Obama dio su sesgado discurso de El Cairo (4 de junio de 2009) ante un gran número de jeques y de miembros de la Hermandad Musulmana. (Imagen: la Casa Blanca).
Traducción del texto original: Obama’s Mideast Legacy Is One of Tragic Failure
Traducido por El Medio
En su brillante crónica de las relaciones americano-israelíes –Doomed to Succeed («Condenados al éxito»)–, Dennis Ross muestra de manera concluyente que, cuando se ha sentido seguro del respaldo de EEUU, el Gobierno israelí ha estado más dispuesto a ofrecer acuerdos generosos que cuando ha tenido motivos para dudar del mismo. El presidente Obama no comprendió esta realidad crucial y, en vez de protegerlo, apuñaló a Israel por la espalda repetidas veces: en primer lugar, durante su sesgado discurso de El Cairo, casi al comienzo de su mandato; después, cuando no respetó su propia línea roja sobre el uso de armas químicas por parte de Siria; después, permitiendo que se incluyera una cláusula de extinción en el acuerdo nuclear con Irán, y finalmente negándose a vetar la tendenciosa resolución del Consejo de Seguridad que atribuye a los israelíes la parte esencial de la culpa en el actual estancamiento del proceso de paz.
El acuerdo con Irán, que ha hecho que Teherán retrase su consecución de arsenal nuclear, prácticamente garantizó que los iraníes puedan desarrollar el mismo en cuanto expiren las principales restricciones impuestas, en la próxima década. Israel jamás permitirá que un régimen que ha jurado destruir el Estado-nación del pueblo judío se dote de un armamento genocida. Así que la probabilidad de un peligroso enfrentamiento militar ha aumentado, y no disminuido, debido al pésimamente negociado acuerdo con Irán.Estas decisiones desafortunadas –sobre todo la concerniente a la resolución del Consejo de Seguridad– han desincentivado que el liderazgo palestino acepten la oferta de Netanyahu de sentarse a negociar un acuerdo de paz. Se le ha hecho creer falsamente que puede lograr el Estado palestino por medio de Naciones Unidas, o por cualquier otra vía que no les exija el menor compromiso.
Que Obama no cumpliera su amenaza vinculada a la línea roja trazada sobre el uso de armas químicas por parte del régimen sirio ha minado la credibilidad de Estados Unidos ante sus aliados y también ante sus enemigos. Creó un vacío de poder que Rusia se apresuró a llenar. También Turquía ha ejercitado su músculo intimidatorio: su irascible y egomaníaco líder ha utilizado la excusa del ISIS para emprenderla contra otro aliado estadounidense, los kurdos, cuya demanda de un Estado propio es como mínimo igual de sólida que la de los palestinos.
Los aliados tradicionales de Estados Unidos en Oriente Medio –Israel, Egipto, Arabia Saudí, Emiratos y Jordania– se han visto debilitados por las políticas de Obama, muy especialmente por el acuerdo con Irán. En cambio, los enemigos tradicionales de Estados Unidos –Irán, Siria y Hezbolá–, así como Turquía, han ganado peso.
El terrorismo ha aumentado y se ha desplazado hacia el norte, apuntando a Europa, en parte como consecuencia de la crisis siria.
El ISIS, Al Qaeda, los talibanes y otras ramificaciones terroristas que se consideraban debilitadas siguen siendo una grave amenaza para la estabilidad regional y las poblaciones civiles.
Un Oriente Medio desestabilizado supone un creciente peligro para los aliados de EEUU y para la paz. La culpa de esta inestabilidad la comparten los presidentes Bush y Obama. El derrocamiento de Sadam Husein y la invasión de Irak dividieron este último país, llevándolo a la ingobernabilidad, e invitaron a Irán a jugar su baza en la desestabilización presente. El derrocamiento de Gadafi dejó a Libia expuesta a influencias terroristas crecientes. El intento de reemplazar a Asad ha convertido Siria en una pesadilla. La dimisión forzada de Mubarak puso inicialmente a Egipto bajo el control de los Hermanos Musulmanes y fortaleció a Hamás en la Franja de Gaza. Sólo un golpe de Estado, con la oposición de la Administración Obama, llevó a ese país algo parecido a la estabilidad. El Líbano se ha convertido en una auténtica subsidiaria de Hezbolá, organización terrorista bajo la influencia de Irán que tiene 100.000 misiles apuntando a los núcleos urbanos de Israel. El arco chií se extiende ahora desde Irán hasta Irak, Siria y el Líbano.
Este es el trágico legado que deja la Administración Obama por no haber tratado de corregir los daños causados por la Administración Bush. Terroristas islámicos han sustituido a tiranos laicos. Los dos son malos, pero los tiranos, al menos, producen un grado de estabilidad y predictibilidad. También tienen a mantener su tiranía en el ámbito nacional, mientras que los terroristas tienden a exportar sus tácticas perversas. Deberíamos haber aprendido la lección de la sustitución del tiránico sah de Irán por los mucho más tiránicos y peligrosos ayatolás. Pero no lo hicimos. Insistimos en apoyar la democracia de la Primavera Árabe, que resultó en la sustitución de unos tiranos antidemocráticos locales por unos terroristas antidemocráticos internacionales.
La Historia juzgará benéficamente los éxitos domésticos de Obama, pero condenará con dureza su política en Oriente Medio.
Alan M. Dershowitz: Abogado, profesor de la Escuela de Derecho de Harvard y escritor. Autor de numerosos artículos, ensayos, entre ellos «The Case for Israel» (2005), y obras de ficción («The Trials of Zion,» 2010).
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