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| viernes noviembre 22, 2024

La enfermedad de la izquierda, universal e israelí


Mario Satz

Lo que en un momento de la Historia fue noble, generoso y justo, ha acabado por convertirse en refugio de mediocres de pensamiento y de alma. Basta leer algún artículo de las gentes de Paz Ahora-por ejemplo de A.B.Yoshúa-, o de cualquier periodista español  de izquierdas para hallar los mismos lugares comunes, idénticas miserias disfrazadas de buena voluntad, parecidos ideales vetustos en lo que a Israel se refiere. Ahora es el tema del boicot dentro del país a lo  que se produce en Judea y Samaria, como si los que vivieran allí no fueran judíos. Mañana será insistir en que Israel debe reconocer al estado palestino que se declarará en setiembre. La buena conciencia de estas gentes apesta, lo obligan a uno a recordar lo sabio e inteligente que es Avigdor Lieberman, el ministro de asuntos exteriores de Israel, después de todo un nombre que sabe lo que es la izquierda oficial porque la conoció desde adentro en su Rusia natal. Así que cuando más escucha uno las propuestas de la izquierda universal, aliada ahora con el integrismo islámico, más asco siente. Se supone que Israel hay que obligarla a todo, nada a Siria o a Egipto, nada a Argelia o, peor aún, nada a Irán, que no suscita en la prensa más que notas de tercera categoría.

Lo bueno de todo esto es que la sociedad israelí se va adentrando cada vez más en la cruda realidad, que no es derechas ni de izquierdas sino todo lo pragmática que se le permite ser. Con el tiempo he llegado a pensar que el odio de la izquierda por Bibi N. es pura envidia, mezquinos sentimientos de rechazo por un primer ministro bajo cuya influencia el país ha crecido, prosperado y, sobre todo, ha defendido con valentía sus intereses aquí y allá. El hecho de que en las llamadas flotillas de la libertad, que por suerte han sido desbaratadas y lo serán en el futuro, hubiera judíos y hasta israelíes, apena y llena el corazón de congoja. Nada ha cambiado con respecto al auto odio judío, nada en la venenosa raíz del antisemitismo. Deberíamos vigilarnos de cerca para controlar esa tendencia introyectada  por siglos de desprecio cristiano, de los que España ha dado siniestros ejemplos a través de los cientos de dominicos y agentes de la Inquisición que bien eran judíos,  bien eran descendientes de judíos.  Culparse a sí mismo por los males del mundo ha sido, durante años, un triste deporte psíquico en el que los hijos de Jacob eran campeones. Pero si uno se ama un poco, y respeta y ama a los suyos, no querrá que éstos se suiciden o pongan, siquiera, la garganta al  alcance del cuchillo de los enemigos. No veo por qué Israel debe reconocer al estado palestino en setiembre,  ¡eso no evitará ningún mal de los muchos que nos acechan! Lo que sí debe de haber es un reconocimiento mutuo, simultáneo y generoso por ambas partes. Mientras eso no sea posible, Israel no lo está haciendo nada mal: Gaza crece y progresa y por supuesto también la Cisjordania.

La derecha es maximalista y siempre quiere más de lo que tiene; la izquierda es minimalista y siempre quiere menos, rendirse, ceder, entregar con la esperanza de que los otros vean lo buena que es. Está claro, entonces, que la solución está entre los extremos si es que hay solución. Entretanto, sentémonos juntos y bebamos en honor de un pequeño y valiente país que tiene el coraje de defenderse en todos los frentes, incluso en el más triste e insidioso, el interno.

                                                                                                            Mario Satz

 
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