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| domingo noviembre 24, 2024

Explorar y hallar….


Todos los días de su larga existencia, que fue tan serena como prolífica, el Rabí Moisés de Calanda recordaría las siguientes palabras del maestro Abraham Abulafia de Zaragoza:

-Los que aman hallar minimizan la exploración, los que aman explorar minimizan el hallazgo.

Lo había conocido una mañana de primavera, cuando Abulafia se despedía de la ciudad que lo viera nacer para ir a Barcelona. Fue un flechazo impar, uno de esos encuentros que fecundan el destino entero de un ser humano. El genio de Zaragoza tenía poco tiempo para pensar en sus congéneres, enamorado como estaba de la compañía cuadrática de las letras.

Moisés nunca conoció a nadie igual, un hombre tan fluido como la limpidez de sus propias lágrimas. De tanto en tanto llegaban  noticias de sus aventuras, sus desplantes, sus visiones y sus raptos. Corría la voz de que se había encontrado con Génova con Raimón Llull, el sabio mallorquín, y que había estudiado y luego abandonado las teorías del astrónomo italiano Salvatore Caelum sobre la cara tricolor de los ángeles. Abulafia escribía en sus viajes, algunos dicen que al pie de las montañas y otros que en las crujientes naves que lo llevaron Mediterráneo abajo. Tenía un carácter variable como la atmósfera otoñal y prefería el burro al caballo porque al ir más despacio y rebuznar felicidad, facilitaba su pensamiento. Aquellos que le dieron refugio y alimento se alegraban tanto de poder recibirlo como de decirle adiós.

Tras oírle decir aquella sentencia inmortal, Moisés de Calanda se atrevió a preguntarle:

– Y tú, ¿qué amas más, explorar o hallar?

-Diría que mi auténtica pasión-le respondió Abulafia-es doble: semeja la de las hojas que ayudan a subir a los árboles y  la de las raíces que los sostienen desde lo invisible. La canción que se hace arriba transcribe auras, la que se teje abajo fermenta poesía.(1)

Moisés de Calanda tardó años en entender por completo esa explicación, y tuvo-en el momento de oírla-tal cara de perplejidad, que por compasión Abraham Abulafia agregó:

-La hoja explora el aire y minimiza lo que halla, la raíz halla las sales de la tierra y minimiza su búsqueda. Nunca encontrarás el Arbol de la Vida si antes no eres tú ese árbol.

Mario Satz

 

( 1 ) Hay algo misterioso, jeroglífico en el hecho de que hoja se diga en hebreo aléh  ( helf( ) y lleve en su seno  la letra  ain ( ( )que alude al ojo, a la par que la expresión hel ( lh ), claridad, aura,  halo, luz, pues ¡en efecto la hoja es el ojo de las plantas y el camino por el cual, además de fotosintetizar, suben al crecer! En cuanto a las raíces o shorashim

( {yi$aro$ ) poseen entre sus letras a shir ( ryi$ ), la  poesía, el canto.

 

 

 

 

 

 

 
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