En los últimos meses, la Administración Obama ha tratado de prestar la menor atención posible a Irán. El motivo es que, cuando intentaba vender al país el acuerdo nuclear con Teherán, la base de muchos de sus argumentos era que el acuerdo formaba parte de un proceso que, como dijo el presidente Obama, ayudaba a Irán a “llevarse bien con el mundo”. La decisión de iniciar negociaciones secretas con el régimen islamista se presentó como una reacción a la elección de un supuesto moderado, Hasán Ruhaní, como presidente del país, y por lo tanto la respuesta a un cambio hacia una actitud más liberal de Teherán, dentro y fuera del país, que había que alentar. Esto quedó hace poco desenmascarado como un fraude, cuando el asesor de Obama Ben Rhodes presumió de la capacidad de la Casa Blanca para confundir a la crédula prensa en el New York Times. Pero a medida que han ido pasando los meses desde que entró en vigor el acuerdo se ha vuelto cristalino que lo único que está cambiando en Irán es que el régimen se está haciendo más rico.
La última prueba de que los islamistas radicales siguen llevando las riendas en Teherán vino con la elección del ayatolá Ahmad Yanati como presidente de la Asamblea de Expertos, el organismo responsable de elegir y quitar al líder supremo del país, y de supervisar sus actividades. Dicho de otro modo, Yanati será el encargado de sustituir al actual líder supremo, el gran ayatolá Alí Jamenei. Es una posición clave, ya que es la persona que ocupa ese puesto, y no el presidente Ruhaní, quien realmente dirige el país. Si Yanati y sus compinches se encargan de la sucesión de Jamenei, entonces no hay duda de que su sucesor será igual de reacio, si no más, a la aproximación a Occidente y defenderá la actual política de Irán, que ayuda a los terroristas y persigue la hegemonía regional.
Yanati está entre los más radicales de la línea dura en una élite dirigente llena de radicales de la línea dura. No solo odia a Israel y defiende el mantenimiento de la supresión de los derechos –especialmente de las mujeres–, sino que es un exponente del odio más virulento a Estados Unidos y Occidente. Si se suma a la elección de un nuevo portavoz del Parlamento, Alí Lariyani, que también es considerado un oponente de los no tan moderados moderados, parece que el Gobierno de Teherán sigue completamente en manos de los radicales.
Eso podría ser negativo, pero ¿qué tiene que ver con el acuerdo nuclear? La Administración alega que, a pesar de la evidencia de su mala conducta en los últimos meses, con sus pruebas ilegales con misiles y su activa financiación de grupos terroristas, Teherán está respetando los términos del acuerdo nuclear. Eso podría ser estrictamente cierto o no, ya que la vigilancia del programa nuclear de Irán no es tan exhaustiva como se había prometido. Pero aun en el caso de que Irán no estuviese haciendo trampas, el rumbo que adopta el régimen tiene una gran relevancia.
Y el motivo es que dentro de una década expirará el acuerdo. En ese momento, lo único que puede evitar que el muy avanzado programa nuclear que se le permitió mantener a Irán desarrolle un arma nuclear es un cambio radical en Teherán. Si el sucesor de Jamenei y el resto de los clérigos que dirigen allí las cosas están tan inmersos en el “¡Muerte a América!” de Yanati, puede apostar a que no se tratará simplemente de un régimen donde los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria tienen libertad para hacer lo que les plazca. Se tratará de un régimen islamista decidido a utilizar la riqueza con que le está colmando Occidente, y la invulnerabilidad que le daría una bomba, para amasar aún más poder,.
Confrontado con esta prueba de que Irán no está interesado en “llevarse bien con el mundo”,Estados Unidos no tuvo nada que decir sobre el ascenso de Yanati. El portavoz del Departamento de Estado, Mark Toner, fue preguntado al respecto y dijo: “No haremos comentarios”.
Es llamativo, especialmente cuando se compara con la tendencia de Toner a manifestarse sobre los recientes cambios en Israel. Como señaló acertadamente el director del Times of Israel, David Horovitz, la yuxtaposición del silencio sobre Yanati y los comentarios de Washington sobre el nombramiento de Avigdor Lieberman como ministro de Defensa israelí resultaba curiosa.
Toner dijo que la entrada de Lieberman en el Gabinete “plantea preguntas legítimas sobre cuál es el rumbo que se está siguiendo y qué políticas van a adoptar”. Curiosamente, Toner lo remató diciendo que había visto “informes desde Israel” sobre la coalición y observado que algunos de los nuevos ministros del Gobierno se “oponían a una solución de dos Estados”. Es posible, pero Lieberman no es uno de ellos, ya que siempre ha respaldado la solución de los dos Estados, aunque las fronteras que él trazaría no sean las mismas que las de algunos progresistas.
El Departamento de Estado tiene derecho a plantear las preguntas que le parezca, pero es llamativo que la Administración se sienta libre de vapulear a un Gobierno elegido democráticamente mientras se muestra circunspecta sobre una teocracia oligárquica radical que además ha sido correctamente clasificada como el principal patrocinador estatal del terrorismo.
¿Cómo se explica esa diferencia?
Se podría alegar que EEUU se preocupa más por los asuntos de un Gobierno aliado que por los de un enemigo como Irán. Pero la diferencia va más allá. En realidad, la Administración Obama ha estado haciendo todo lo posible por mantener las buenas relaciones con Irán y evitar cualquier conducta que se pudiera interpretar como perjudicial para sus teócratas radicales. Por otra parte, ha estado tramando activamente un cambio de Gobierno en Israel. Si está particularmente molesto con Lieberman no es porque crea que vaya a interferir en unas negociaciones de paz que los palestinos no quieren, o que vaya a empezar una guerra. Es porque el secretario de Estado, John Kerry, participó activamente en la maniobra mediante la cual se esperaba que la Unión Sionista, partido de la oposición, se uniera al Gobierno de Netanyahu. La idea, como los esfuerzos pasados por derribar o incapacitar a Netanyahu, era utilizar la influencia de EEUU para inclinar a Israel hacia la izquierda, frente a los deseos de los electores, que dieron la mayoría a la actual coalición de centroderecha. El fracaso de esa estrategia fue la enésima humillación para Kerry y un triunfo para Netanyahu; que eso le vaya a funcionar bien a la larga es, no obstante, una cuestión opinable.
Pero lo que estas dos noticias nos demuestran es que, pese a que Obama ha afirmado a veces lo contrario, la política de EEUU en Oriente Medio está ahora enfocada a apaciguar a Irán y aislar a Israel. Esta no es la manera de tratar a un enemigo y a un aliado. Sea quien sea el sucesor de Obama, tendrá que comprender que Irán no va a moderarse, y salvo que EEUU esté realmente dispuesto a dar por perdido el estratégico Oriente Medio, esta política tiene que cambiar.
© Versión original (inglés): Commentary
© Versión en español: Revista El Medio
su sola imagen ya causa rechazo por tantas manipulaciones salafistas contrarias a toda democracia