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| martes diciembre 24, 2024

Luz del aire


Cada mañana, cuando se levantaba, Schmuel el Buscador de Cortezas, admirador del Baal Shem Tob, a quien había visto sanar  niños y ancianos, salía de su cabaña fuera invierno o verano, nevara, lloviera o luciera el sol, y decía en voz alta:

-Luz del aire, luz del aire: que cada punto del mundo contenga para mi todo el mundo.

Después se adentraba con su pequeña hacha de mango brillante en el bosque de los Cárpatos que rodeaba su aldea, una enorme bolsa a las espaldas y el botellón redondo en el que recogía savia de abedul. Schmuel trizaba las cortezas separándolas por grados de humedad e intensidad de colores y tarareaba músicas cuya procedencia desconocía. Por ese hábito melódico Schmuel se había granjeado la amistad de pájaros y abejas. Las pocas letras que sabía apenas si le alcanzaban para escribir en líneas regulares su nombre completo.

A pesar de comer como un león era más delgado que un bajorrelieve egipcio, y tan sigiloso en sus idas y venidas que se oía antes el chocar de su bolsa de cortezas contra el suelo que sus propios pasos. En aquellos días las cortezas tiernas las comían, hervidas, los pobres, y las usaban los zapateros para hacer frágiles sandalias de verano. En aquellos días, también, todos los que podían se iban a América en pos de cielos más libres y tierras más vastas, lejos del alcance de los cosacos y el desprecio de los nobles. Pero como Schmuel tenía muchos hijos que mantener, pocas luces y casi ninguna ambición, solicitaba de cada uno de sus movimientos cotidianos que le condujera a una modesta plenitud.  Y por eso repetía:

-Luz del aire, luz del aire: que cada punto del mundo contenga para mi todo el mundo.

En una ocasión, al oírlo, el joven Rabí Méndel retornó a su casa con lágrimas en los ojos pues acababa de constatar por boca de un simple lo que las mentes más complejas no cesan de buscar: que aquello que tienen ante la vista se les transforme en visión revelada.

 

****En el libro del Génesis 3:8  se lee: ´´Y oyeron la voz del Creador, que se paseaba por el huerto al aire del día.´´

Frase que, tras las palabras del Buscador de Cortezas, Rabí Méndel no puede de dejar de oír al mismo tiempo que evoca que, para la Kábala, es el aire o avir ( ryw) ), el vehículo que transporta la luz, or  ( rw) ), impulsándolo con el poder puntual de la más pequeña de las letras sagradas, la yod  ( y ).

 
Comentarios

Tesóros de infinita sabiduriá provinientes de los álto, inalcanzables para estudiosos y errudictos, son llamados a reposar en lo recóndito del álma de humildes y sencillos …
ésta máxima es aplicable a todos, en todo tiempo y lugar ,
pues El Eterno observa con agrado a los tales, en tanto que se complace en confundir a aquellos cuya «sabiduria» se asienta en sus supuestos conocimientos, en su própia necedad …

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