[Cuerpos de terroristas devueltos la semana pasada. Es un corto camino desde el funeral hasta el cuchillo (Foto: EPA)]
Traducido para porisrael.org por José Blumenfeld
Alrededor de una parcela en un campo no muy lejos del puente Damia en el valle del Jordán, hay una valla con un cartel que dice: «Off Limits – No Entry». Es un cementerio para los caídos del enemigo, que es conocido por los habitantes de los territorios como «Maqburat al-Arqam» (el cementerio de los números).
Desde 1967, cientos de terroristas han sido enterrados allí, con un número impreso en cada tumba. El Ministerio de Defensa tiene el código para convertir los números en nombres y otros detalles.
Desde 1967, Israel ha llevado a cabo una política de conservar los cuerpos de los terroristas que cometieron actos asesinos, creyendo que un día podría tener que utilizarlos como moneda de cambio para la liberación de prisioneros de guerra o cuerpos de soldados. Otras razones fueron el deseo de mostrar a los palestinos de que el terrorismo tiene un precio y evitar la creación de héroes y modelos a seguir.
La demanda de devolver los cuerpos ha sido planteada en cada ronda de conversaciones entre Israel y los palestinos desde 1994. Un comité público dedicado a la devolución de los cuerpos («La Campaña Nacional») se ha establecido, asociaciones que promueven la devolución de los cuerpos están activas en Jerusalén Oriental y en los territorios, y algunos de sus abogados que peticionaron al Tribunal Supremo de Justicia lograron sentencias que obligaron al establishment de defensa devolver alrededor de 50 cuerpos. Otros 90 cuerpos fueron devueltos como un gesto a la Autoridad Palestina, y varias decenas fueron devueltas como parte de los intercambios de cuerpos con Hezbollah.
La sociedad palestina y la inequívoca demanda del liderazgo de devolver los cuerpos de los terroristas es una expresión de apoyo a su actividad y que son vistos como patriotas que merecen ser incluidos en el panteón nacional. Por esta razón, la demanda se hace independientemente de la organización a la que pertenecen, ya sean terroristas de la Jihad Islámica, terroristas suicidas de Hamas, asesinos del Frente Popular o miembros de Fatah. Todos ellos son «shahidim» (mártires).
Y así la devolución de los cuerpos se convierte en un acontecimiento nacional: El cuerpo es confiscado de la familia e instalado en el dominio público. Es recibido en una ceremonia militar oficial por guardias de honor y representantes de alto nivel de la AP, los ataúdes están cubiertos con la bandera palestina y llevados por hombres en uniforme, y una salva de disparos acompaña el funeral.
Es una ceremonia colectiva que se convierte en un espectáculo de solidaridad nacional, junto con expresiones de ira, odio y sentimientos de venganza. Es un corto camino desde el funeral hasta el cuchillo.
En 2012, por ejemplo, Israel devolvió el cuerpo de Izz al-Din al-Masri, el terrorista de Hamas que llevó a cabo el ataque mortal en el restaurante Sbarro en Jerusalén, y su tumba se convirtió en un lugar de peregrinación para los jóvenes palestinos. El funeral de Ahmed Abdel Jawad, el terrorista de Hamas que asesinó a los miembros de la familia Gavish en Elon Moreh en 2002, fue un show nacional de odio hacia Israel. Miles participaron en el funeral de Ayat al-Akhras, un activista de Fatah que detonó explosivos ceñidos a su cuerpo a la entrada de un supermercado de Jerusalén en el año 2002, y se convirtió en una figura ejemplar y un mito de heroísmo.
Así que es difícil entender por qué el establishment de defensa dice que no sirve de nada conservar los cuerpos. Después de conservar los cuerpos durante unos 50 años y utilizarlos como moneda de cambio, afirman con arrogancia moral que «nosotros no negociamos con los cuerpos. Ese no es nuestro método».
Además, los políticos afirman, contrariamente a la opinión del jefe del Shin Bet, que «conservar los cuerpos no sirve a los intereses israelíes y causa daños importantes al discurso de mutua calma entre las partes». En otras palabras, si devolvemos los cuerpos, la ola de violencia terminará. Como si la violenta lucha palestina de estos días fuera la devolución de los cuerpos en lugar de contra la ocupación.
La decisión de devolver los cuerpos sería lógica en el caso de un acuerdo diplomático, como un gesto de buena voluntad, pero no en medio de una ofensiva terrorista. La decisión del nivel político indica debilidad y un deseo de comprar calma a corto plazo.
Los palestinos ven debilidad en esta medida. En la calle palestina hay signos de un sentimiento de victoria en la actual ola de terrorismo. Extraen estímulo del miedo entre el público israelí, de los resultados de la batalla sobre el Monte del Templo y – en los últimos días – de la devolución de los cuerpos de los terroristas. Todo esto no apunta a una calma sino que sirve más bien como una fuente de estímulo para intensificar la ola de terrorismo.
*El Dr. Ronni Shaked, ex corresponsal de Yedioth Ahronoth y comentarista de asuntos palestinos, es investigador en el Instituto de Investigación Harry S. Truman para la Promoción de la Paz en la Universidad Hebrea.
El devolver los cuerpos tiene otra implicación mucho más estremecedora que es que quedaría en evidencia la extracción de órganos como lo ha denunciado el embajador palestino en la ONU, Riyad Mansur, en una carta enviada al secretario general de la organización indicando que los cuerpos de los palestinos asesinados por las fuerzas de la entidad sionista devueltos les faltaban «córneas y otros órganos» . A eso deberíamos agregar las sospechas de médicos judíos también procedentes de la entidad sionista contratados por el Estado Islámico trabajando en hospitales de Mosul en la extracción de órganos de victimas para su posterior comercialización ilegal. Práctica a la que se negaron ser parte los médicos iraquíes y por eso los terroristas del ISIS contrataron a «otros» para tal tabrajo.