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| lunes diciembre 23, 2024

Vaieshev


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Iaacov se establece en Jevrón con sus 12 hijos. Su favorito es Iosef, de 17 años. Los hermanos de Iosef están celosos por el trato preferencial que recibe, como por ejemplo, del saco multicolor que Iaacov le hizo. Iosef les cuenta a sus hermanos dos sueños que tiene, que profetizan que él esta destinado a gobernar sobre ellos, aumentando la envidia y el odio hacia él.
Shimón y Levi planean matarlo, pero Reuvén sugiere, a cambio, arrojarlo en un pozo, con la intención de volver más tarde y salvarlo. Mientras Iosef está en el pozo, Iehuda lo vende a una caravana de Ishmaelitas. Los hermanos manchan el saco especial de Iosef en la sangre de un cabrito y se lo muestran a su padre, haciéndole pensar que su más querido hijo fue devorado por una bestia salvaje.
Iehuda se casa y tiene tres hijos. El mayor, Er, muere joven y sin hijos, y su mujer, Tamar, es dada en matrimonio a su segundo hijo, Onan. Onan peca al derramar su simiente y, también, muere joven. Iehuda no quiere que Tamar se case con su tercer hijo. Determinada a tener un hijo de la familia de Iehuda, Tamar se disfraza como una prostituta y seduce a Iehuda mismo. Más tarde, Iehuda se entera de que Tamar está embarazada y la manda a matar por infidelidad, pero cuando ella muestra ciertos objetos personales que Iehuda dejó como garantía de pago, él admite públicamente que es el padre. Tamar tiene dos hijos, Peretz (ancestro del Rey David) y Zeraj.
Iosef es llevado a Egipto y vendido a Potifar, el ministro encargado de las carnicerías del Faraón. Di-s bendice todo lo que él hace y pronto es nombrado encargado de todas las propiedades de su amo. La mujer de Potifar desea al muchacho; cuando Iosef se niega a estar con ella, ella le dice a su marido que el sirviente hebreo trató de forzarla, y lo envían a prisión. Iosef gana la confianza de los carceleros, quienes le otorgan un cargo importante en la administración de la prisión.
En prisión, Iosef se encuentra con el Maestro de Coperos y Maestro de Panaderos del Faraón, ambos encarcelados por el rey. Los dos tienen un sueño, que Iosef interpreta; en tres días, les dice, el Maestro de Coperos será liberado y el Maestro de Panaderos será ahorcado. Iosef le pide al Maestro de Coperos que interceda por él ante el Faraón. Las predicciones de Iosef se cumplen, pero el Maestro de Coperos se olvida de Iosef.

CUANDO LA INSPIRACION DIVINA SE OCULTA EN LO NATURAL
Es indudable que cuando Iosef interpretó los sueños de los dos ministros del Faraón, lo hizo por inspiración Divina, pero esa inspiración se disfrazó de dotes de observador. Analicemos los sueños
El copero soñó que había tres sarmientos, de ellos sacaba uvas, hacía vino y entregaba la copa al Faraón. Había acción, movimiento, vida.
El panadero soñó que estaba parado, había tres canastas con panes sobre su cabeza y las aves comían de ellas. No había acción, no había vida, además las aves temen a los seres vivos, pero no a los muertos.
De ahí Iosef supo que el primero viviría y el segundo sería ejecutado.
En cuanto a los tres días, ya estan mencionados en los tres sarmientos y en las tres canastas, pero aparte no era ningún secreto que en tres días sería el cumpleaños del Faraón. De acá aprendemos que no siempre las revelaciones Divinas se dan a través de voces Celestiales, sino que, en ocasiones se disfrazan de hechos naturales, como las dotes de observación de Iosef.

LIDIANDO CON VÍBORAS Y ESCORPIONES
Por Eliezer Shemtov
Frime recibió con mucha alegría el regalo que su esposo le había prometido para su cumpleaños: el recientemente publicado Tzeena Ureena. Empezó la lectura desde el principio, con la narración sobre la creación del universo. Siguió, semana tras semana, con las historias de los patriarcas y las matriarcas.
Llegó la semana en la cual leemos la historia de José, sus sueños y la envidia de sus hermanos por la preferencia que su padre Jacob le manifestaba. Leyó, incrédula, cómo sus hermanos aprovecharon que su padre lo había enviado a ver cómo pastaban las ovejas en el campo para tirarlo a un pozo con la idea de matarlo, cómo lo vendieron como esclavo, y cómo finalmente terminó en una cárcel egipcia. Se conmovió mucho por lo que hicieron al pobre José; no pudo contener sus lágrimas. La vida continuaba y Frime seguía leyendo Tzeena Ureena asiduamente. Al cabo de un año, llegó nuevamente a la historia de José. Leyó la historia hasta el final y protestó: “¡José! Esta vuelta no voy a llorar por ti. Ya supiste lo que te hicieron el año pasado. ¿Por qué te metiste de vuelta con tus hermanos? Esta vez fue tu culpa”.
La anécdota, ingenua prima facie, contiene un mensaje muy serio e importante: la Torá no es simplemente un libro de historia, la Torá es un libro de enseñanza actual. Nos cuenta no solo sobre el pasado sino también sobre el presente. Las historias de la Torá contienen enseñanzas eternas, aplicables a cada nueva situación de la vida que pueda surgir. Veamos algunas de las enseñanzas presentes en la parashá Vaiéshev. De la historia de José y sus hermanos aprendemos cuán importante es no mostrar preferencia por un hijo entre sus hermanos. El drama se desencadena porque Jacob le confeccionó a José una túnica de seda especial, con más valor que las que tenían sus hermanos.2 Si bien no tenía mucha diferencia en cuanto a su valor monetario, era muy significativa en cuanto a mostrar su favoritismo y provocar la envidia de sus hermanos, con las consecuencias del caso. Esta enseñanza puede parecer conceptualmente obvia, pero a lo que hay que prestar atención es a su aplicación. A veces, sin darnos cuenta transmitimos este mensaje real o imaginario a los demás hijos: “papá quiere a mi hermano más que a mí” o bien, directamente, “papá no me quiere”. Mensajes como estos, que también pueden darse en el caso de la relación de un maestro con sus alumnos, provocan un gran daño emocional. Hay que asegurar que cada hijo reciba el mensaje de que es valorado por quien es y no tiene porqué ser como otro para merecer y recibir el amor y la aceptación de sus padres. La historia prosigue con dos sueños de José. En el primero se ve con todos sus hermanos en el campo juntando espigas cuando de repente las gavillas de los hermanos se inclinan hacia la suya. En el segundo sueño, el sol, la luna y once estrellas se inclinan hacia su estrella. Los hermanos entendieron de esto que José tenía aspiraciones a reinar sobre ellos, y lo odiaron más aún. Dentro de todos los aspectos negativos de esta historia encontramos también enseñanzas positivas. Si comparamos los sueños de José con los del faraón (sobre los cuales leeremos más adelante), vemos un contraste importante: José sueña con trabajo, mientras que el faraón sueña con el ocio; se ve parado pasivamente a orillas del Nilo observando el desenlace de la historia de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas He aquí una enseñanza importante: el valor del trabajo para el judaísmo. Uno no trabaja para poder descansar; muy por el contrario, descansa para poder trabajar y producir. La consigna de la vida, su valor central no es nada más ni nada menos que aportar lo máximo que uno puede en cada momento y ocasión. No hay ni un minuto de vida de más; cada instante tiene un potencial único e irrecuperable. Sepamos aprovecharlo. José fue arrojado por sus hermanos a un pozo descrito en la Torá como “vacío; no tenía agua”. Surge la pregunta: ¿por qué la redundancia? ¿Acaso no es obvio que si estaba “vacío” no tenía agua? ¡Si tuviera agua no estaría vacío! Efectivamente —explican nuestros sabios— el pozo estaba vacío de agua, pero lleno de víboras y escorpiones. El pozo representa también la cabeza del hombre. Si no está llena de “agua”, se llena de “víboras y escorpiones”. Podemos erradicar las víboras y los escorpiones únicamente si llenamos el pozo con agua, ya que si los queremos eliminar matándolos directamente, vendrían otros en su lugar. Apliquemos esta importante enseñanza a la vida práctica: Tanto las víboras como los escorpiones matan por medio de veneno, que actúa de manera diferente en cada caso. El veneno de la víbora es “caliente”: ataca la circulación sanguínea coagulándola. El de los escorpiones, en cambio, es “frío”: ataca el sistema nervioso paralizándolo. Ambos venenos tienen también su contrapartida espiritual: la calentura y la apatía, respectivamente, y atentan contra una vida judía: el entusiasmo, la “calentura” por propuestas ajenas; y la indiferencia, la “frialdad” para con su judaísmo. Las consecuencias son preocupantes y están a la vista, tal como lo evidencian los recientes estudios del Pew Research Center. ¿Cómo se hace para lidiar con las implicancias pesimistas de esta encuesta? La respuesta: hay que llenar el pozo de “agua”, llenar la cabeza de contenido positivo. Entonces, no habrá lugar para “víboras y escorpiones”, para la calentura y la indiferencia venenosas. Esta idea es especialmente relevante cuando pensamos en la educación de nuestros hijos. Si queremos lograr que sean judíos sanos, productivos y orgullosos de su condición, no alcanza con predicar el judaísmo: hace falta dárselo. Debemos proveerles una educación formal, informal y familiar que apunte a llenarlos de “agua cristalina”, que no solo servirá para protegerlos del veneno de las víboras y los escorpiones, sino también —y principalmente— para saciar la sed espiritual personal. (www.es.chabad.org)

 
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