El más dramático, y a la vez más hermoso caso de resurrección contemporánea que conozco lo presenció X, rabino del ejército norteamericano que liberó uno de los tantos y siniestros campos de concentración nazis. Al ver a todos aquellas criaturas esqueléticas, a los raquíticos y muertos en vida, a los desolados y famélicos, jóvenes y viejos, en los barracones infectos y ruinosos, al verlos silenciosos, ya sin lágrimas ni gritos, de pieles grises y labios agrietados, irguiéndose como podían de las sucias literas, en un ligero relámpago de dolor, en un parpadeo de inenarrable angustia ( la imagen, desconocida para X, es de san Pablo), en una implosión de helada adrenalina, recordó las palabras deEzequiel 37 : ´´La mano del Creador vino sobre mí y me llevó en su Espíritu, y me puso en un valle que estaba lleno de huesos, y me hizo pasar cerca de ellos por todo en derredor; y he aquí que eran muchísimos sobre la faz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: ´Hijo del hombre ¿vivirán estos huesos?´. Y yo dije: ´Señor, tú lo sabes.´ Me dijo entonces: ´Profetiza sobre estos huesos: he aquí que yo hago entrar espíritu en vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y pondré en vosotros espíritu y viviréis.
¿Por qué tan pocos, por qué algunos miles entre seis millones? ¿Por qué ese pasaje y ningún otro? Pero también ¿por qué Jesús y no Pedro, ni Pablo, ni los sucesivos cristianos fueron vistos tras su muerte? Tengo nostalgia de todos mis muertos, de mis antepasados criminalmente asesinados en Auschwitz y en Treblinka, de mis primitos de Terezin, y los añoro aún más que a mis abuelos y a mi madre. Soy un sobreviviente. El Espíritu quiere que escriba esto con una gorda lágrima de tinta.
Las esqueléticas víctimas llegaron a la tierra de Israel y todos juntos resucitaron. No fue tan rápido como para que los muertos en vida se dieran cuenta de que estaban resucitando, aunque ciertamente sus huesos se vistieron de una piel nueva y más sana. Hay cientos, tal vez miles de milagros que pasan desapercibidos Muchos de esos seres tenían dificultad en recordar sus nombres o su antigua vida; unos pocos dejaron de verdad atrás el dolor y cambiando de nombre empezaron de cero. Aprendieron oficios de los que nunca antes habían oído hablar o bien recuperaron, poco a poco, sus profesiones. El idioma hebreo vistió sus lenguas de nuevas metáforas y humedeció sus bocas con sonidos fuertes. Volvieron a leer, a ver teatro, incluso a enamorarse, claro con que reticencias. Era en los días de fiesta cuando más notaban la ausencia de los que se habían quedado atrás, disueltos en humo o simplemente desaparecidos en las mareas del horror europeo. Tal vez haya habido algún otro erudito talmúdico que relacionó ese suceso con la cita de Ezequiel, pero-en cierto modo-darle crédito, decir que estaba escrito que así sucedería, sería como justificar una tragedia para la cual no sirven las palabras de consuelo, por bellas y amadas que uno las sienta. Mostradme un pueblo así sobre la faz de la tierra, una llaga que florece, una ceniza tan fértil, un libro tan poderoso como la Biblia. Mostrádmelo. ¿Qué dicen tu Confucio y tu Propercio, Ezra Pound? ¿Qué dicen tu Ser y tu Tiempo, Heidegger? Yo, en nombre de todos los míos, escribo con amor y veneración : ´´El pueblo de Israel vive´´. Para siempre.
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