La pseudo-ciencia racista supone que hay razas humanas con relevantes diferencias entre sí, que se traducirían en distintos terrenos, de lo cultural y económico a lo político y moral. Y el racismo, como ideología, se basa en esas patrañas de supuesta superioridad de una raza sobre otra para justificar y propiciar la segregación, discriminación, expulsión o exterminio. En el devenir de los siglos pocos pueblos y naciones han avanzado en la historia exentos de barbaridades en pro de un trato diferente en función del color de la piel o el origen étnico de un colectivo.
La relación de España con lo judío es particular, ya que el tribunal de la Inquisición (y la sociedad española de los siglos XVI y XVII, principalmente) siguió persiguiendo a los conversos, acusándoles de “judeizar”, es decir, de seguir practicando la fe mosaica en secreto. Durante el medio milenio de ausencia judía en la península ibérica no dejó de existir este odio/miedo, y no sólo en los círculos cercanos a la iglesia con sus acusaciones infundadas de deicidio. Incluso las corrientes más liberales y aperturistas que intentaban impulsar un acercamiento a los antiguos compatriotas (ya que los expulsados no eran extranjeros, ni descendientes de invasores), lo hicieron, en la mayoría de los casos, por un interés crematístico en las supuestas riquezas de los sefardíes.
Es lo que comúnmente se denomina “antisemitismo positivo”: los que quieren amigarse con los judíos, víctimas de los prejuicios que sitúan a los desterrados como manipuladores detrás de todos los poderes mundiales, del capitalismo al comunismo. Simplemente mutan el odio en envidia. Ni siquiera los que han tenido una oportunidad fugaz de reencontrarse con judíos de carne y hueso, como los brigadistas en la Guerra Civil, quedaron exentos de ideas preconcebidas, como demuestra el hecho de que oficialmente nunca se haya reconocido la solidaridad de este colectivo, incluso cuando muchos de los republicanos exiliados después compartiesen destino con ellos en algunos campos de concentración.
Hoy día, con judíos reales caminando por las calles de pueblos y ciudades de España, la situación no ha cambiado drásticamente, sólo se disfraza de nuevo, ahora de anti-israelismo beligerante a través de iniciativas como el movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel), a las que asesores y jueces no se cansan de señalar como inconstitucionales y discriminatorias. ¿Acaso se han puesto en marcha propuestas similares para regímenes tan deleznables como los de Siria o Corea del Norte, por citar sólo algunos? ¿Es posible erradicar un odio tan enquistado, capaz de distorsionar los mismos principios de justicia e igualdad sobre los que sustentan su ideología, o existe una barrera innata, infranqueable y hereditaria, como proclamaban los denostados valedores del racismo genético?
Director de Radio Sefarad
Estan como chotas