
La Administración Obama ha mostrado su indignación por la coincidencia del anuncio inmobiliario con la visita oficial de su vicepresidente. Especialmente los Clinton -Bill como ex presidente y Hillary como secretaria de Estado- le montaron al primer ministro Netanyahu un tremebundo escándalo telefónico. También le reprendieron en algunas declaraciones a los medios de comunicación. Israel cumplió con la formalidad de disculparse pero, acto seguido, un Netanyahu contundente, advirtió que su país continuará construyendo en Jerusalén oriental «como siempre». Y anteayer añadió que Jerusalén no es ningún asentamiento sino la capital de Israel.
En cualquier caso, Bill Clinton, que se dejó timar por Arafat en Camp David, no parece el más indicado para dar lecciones sobre Oriente Medio.
En la traumática transición entre las presidencias de Clinton y Bush, por aquel lío que hubo en el recuento electoral de Florida, el marido de Hillary estaba especialmente enfadado, y acusó a Bush y a los Bush de casi todo. Aun así, no se saltó el trámite de dejarle una carta a su sucesor, y esa carta contenía el único mensaje de que desconfiara de Arafat, puesto que no era la solución sino el problema.
Obama es de momento un blando en casi todo, y creyó que al ritmo de una balada pop podría mecer al mundo hasta dormirlo entre sus brazos. Lo del talante da para ganar unas elecciones en la era de la superficialidad, el McDonald’s y el desencanto, pero los grandes conflictos de la humanidad tienen raíces mucho más profundas y estas raíces permanecen. Cada desafío que tiene que afrontar Israel es un desafío histórico, decisivo. Es una pelota de partido.
Mientras el mundo árabe totalitario y terrorista que rodea a Israel no entre en razón y no acepte como valores indiscutibles la paz y la convivencia -y el Estado de Israel, que es tanto una realidad política como un valor absoluto- el pueblo elegido tiene todo el derecho del mundo a defenderse del modo que en cada momento le parezca más oportuno. Con tanques y con pisos, y con 2.000 años de historia reciente de los que ha aprendido que no puede confiar en nadie ni relajarse un solo minuto.
Salvador Sostres es escritor y periodista.
http://www.factual.es/opinion/columnas/2010/03/23/13159
Cortesia de Jaime Naifleisch
Reenvia: www.porisrael.org

























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