«Personal te da la bienvenida a territorios palestinos». Este mensaje apareció en la pantalla del celular Personal de un argentino recién aterrizado en Israel al momento en que activó el servicio de roaming, informaba días atrás Radio Jai. El pasajero debe ser disculpado si llegó a creer que había descendido en Ramallah o que había viajado en el tiempo a la época del mandato británico en Palestina. La anécdota sería menor si fuese excepcional. Pero no lo es. Es ya una convención de nuestros tiempos que prácticamente el mundo entero considere que Israel ocupa territorios palestinos. Lo acaba de declarar el Consejo de Seguridad de la ONU el pasado diciembre (bello regalo de despedida a Israel de Barack Obama) y la Unesco el octubre anterior al anunciar que el Muro de los Lamentos es un sitio exclusivamente islámico (lo que sugiere que el máximo símbolo religioso de los judíos está bajo ocupación judía). Los medios masivos de comunicación continuamente refieren a la «ocupación israelí de los territorios palestinos». ¿Pero es esta terminología correcta? Para desazón de muchos, no. Ni por asomo.
La frase «territorios palestinos ocupados» contiene tres palabras, de las cuales una de ellas, territorios, es neutral; otra, ocupados, es debatible y la tercera, palestinos, es errada. Antes de que un periodista o un editor de internacionales inserte esa nomenclatura de rigor en sus reportes debe hacerse un par de simples preguntas: ¿Cuándo fueron palestinos esos territorios en disputa? ¿Alguna vez ejerció el pueblo palestino la soberanía sobre esos territorios? Respuestas: nunca.
Comencemos con la Franja de Gaza. Israel gobernó Gaza desde 1967 hasta el 2005, año en que se retiró de manera unilateral y completa, cedió el área a la Autoridad Palestina, la cual la perdió en una contienda —electoral, primero, violenta, después— con Hamas. Antes había estado en manos de egipcios, británicos y otomanos; un imperio musulmán no árabe. Hoy Gaza está bajo gobierno palestino yihadista. De modo que respecto de Gaza podría decirse que actualmente es territorio palestino, sólo que no puede decirse que está bajo ocupación israelí. Ergo, «territorio palestino ocupado» Gaza no es. Es más, podría argumentarse que hasta tanto no sea conformado un Estado palestino allí, esa porción de tierra no es soberanamente palestina, pues apenas está siendo administrada por un grupo terrorista ni siquiera reconocido como legítimo actor internacional por buena parte de la familia de las naciones.
Pasemos a Cisjordania. Hoy la zona está dividida en tres sectores que contemplan administración civil y militar, conjunta o separada, de Israel y la Autoridad Palestina. Aunque casi el 100% de la población palestina se encuentra bajo gobierno palestino, Israel controla la mayor parte de las tierras. Esto es así desde la firma de los acuerdos de Oslo, a mediados de los años noventa. El statu quo ante tenía a Israel como único gobernador, tras la Guerra de los Seis Días de 1967. Previamente, desde 1948, el Reino Hashemita de Jordania controlaba la zona. Antes lo hizo Gran Bretaña por medio de un mandato conferido por la Liga de Las Naciones en 1920. El gobernador anterior había sido el Imperio otomano, que controló esa zona y buena parte de Medio Oriente por seiscientos años, desde el 1300. (Si seguimos retrocediendo en el tiempo, llegaremos a los reinados hebreos de David y Salomón antes de la Era Común, situación que incomodará a los pro palestinos). En ningún momento hubo un Estado palestino o una república palestina allí. Ergo, «territorio palestino» —ocupado o no— Cisjordania no es.
Pero acaso podría alguien preguntar: «¿No acaba la ONU de declarar territorio palestino a toda Cisjordania?». Sí, lo ha hecho. También ha escandalosamente tildado al sionismo como una forma de racismo en 1975, sólo para anular esa resolución dieciséis años después. La ONU lleva largo tiempo comportándose de manera hostil a Israel y esa realidad fue admitida por los dos últimos secretarios generales. El año pasado, Banki-moon dijo: «Décadas de maniobras políticas han creado un volumen desproporcionado de resoluciones, reportes y conferencias críticos de Israel. En muchos casos, en vez de ayudar a la causa palestina, esta realidad ha obstaculizado la habilidad de la ONU para cumplir su rol efectivamente». En 2006, Kofi Annan admitió: «Por un lado, los partidarios de Israel sienten que es duramente juzgado por normas que no se aplican a sus enemigos. Y con demasiada frecuencia esto es cierto, particularmente en algunos organismos de la ONU».
Más que lo que postule la hiperpolitizada ONU en su recinto orwelliano, lo que realmente cuenta es la verdad histórica. Las naciones tienen sus intereses y los diplomáticos hacen su juego en ese foro. Pero a los periodistas y los editores de internacionales no les conciernen esas cuestiones políticas (supongo que tampoco a la gerencia de Personal). Es curioso que aquellos que se han mostrado consternados por las supuestas noticias falsas de la campaña de Donald Trump y han dado forma al nuevo concepto de «pos verdad» —que no es otra cosa que un término cool para designar una gran mentira— hayan perpetuado una falsedad histórica de primer orden: el mito de los «territorios palestinos» ocupados.
El autor es analista político internacional, escritor y conferencista. Su último libro es «Triángulo de infamia: Richard Wagner, los nazis e Israel».
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