Cuando era niño y acudía por las tardes a una escuela judía que daba algunas clases en ídish, mis compañeros de la escuela de la mañana me preguntaban ¿Y sabes hablar en judío? A mí me parecía entonces una demostración de ignorancia, pero en realidad ésta era mía, ya que ídish en ídish significa justo eso: lo que habla un judío. Mucho más tarde me enteré que a los sefarditas le pasa algo similar con los términos djidío o djudezmo con que muchos denominan al judeoespañol. Otra cosa distinta es la lengua hebrea que, aunque oficial en Israel, no se autodefine en su propio idioma. El hebreo es muy anterior al estado e incluso a los reinos de Israel o de Judea. Se supone que es la misma lengua que trajo Abraham y su clan a tierras cananeas y con las que Moisés esculpió al dictado los mandamientos divinos.
Por lo tanto, la pregunta del título sería incorrecta en sentido estricto, aunque muy pertinente si el habla se reemplaza por el entendimiento. ¿Son capaces las sociedades occidentales de comprender realmente, por ejemplo, lo que declara un político israelí actual? Evidentemente, cada nación y lengua tiene sus particularidades “lost in translation”, intraducibles al pie de la letra. Pero, la acuciante (y estresante) cotidianeidad de Israel convierte a sus comunicantes en seres incomprendidos (para bien y para mal) fuera del círculo local. Los pobres traductores e intérpretes se enfrentan a una labor condenada a la incerteza o a llenar las páginas de notas al pie. Y no sólo porque el lenguaje vehicular, el hebreo, sea tan complejo y plurisignificativo (que lo es), sino que los códigos de expresión, especialmente los políticos, se han vuelto mucho más sofisticados que los eufemismos y jergas profesionales de otros idiomas, a golpe de realidad.
Por ejemplo, la prensa española suele reproducir muchas noticias basadas en declaraciones de ministros y altos cargos israelíes que resultarían escandalosas si se aplicaran. No “hablan israelí”. No entienden que los gobiernos de ese país siempre han estado formados por coaliciones “contra natura” (gentes de izquierda con ultraortodoxos, liberales económicos con ultranacionalistas, etc.) en las que del primero al último de los dirigentes se sienten autorizados para expresar públicamente su opinión y discrepar de lo que a continuación aprueban en reunión. Incluido, y esto es quizás lo más paradójico, el propio jefe de gobierno. ¿Cuántas veces, por ejemplo, los medios se han escandalizado de las declaraciones de nuevas construcciones en los territorios en disputa que nunca se llevan a cabo realmente? No “entienden israelí”, como no entienden tampoco los discursos de líderes árabes que en su versión en inglés sostienen entre sus dientes una ramita de olivo, pero que en la versión original no subtitulada escupen veneno incitando al terrorismo y el asesinato en masa más descarados. Y se supone que son ellos, los periodistas, los encargados de traducirnos la realidad para que la podamos leer y comprender verazmente.
Director de Radio Sefarad
cuanta ignorancia!!!!!