarias al Islam. Esa Carta acusa a los judíos de haber fomentado la revolución francesa y la revolución bolchevique. ¿Acaso no luce relevante informar a las audiencias al respecto? Educar a propósito de la intransigencia política y religiosa de una agrupación terrorista que gobierna a un millón y medio de palestinos y que inició tres guerras contra Israel desde una zona territorial abandonada unilateralmente por los israelíes años atrás parecería ser algo periodísticamente valioso. Y sin embargo, muy pocos medios de prensa informaron al respecto y cuando lo hicieron, lo hicieron muy al pasar.
Por ejemplo: como hizo en el pasado, Hamas escondió combatientes y arsenales en zonas densamente pobladas de civiles. Para evitar o minimizar víctimas civiles palestinas, el ejército israelí lanzó desde el aire panfletos en árabe advirtiendo que atacaría tal zona y llamó telefónicamente a los habitantes de los edificios en los que miembros de Hamas se ocultaban para advertirles que ese edificio sería próximamente atacado. Aquí parte del texto de uno de tales panfletos arrojados sobre Gaza por la aviación israelí:
“Por su propia seguridad, se le requiere vacar su residencia inmediatamente y dirigirse hacia la Ciudad de Gaza antes de las 8am el miércoles 16 de julio de 2014. Las FDI no quieren lastimarlo a usted o a sus familias. La evacuación es por su propia seguridad. Usted no debería regresar a la zona hasta nuevo aviso. Quienes desconsideren estas instrucciones y fracasaran en evacuar inmediatamente ponen en peligro sus propias vidas, así como las de sus familias.”
A continuación la fuerza aérea disparaba un misil sin carga explosiva que, al impactar en el objetivo, servía de alerta a los residentes para que se diesen a la fuga. Recién entonces era lanzado el misil real. Esta técnica llevó por nombre “golpe en la puerta” en la jerga castrense israelí. En los anales de la historia militar es difícil hallar ejemplo semejante de sensibilidad hacia una población enemiga. Y sin embargo, la noticia apenas fue divulgada por la prensa internacional.
Tristemente, tampoco recibió demasiada cobertura, si alguna, la reacción de Hamas, cristalizada en este comunicado de su Ministerio del Interior, publicado en la prensa gazatí: “El Ministerio de Interior advirtió a los habitantes a no prestar atención a los mensajes que las Fuerzas de Defensa israelíes transmiten a través de teléfono a los ciudadanos según los cuales deben desalojar sus viviendas inmediatamente [antes de los bombardeos]… El Ministerio solicita a los ciudadanos no prestar atención a esos mensajes y no abandonar sus hogares”.
Por ejemplo: Hamas disparó cohetes contra Ashdod, donde está alojada la central eléctrica desde la cual Israel provee de energía a Gaza (aún durante la contienda); contra Jerusalem, lugar de residencia de las mezquitas más sagradas para el Islam y en cuyo nombre en el pasado los palestinos han lanzado intifadas contra los israelíes; y contra el centro atómico en Dimona, ubicado a pocos kilómetros de Gaza, cuya explosión presuntamente detonaría una carga radioactiva que afectaría no solamente a israelíes sino a masas de palestinos, egipcios, jordanos y según soplen los vientos quien sabe a quién más. ¿Por qué esta actitud genocida no fue noticia de interés para la prensa internacional? ¿Por qué la construcción de túneles dentro de Gaza, a lo largo de años, por parte del Hamas no fue reportada? ¿Por qué no hizo la prensa mundial preguntas básicas al liderazgo de Hamas sobre sus intenciones, o acerca de los desvíos del cemento provisto por Israel hacia el armado de túneles de agresión? ¿Por qué no informó sobre el centenar y medio de niños palestinos que murió construyendo esos túneles como mano de obra explotada por el liderazgo de Hamas?
El patrón es claro. El énfasis está puesto en Israel. Los palestinos son noticia sólo en la medida en que sean útiles para hablar de lo que realmente importa a la prensa: Israel. El estado judío es la noticia, no Palestina. El destino, el sufrimiento y las vicisitudes de los palestinos no son relevantes para la mayoría de los medios masivos de comunicación a pesar de que la atención que ello suscita pueda sugerir lo contrario. Si así fuera, entonces los reporteros debieron haber alertado todas las veces que pudieran que los terroristas de Hamas dispararon cohetes y misiles desde zonas residenciales, pues ello ponía en serio riesgo las vidas de inocentes palestinos. Pero no lo hicieron. Tampoco denunciaron -durante semanas- las varias instancias en que combatientes del Hamas amedrentaron a los propios periodistas, amenazándolos si su cobertura echaba luz sobre aspectos indeseados por Hamas. Esto fue finalmente expuesto por la Asociación de Prensa Extranjera de Israel, la que aglutina a todos los corresponsales mundiales allí apostados, recién pasados treinta días de guerra. Decía:
“La APE protesta en los términos más duros los métodos no ortodoxos, enérgicos, incesantes y descarados empleados por las autoridades de Hamas y sus representantes en contra de periodistas internacionales visitantes en Gaza durante el mes pasado. La prensa internacional no son organizaciones de defensa y no pueden ser prevenidas de reportear por medio de amenazas o presiones, negando así a sus lectores y televidentes un panorama objetivo desde el terreno. En varios casos, reporteros extranjeros que trabajan en Gaza han sido acosados, amenazados o interrogados por noticias o información que han reportado a través de sus medios noticiosos o a través de medios sociales. También estamos al tanto de que Hamas está tratando de poner en práctica un procedimiento de ´vetado´ que permitiría, en efecto, poner en listas negras a periodistas específicos. La APE se opone vehementemente a semejante procedimiento”.
Un mes entero, el primero y crítico para formar opinión, pasó sin que un solo lector de diario, radioescucha o televidente supiera que los corresponsales asentados en el terreno estaban siendo presionados por una de las partes en disputa a informar básicamente sólo lo que ésta aprobaba.
El foco de la distorsión no se limita a Hamas y su belicosidad anti-sionista. Las decisiones de la Autoridad Palestina, o acontecimientos en zonas bajo su jurisdicción, son igualmente ignoradas. Más de una vez, actos llevados a cabo en la Universidad Al-Quds, en Jerusalem Oriental, en apoyo a la Jihad Islámica Palestina, contaron con actores palestinos que simulaban ser soldados israelíes abatidos a los pies de militantes que hacían el saludo nazi. La prensa oficial palestina, así como sus currículas escolares, contienen exaltaciones a personalidades terroristas palestinas del pasado que contradicen al espíritu de la coexistencia que cabría esperar de parte de un socio de la paz. Ambas indudablemente constituyen noticias periodísticas de primer orden. Aun así, y a pesar de que son datos importantes para entender la cultura política palestina, este tipo de información es usualmente dejada de lado en la cobertura de medios sobre el conflicto.
Tal como Matti Friedman, un ex corresponsal en la zona ha notado, cien casas que los israelíes construyan en zonas disputadas provocarán mayor interés que cien misiles que los palestinos contrabandeen a Gaza. Los reporteros informarán sobre el último detalle de cualquier caso de corrupción en el gobierno israelí a la par que callarán ante casos similares en el gobierno palestino. Que el presidente palestino Mahmoud Abbas, por ejemplo, lleve seis años en el poder en exceso de lo constitucionalmente permitido y que no haya llamado a elecciones al concluir su mandato legal, no despertará demasiada curiosidad en periodistas que sí observarán e informarán sobre la cantidad de bebidas que consumirá al año el Primer Ministro Benjamín Netanyahu.
La atención desproporcionada dada a este conflicto es notable. La matanza de 1.600 mujeres en Pakistán (cientos de ellas violadas y quemadas vivas) en 2013, las carnicerías del Congo (más de cinco millones de muertos hasta el 2012), La guerra de las drogas en México (60.000 muertos entre 2006-2012), la erradicación de la cultura tibetana en china, u otras disputas en lugares remotos quedan eclipsadas por la cuestión palestino-israelí. Israel ha de reunir la mayor tasa, o una de las mayores al menos, de corresponsal extranjero per cápita. Pero a pesar de ser el conflicto político moderno que más atención periodística concita, la disyuntiva palestino-israelí es la menos comprendida en el campo de la opinión pública mundial. La paradoja aparente tiene una explicación simple: quienes explican este asunto a las audiencias globales lo hacen mal. Aspectos esenciales de la conducta palestina son menospreciados o suprimidos a la vez que toda cuestión referida a los israelíes es magnificada y propagada. El resultado de una mirada desvirtuada sobre los hechos es una imagen falsificada de la realidad. Tras informarse de la prensa, la audiencia internacional cree saber lo principal que hay que saber de este conflicto. En rigor -y precisamente por tomar información de los medios- la opinión pública está escandalosamente desinformada al respecto. Para peor, está instigada a odiar a una de las partes y a simpatizar con la otra.
La prensa internacional ha dejado de ser un observador de la disputa palestino-israelí para convertirse en un actor que hace cabildeo favorable a la parte que ella determinó que es la víctima en el conflicto. Para servir a esa causa elije dejar de lado toda información que podría perturbar esa particular visión de las cosas y pone el zoom sobre los vicios, reales o fantásticos, de la parte despreciada. Esa actitud militante y anti-profesional ha dañado injustamente la imagen internacional de Israel y, aunque los periodistas involucrados no hayan tomado conciencia de ello todavía, está estropeando el ejercicio de una noble y valiosa profesión.
Versión PDF en el link. La traducción al idioma alemán de este ensayo puede verse en la p. 155 del informe.
http://www.daia.org.ar/2013/uploads/documentos/109/informe%20antisemitismo%202015%20%282014%29%20CORREGIDO.pdf
Para occidente , cuando suceden las matanzas en Pakistán es un problema de una gentes raras que viven en el extremo oriente, allá lejos en Asia. Cuando suceden las carnicerías del Congo , es un problema de tribus africanas que se pelean entre si. Cuando la entidad sionista asesina palestinos es toda la civilización de occidente quien asesina a esos palestinos y por eso la indignación del público occidental ante tal barbarie de parte de «los suyos». Es lógico que el público occidental tenga sentimientos de culpa por haber permitido por acción u omisión que sus representantes aprobaran hace 67 años la creación de un estado artificial que no debería haber existido bajo las reglas que conformaron estados naciones en todo el mundo a lo largo de la historia en un lugar donde ya existía su población autóctona que fué expulsada y sigue a día de hoy siendo exterminada por resistirse a esa ocupación al igual que los aztecas fueron exterminados por Cortés. Pero como las costumbres cambian a traves de los siglos, lo que hizo Cortes no sería aceptable hoy por lo cual tampoco puede ser aceptable la conducta de la entidad sionista que es el representante de la civilización occidental de igual manera que los conquistadores españoles hace 5 siglos lo eran antes los «salvajes» americanos.