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| sábado noviembre 23, 2024

La perversión de culpar a las víctimas


Frente a los interminables ataques terroristas de fundamentalistas islámicos contra civiles occidentales, muchos analistas occidentales buscan culpabilizar a la víctima. Algunos definen el terrorismo como una forma de guerra contra previos ataques occidentales. Van tan lejos como a las Cruzadas de entre el 1000 y el 1200; otros señalan la incursión norteamericana de 2003 en Irak para deponer a Sadam Husein.

No aplican el mismo criterio histórico para reseñar los ataques del fundamentalismo islámico desde sus orígenes. Apenas cien años después de la muerte de Mahoma, en el 632, el islam se expandió, por medio de la yihad armada –una conquista territorial, cultural y religiosa–, por buena parte del África, la mayor parte de España, el centro de Francia y el norte de India. No habían aún sucedido las Cruzadas, mucho menos la incursión norteamericana en Irak.

El ataque terrorista que derribó las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 fue previo, no posterior, al 2003. ISIS no fue una creación occidental, sino un desprendimiento de Al Qaeda, que se destacó de su organización madre por la forma de comunicar sus mismos bestiales objetivos. Al ISIS no lo originaron los insuficientes contraataques de las democracias contra el terrorismo fundamentalista islámico, sino, en buena parte, la muerte de Ben Laden y el consecuente surgimiento de nuevos liderazgos y variables del terror. Hamás, la República Islámica de Irán, Hezbolá, explícitos ejecutores de la yihad de conquista del mundo y elocuentes voceros de la sharia represiva, son previos a las incursiones de los aliados occidentales y árabes en Irak en 1990, y por supuesto a la de 2003.

La evaluación de los analistas que culpabilizan a las democracias occidentales por los asesinos fundamentalistas islámicos no es una deducción lógica de causa y efecto, sino la antigua perversión de hacer pagar a la víctima la culpa del victimario. Apenas triunfante la revolución radical islámica en Irán, Oriana Fallaci entrevistó a su líder supremo, el ayatolá Jomeini, en Teherán.

Le preguntó por qué estaban fusilando homosexuales. Jomeini respondió: “Las cosas que llevan a la corrupción de todo un pueblo deben ser erradicadas (…) Hay sociedades que permiten a hombres entregarse a otros hombres, la sociedad que nosotros queremos construir no lo permite”. “¿Qué me dice del jovenzuelo que ayer fue asesinado por sodomía?”, preguntó Fallaci.“Hay que eliminar la corrupción”, fue la respuesta.

Antes y después de su exilio en París, Jomeini fue adulado y físicamente acompañado por Michel Foucault, un homosexual que supuestamente defendía la libertad sexual y atacaba las conductas represivas en las democracias occidentales. Así siguen actuando intelectuales que son blanco del terrorismo fundamentalista islámico.

 
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