Por ello, para hablar del conflicto, no hablaremos del conflicto, hablaremos de Israel en términos de maldad y opresión. Hablaremos de los palestinos exclusivamente como inocentes víctimas de esta circunstancia que apareció por obra y gracia de un capricho sionista.
Eludiremos la Historia. Desprestigiaremos aquellos hechos que no convengan a la representación. Borraremos los que sean factibles de ser borrados (a los otros, tiempo al tiempo). Escribiremos un guión mañido que apelará a unas “fobias” añejas fácilmente excitables. Comenzaremos con un niño o niña palestina, con una escena de desamparo. Recurriremos a ONG que no ocultan precisamente sus agendas ideológicas. Discurriremos por el color, en detrimento de la información. Informar, informar, qué es eso ante la tarea de sensibilizar tantas almas, de difundir y promover el “dogma” o la “narrativa” palestina.
Así, no se extrañe, estimado lector que desconoce los avatares de este activismo disfrazado de (encima, mal) periodismo, cuando al hablar de la situación de Gaza se señale como origen de todos los males el bloqueo israelí (habrá alguno que mencione el egipcio), y se evite mencionar el lanzamiento de cohetes (unos 11.237 solo entre 2005 – año de la desconexión total de Israel de Gaza – y 2013) por parte de grupos terroristas palestinos; principalmente, Hamas. Además, tenga en cuenta que de esta manera crearemos la idea de que Israel ataca la Franja de tanto en tanto por antojo, por esa “perversidad intrínseca” que los mueve. Un marco redondo.
Y no pretenda, señora, señor, que le aclaremos las fuentes que sostienen nuestras afirmaciones. No estamos para eso, por favor. No hay tiempo. Ni espacio… No, por favor, no piense mal, claro que las fuentes están, son fiables…
Y sí, todo parece una puesta en escena. Mire, sino, estimado lector, el artículo publicado por el diario El Mundo el 20 de febrero de 2016. La foto: la cara sucia, algo desafiante. El sueño casi profético: la niño que se levanta dormido con un cuchillo para “descargar su rabia” por las “humillaciones” de los “soldados israelíes”.
Muchos periodistas han abrevado en las aguas de Goebbels.