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| viernes noviembre 22, 2024

Sed de mentiras


En la Edad Media, los judíos de la Península Ibérica (que constituían la mayor comunidad mundial entonces) solían ser acusados de envenenar pozos y fuentes de agua, y de propagar plagas como la peste. Este tipo de libelos (escritos en los que se denigra o infama a alguien o algo) fueron moneda corriente no sólo en Europa (en los que calumniosamente se decía que los judíos pretendíamos recrear la muerte de Jesús amasando el pan ácimo de Pésaj con la sangre de niños cristianos), sino incluso en el mundo musulmán, por ejemplo en 1840 en Siria. En la geografía española aún en el siglo XXI perdura la romería del Santo Niño de la Guardia (Toledo) que conmemora un luctuoso hecho similar.

Todo esto parece cosa del pasado y de sus nostálgicos, hasta que leemos la prensa actual. Esta misma semana un medio español publicaba la acusación realizada por el mismísimo presidente de la Autoridad Nacional Palestina citando un supuesto informe de la ONG israelí Breaking The Silence, según la cual un influyente rabino de los territorios en disputa determinaba que estaba permitido envenenar las fuentes de agua de los palestinos. Nuevamente el antiguo libelo del agua, sólo que esta vez de boca de todo un presidente de una entidad con representación diplomática en instituciones internacionales y países, entre ellos, España. Y no sólo que quien publicaba esas falacias no tuvo la menor intención de corroborar la veracidad de una fuente (Mahmud Abbás) que se ha demostrado falaz en incontables ocasiones, ni de contrastar sus declaraciones con las de autoridades o rabinos de cualquier tipo, sino que permitió que el racismo más primitivo vomitara su odio entre los comentarios, amparándose en la libertad de expresión.

Tres días después apareció otra noticia: no hubo tal declaración rabínica ya que el mencionado autor de la misma nunca existió, ni escrito teológico que lo permita, ni tampoco el informe de la ONG que lo denunciaba. Por supuesto, ya no hubo comentarios aunque pudo haberlos: los que tienen el odio instalado en la mirada no se convencen de su error ante ninguna evidencia. Es más, cuanto más obvia sea la mentira, más se encerrarán en su ideología, considerando las verdades como una demostración del alcance del poder oculto de los judíos para manipular a su antojo a los medios de comunicación. Y lo más importante: nadie recuerda la verdad y sólo queda como huella indeleble la falsa acusación. Porque en realidad el interés por la «sed» de los palestinos sólo existe a partir del odio a su supuesto verdugo. Porque no importa si se difama con el agua o la sangre. No son siniestros personajes de un lejano pasado superado. Son muy actuales, incluso se erigen como constructores del futuro y el progreso, pero lo que realmente tienen es una sed insaciable de mentiras

 
Comentarios

El judaísmo enseña que toda persona debe hacerse responsable de sus actos. Nunca entendí porqué Israel no inicia acciones legales contra sus difamadores reclamando que prueben sus afirmaciones. Especialmente contra aquellos que poseen la nacionalidad israelí. Estoy seguro que cuidarían sus palabras. Una cosa es la libertad de expresión. Otra muy distinta es la libertad irrestricta para difamar.

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