Mario Satz
Rabí Abel Azulai de Casablanca había ido a estudiar a Francia la muy noble y prestigiosa carrera de arquitectura. Inteligente y aplicado, en menos de veinte años realizó todo lo que puede desear un judío: certidumbre moral, familiar y profesional. Pero a los sesenta años apareció en su vida un músico vagabundo y ciego, Baba Yehuda Saguí Nahor, quien procedía del interior de Marruecos y tocaba la viella con inusual maestría, instrumento que había heredado de sus antepasados españoles y con el cual acompañaba viejas canciones sefardíes. Acostumbrado a mandar, a ver realizado cada uno de sus proyectos, abdicando por un tiempo de su voluntad Rabí Azulai de Casablanca decidió que serviría al músico ambulante el día que le escuchó esta canción:
La casa del universo tiene
Techumbre de estrellas.
¿Para qué cubrir tu cabeza
cuando la lluvia es de luz?
Mis ojos ciegos enseñaron a mis oídos
El canto estelar del silencio.
-Y así fue como me convertí en su discípulo-solía decir-. Durante el primer año me preguntó todo sobre mí; en el segundo me hizo memorizar un fragmento de la Torá a elección, y en el tercero, en el tercero hizo lo que nadie había logrado hacer jamás conmigo: acalló mi mente. Cuando, una mañana en la que lo acompañaba a hacer su ronda por el mercado le interrogué acerca de cómo lo hacía, me respondió:
-El auténtico silencio, el silencio de verdad extiende una lámina invisible entre tus pies y el suelo, cualquiera sea el lugar que pises. Cuando logras oírlo, en una mínima fracción de tiempo pesas menos y sabes más.
-¿Es ése el canto estelar del silencio?-le pregunté, recordando la canción que me había convertido en su alumno, y él dijo:
-No: eso es dejar que los pies se apoyen en la no intención, posándose como el rocío que en paz llega y en paz se evapora.
Por una coincidencia significativa paseo se dice en hebreo tiul ( lwy= ), palabra que contiene la voz rocío o tal
( l= ), en tanto que lámina, rikúa ( (wqr )procede de la misma raíz que rakía ( ( (yqr ), que quiere decir cielo, firmamento. La lámina a la que alude el músico ciego es una especie de vacío celeste que el silencio profundo evidencia y la atención correcta redescubre entre la planta de nuestros pies y el camino en el que estamos.
QUE FINO