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| lunes noviembre 25, 2024

¡Ave, Europa!, los que quieren sobrevivir te saludan


Las velas contra el terror islámico son el símbolo de todo lo que nos hemos convertido en respuesta a nuestra forma de vida.

A. Robles.- Esto está peor de lo que habíamos calculado. Han pasado unos días y la noticia se ha diluído como un azucarillo sin que nos hayan aclarado nada. Un hombre de 27 años causó una muerte y cinco heridos en un tren de pasajeros en Suiza que pasaba cerca de la frontera Liechtenstein, en Salez-Sennwald, cerca de la ciudad de San Galo (noroeste del país). El atacante, del que solo se informa que tenía nacionalidad suiza, iba armado con un cuchillo con el que apuñaló a los pasajeros tras hacer arder parte de los vagones con un líquido inflamable. En medio de la espiral de acciones violentas similares que están teniendo lugar en Europa, con ocultamiento flagrante de la naturaleza islámica de los crímenes por parte de las autoridades y los medios informativos, ha transcurrido una semana y esta vez nos han privado hasta del derecho a conocer la procedencia del atacante. Ni una mención oficial. Ya no es que se trate de minimizar la responsabidad de los criminales, sino en que hemos llegado al inconmensurable punto de inscribir las acciones terroristas en meras crónicas de sucesos. Y no podemos seguir depositando exclusivamente en las autoridades la responsabilidad de estas criminales omisiones. Salvo la franja de la población que sigue éste y otros pocos medios, ¿han percibido ustedes algún aparente interés de la masa lanar europea por conocer la verdad de los hechos, a pesar de que cualquiera de sus miembros puede ser la próxima víctima? Así que no nos engañemos. Si la dirigencia europea actúa con tanta negligencia, lo hace porque lo que tiene enfrente es una población que no está dispuesta a canjear su dosis diaria de hedonismo por un futuro más prometedor. Si se dan una vuelta por la feria de Málaga, comprenderán la validez de mi aseveración.

Ante una población que ha llegado al punto cumbre de la cretinización, resuelta al suicidio a cambio de que la dejen soltar la pota cada fin de semana, no es extraño que esta vez ni siquiera se hayan preocupado de informarnos acerca de la identidad del atacante. En cuanto a la motivación del matarife, nos plantean incluso la hipótesis de un caso de violencia de género. Con un par. Los medios afines al régimen han descrito al autor de este acto como un joven suizo de 27 años. Y con ello queda zanjada la cuestión. Hasta el siguiente atentado, claro está.

Es decir, que como primer punto conclusivo debemos señalar que los encargados de defendernos, lo que hacen es proteger a los asesinos ocultándonos su identidad.

¿Debemos por tanto colegir que los dirigentes europeos son unos inacutos, unos descerebrados, unos miserables o todo a la vez? Siendo todas estas cosas y muchas más, pero no debemos engañarnos. Ellos conocen tan bien como nosotros la peligrosidad de estos sujetos y de los textos mahometanos que dan sustento a sus matanzas. Ellos han evaluado el riesgo de dejar que miles de sus compatriotas sean asesinados porque se saben parapetados frente a cualquier ataque. Actúan como lo hacen porque están cumpliendo a rajatabla el objetivo sionista de la disolución de las naciones europeas. Haciéndonos vulnerables nos harán cada día más dependientes de sus medidas globalizadoras. Ellos hacen su trabajo y los ‘intelectuales’ y los periodistas a la carta cumplen su función amnésica con notable eficacia, hay que admitirlo.

Y así llevamos meses, saltando de atentado en atentado, igual que si la política fuera un perverso trasunto del juego de la oca, encaja el brutal atentado Suiza como si se tratara de una mero y ocasional “accidente”.

No piensen ustedes que los políticos europeos desconocen la naturaleza real del peligro. Lo conocen puesto que tienen en sus manos todos los canales de los servicios estatales de información. Cualquiera de ellos podría atajar el peligro en 24 horas con sólo actuar contra el huevo de la serpiente. En Molenbeek (Bruselas), Saint Dennis (París) o Ca n’Anglada (Barcelona). No lo harán porque tienen la tarea de lograr los objetivos a los que se deben.

No se entenderá bien el talante de los políticos occidentales (salvo excepciones tan loables como los identitarios europeos, el presidente de Hungría o el norteamericano Donald Trump), sin situarlos en el marco psiquiátrico de una suerte de esquizofrenia asesina a la que sirven de pantalla obsesivas formulaciones ideológicas para desterrar el alma humana. Esa forma de actuar no difiere esencialmente de otras formas mafiosas del crimen organizado.

Frente a ellos sólo cabrían dos opciones razonables: acorralarlos socialmente hasta el punto de forzarle a levantar los brazos o aniquilarlo sin piedad en las urnas. Pero esto no es posible (aquí entran en juego otros actores sociales) porque la población occidental ha sido inducida al suicidio por nuestros supuestos excesos en el pasado. El caso de Alemania es el más paradigmático. Es decir, nos piden que aceptemos el rol de víctimas, y que esto lo hagamos sin rechistar, como buenos y cívicos ciudadanos demócratas. O lo que es lo mismo, que vivamos amodorrados, que baleemos sin cesar ante las consignas oficiales y que no protestemos cuando nos toque ser conducidos al matadero. Todo lo que no sea así implica responder a la esquizofrenia del terror con la esquizofrenia de la claudicación. Y en una pugna de tal índole siempre gana la esquizofrenia del terror. Más aún cuando cuentan con la cobertura de periódicos, cadenas de televisión, productoras de Hollywood, grupos financieros, organismos supranacionales, partidos políticos…

Los políticos occidentales se han convertido en rehenes de la mayor organización criminal que haya conocido nunca la humanidad. Y a quienes no se resignan a ese papel, véase el caso Trump, les toca sufrir la mayor campaña contra su imagen que haya sido concebida nunca. Piense el lector que si esto lo consiguen con alguien del potencial económico del magnate americano, a qué quedaría reducida la vida de cualquier líder identitario local si supusieran un peligro real para el gran proyecto mundialista puesto en marcha

Entre tanto, frente a un mundo donde la violencia está cada día más presente, a los europeos nos hacen cantar la palinodia de la paz, del antirracismo, de la igualdad de género, de la feminización de los pueblos, del desprecio a las identidades propias. Aquí los partidos de izquierda y las organizaciones progresistas interpretan el papel estelar de tontos útiles. Dada la supina ignorancia de sus miembros, meros portadores de tópicos prestados y no digeridos, dudo mucho que hayan leído a Gramsci. Pero sus eufemismos y los de sus más cercanos cipayos son la consecuencia de la teoría gramsciana sobre la corrupción conceptual del lenguaje como pieza esencial de la estrategia revolucionaria: conseguir que el pueblo y sus clases dirigentes asuman que los vocablos fundamentales sobre los que se asienta la libertad de una sociedad signifiquen lo contrario a su verdadera entidad.

Para que cunda y se acentúe en las gentes una agónica demanda de falsa paz es necesario exagerar hasta el extremo el miedo de la comunidad. Y precisamente a esa estrategia responden los atentados islámicos en suelo europeo: exacerbar el miedo en la sociedad, también su sentimiento de culpa y movilizarla en pos de una demanda angustiada de paz favorable a la rendición. De momento han logrado amedrentar a la sociedad y favorecer la falsa prédica de Merkel y sus coaligados europeos en favor de más inmigrantes musulmanes. Ese amedrantamiento se pone de manifiesto con las patéticas exhibiciones de falso luto que sigue a cada atentado, con velitas y ositos de peluche, para disuadir a los fanáticos, siempre acorde con la esquizofrenia del terror y la esquizofrenia de la rendición.

Existe una fuerza oculta a la que interesa sobremanera el reemplazo demográfico de Europa y diluir su conciencia histórica. Una venganza que viene de lejos y de cuya estrategia, en el caso de España, forman parte inseparables progresistas, organizaciones separatistas, intelectuales subvencionados, engendros falsamente humanitarios como Caritas, políticos tan taimados como Rajoy y tan traidores como Zapatero, con aquel proyecto de ley de “memoria histórica” como supuesto dialéctico para el retorno al frentepopulista (embrión de Podemos) y la Alianza de Civilizaciones, inherente a la neomusulmanización de España.

Si de algo están persuadidos, pese a sus múltiples carencias, es saberse imprescindibles para llevar adelante desde sus respectivos ámbitos la estrategia de descomposición moral, demográfica y territorial de España y que para su cumplimiento están siendo promovidos, apoyados y enriquecidos. En ese contexto, no acierto a atender que españoles supuestamente patriotas (muchos incluso dentro del PP) no acierten a escapar de esta gigantesca trampa. Admitir, por ejemplo, que se dirime la vigencia de los valores democráticos europeos, en vez de las patrias europeas, del ser histórico europeo y de las razas que lo han conformado, que no es ni podrá ser nunca la de los nuevos invasores.

Tren suizo donde se produjo el ataque del pasado fin de semana.

Tren suizo donde se produjo el ataque del pasado fin de semana.

Lamentablemente, en la raíz mortal de la enfermedad está también su posible sanación. A una sociedad anestesiada como la europea, capaz de comulgar con las ruedas de molino del islamismo asesino, sólo la sacarán del sopor una quiebra económica que afecte a los bolsillos de la mayoría o una réplica radical que haga saltar del poder la banda mundialista de la falsificación de la democracia, de la paz y de la procaz fanfarria del multiculturalismo.

Esta institucionalización de la mentira, como la de minimizar o incluso ignorar la naturaleza ideológica de los ataques contra europeos, desde Madrid a Colonia, no sólo implica una nueva vuelta de tuerca a la sembradura del miedo en la sociedad y a embozar su capacidad de reacción frente el progresivo recorte de sus libertades. Rompe también el principio de igualdad de oportunidades, en función del cual debe prevalecer la mejor cualificación para ocupar un puesto de trabajo. Y cada puesto de trabajo, desde uno de peonaje a uno de dirección, reclama una idoneidad profesional, física y psíquica para ocuparlo. Un manco es inhábil para una ocupación que exija el uso de las dos manos. Pero no obsta para dirigir una empresa si su capacidad profesional es acorde. Sería por contra inadmisible que a un maricón se le reconociera el derecho a dirigir una guardería infantil o un orfanato (son palabras de un viejo maestro, por desgracia fallecido).

El identitarismo que aquí defendemos se me antoja la única opción posible frente a la dialéctica del relativismo, que desembocará, si antes no lo remediamos con la ayuda de Dios, en la suplantación por el Estado de inviolables derechos familiares y personales y en la voladura de cualquier atisbo último de decencia. Consagraría además la existencia de un poder mundial tiránico frente al cual sólo la rebeldía personal, el instinto racial, las adhesión a las patrias y el rechazo al mestizaje cultural se me antoja como nuestra única tabla de salvación.

Fiel en definitiva a mi condición de hombre libre me declaro en rebeldía frente al Nuevo Orden Mundial que persigue la tiranía universal del mal sobre el bien. De Satán sobre Dios.

 
Comentarios

En verdad, no se entiende el sentido de la inserción de este artículo en Por Israel, que da cátedra entre otros conceptos de «el objetivo sionista de la disolución de las naciones europeas». Disculpen, pero ¿podrá alguien explicarlo? Muchas gracias.

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