Desde que Hugo Chávez asumió democráticamente la presidencia de Venezuela, trabajó duro para cambiar el modelo político que había regido hasta el momento. Cada vez más cerca de Cuba y más lejos de un sistema democrático que debía perfeccionarse.
Con las políticas chavistas el país se fue deteriorando hasta llegar a lo que lamentablemente se está viviendo en este oscuro presente, del cual, como símbolo, tenemos miles de fotos y videos de gente buscando comida en la basura; ello tras ser el país con mayores ingresos y posibilidades de desarrollo en la región.
Al igual que el deterioro en todas las áreas: económica, social, política, educativa, moral, también las políticas en cuanto a relaciones exteriores se descalabraron hasta la mengua que sufrimos en la actualidad. Venezuela, después de ser uno de los países más importantes de América Latina, cuya ayuda siempre era requerida para asistir en la resolución de problemas, ahora el resto de países le huye como si tuviera una enfermedad contagiosa. Basta ver los recientes shows que la canciller Delcy Rodríguez ha montado en la OEA y en Mercosur. Los venezolanos de bien nos sentimos avergonzados y peor, nos duele en el corazón, con un dolor inconmensurable, observar cómo esta gente inepta, con intereses alejados de lo que queremos y necesitamos para la nación, trapean el piso con el nombre de nuestro querido país.
De esta manera, utilizando la manida pero realista metáfora del elefante en una cristalería, Chávez fue dañando las fructíferas relaciones con numerosos países e imponiendo a través de chantajes, su nefasta influencia; en este sentido podemos decir que al igual que él exigía: “Venezuela se respeta”, estaba obligado a respetar a los demás y tenemos la amarga experiencia que ello no fue así; los ejemplos sobran: Guyana, Trinidad, Brasil, Colombia, Argentina, Perú, Bolivia, México, Honduras y un larguísimo etc. Países en los cuales, con absoluta desfachatez y abuso, intervino para tratar de imponer presidentes a punta de enormes cifras del dinero de todos los venezolanos.
Chávez no sólo estableció alianzas abiertas y secretas con Cuba, sino también con países en los que se violan con extrema crueldad los Derechos Humanos, como la teocracia iraní, especialmente durante los gobiernos de Mahmud Ahmadinejad, con el que intercambió métodos de control y dominio del público. También de Ahmadinejad, Chávez tomó la ideología del odio judeofobo que en muchos casos trataron de disfrazar de críticas y políticas contra Israel, pero el trasfondo siempre estuvo claro: era antijudaísmo. Ahmadinejad sembró en terreno abonado por Norberto Ceresole, el iraní no tuvo que desplegar esfuerzos. En Chávez se unió el antisemitismo de la ultra derecha inculcado por el neonazi argentino en sus primeros tiempos políticos; sumado al antisemitismo de ultra izquierda de Fidel Castro, desarrollado desde la década de los 70 que, incluso llevó al dictador antillano a mandar tropas a luchar desde Siria contra Israel; y, lo que faltaba, el antijudaísmo del islam radical de los ayatollas. En Chávez se unieron todas las corrientes de odio contra el judaísmo. Ello continúa con Maduro y su desastroso gobierno.
En cuanto a política exterior, Chávez tuvo relaciones tirantes con Israel, hasta que, en 2009, con la excusa de la Operación “Plomo Fundido”, rompió las relaciones de Venezuela con el Estado judío, dando al traste con décadas de beneficiosa amistad, además de manchar el orgullo que los judíos venezolanos sentimos por el hecho que Venezuela fue uno de los países que votó a favor de la partición en aquella jornada histórica del 29 de noviembre de 1947 y que gestó el renacimiento del moderno Estado de Israel.
Las relaciones entre Irán y Venezuela se fueron ampliando, al punto que hay contundentes pruebas de que los negocios, fábricas, construcciones, etc. que supuestamente establecieron en conjunto, eran una forma con la que nuestro maltrecho país asistía al país señalado como el gran promotor del terrorismo internacional, a evadir las sanciones económicas impuestas por la ONU. En ese berenjenal nos metió Chávez.
Por supuesto, Chávez dio preferencia a la mal llamada causa palestina en detrimento de una solución negociada, justa y sustentable del conflicto con Israel. Demás está aclarar que con ello no sólo se dañó a Israel, sino y tal vez en mayor medida, al sufrido pueblo palestino, cuyos líderes se hicieron milmillonarios y no muestran el menor interés por el destino de los palestinos, utilizados para conseguir mayores donaciones.
La amistad entre la Venezuela de Maduro y la Autoridad Palestina de Abbas creció y Venezuela brindó sus contactos e invirtió recursos para que el canciller palestino, Riad al Malki, desarrolle una enorme labor de lobby entre los países latinoamericanos y así ir consiguiendo mayores respaldos, concesiones y estatus en los foros mundiales. Gracias a Venezuela, el 29 de noviembre de 2012 (forzaron una fecha simbólica), “Palestina” logró ser admitida como observador no miembro; y en septiembre de 2015, logró que la bandera palestina fuera colocada en la plaza de la ONU. Poco a poco, la AP ha ido avanzando en dos frentes: deslegitimar a Israel y buscar mayores soportes sin pasar por el diálogo.
De allí que Abbas rechace volver a la mesa de negociaciones con Israel: no tiene que hacer concesiones ni cumplir con compromisos y prefiere “conquistar” frutos de forma simbólica, es decir, reconocimientos por la vía de la ONU y sus agencias, UNESCO entre ellas. Resulta obvio que la escogencia de Venezuela como miembro sin poder de veto en el Consejo de Seguridad de dicho organismo internacional le ha sido de extrema utilidad al gobierno palestino, pero no a su pueblo.
A partir del 1 de enero de 2015, Venezuela asumió su cargo en el Consejo de Seguridad desarrollando otra vez un triste papel, con Rafael Ramírez a la cabeza de la delegación venezolana. Nunca apoyó la solución de las varias crisis que afectan a algunas zonas en el mundo, por el contrario, siempre se cuadró con los peores criminales; por ejemplo, no vimos la preocupación que nuestra Venezuela democrática hubiera manifestado para salvar a los civiles sirios de las masacres que están viviendo a manos del Bashar Assad con refuerzo de Irán y Rusia; a la inversa, la Venezuela madurista favorece al criminal dictador sirio (tal vez por aquello de D-os los crea y ellos se juntan).
Rafael Ramírez no ha tenido ningún rol importante en la solución de nada. Sin embargo, más que representar a Venezuela, ha representado a la Autoridad Palestina, constituyéndose en su vocero más elocuente. A cada rato, Rafael Ramírez llamaba a una reunión ya sea formal o informal, para discutir el caso palestino, pero no con el ánimo de remediar nada, sino de acusar a Israel y lo hizo de modo sesgado, con cifras infladas, exagerando y mintiendo acerca de situaciones, u omitiendo las causas de determinadas circunstancias, como la incitación al odio y la violencia palestina contra ciudadanos israelíes. Incluso, Ramírez se quitó la máscara con la que cubría sus verdaderas motivaciones judeofobas y el 8 de mayo de 2016, durante un discurso pronunciado en una reunión informal del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la “protección” a los civiles palestinos, con desparpajo dijo: “¿Qué planea hacer Israel con los palestinos? ¿Van a desaparecer? ¿Busca probablemente Israel implementar una solución final? ¿El tipo de solución que fue perpetrada contra los judíos?”. Después, frente a la gran cantidad de críticas, Ramírez se disculpó, le dio la mano al embajador israelí ante la ONU, Dany Danon… Claro que ante el público venezolano negó todo. En fin, ¿qué más antisemita puede ser que el tratar de establecer una comparación forzada, sin pies ni cabeza, entre las víctimas del Holocausto y los terroristas palestinos de estos tiempos?
El último capítulo de la judeofobia de Rafael Ramírez lo vivimos el recientemente pasado 23 de diciembre, tras el retiro por parte de Egipto de un proyecto de resolución arbitraria en contra de Israel, la Venezuela madurista junto a otros tres países, solicitó su discusión en el Consejo de Seguridad, la misma fue aprobada, pues era un asunto muy bien orquestado por el gobierno de la AP y que traerá consecuencias negativas al propio proceso de paz que deberían revivir presionando a Abbas y no premiándolo con un texto que podría usar con fines nocivos.
Cuando nuestra Venezuela retorne a la democracia, Rafael Ramírez deberá ser recordado y ojalá juzgado, como uno de los funcionarios más corruptos del régimen chavista, que llevó a una de las empresas más prósperas como fue PDVSA, a su quiebre. Y, como diplomático constituyó un representante que hundió el nombre de Venezuela en el fango de viles doctrinas cercanas al terrorismo internacional. Su actuación en la ONU no fue en beneficio de nuestro país ni en función de la región latinoamericana, sino en favor de otro partido corrupto, Fatah, que constituye una tragedia para los palestinos.
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