El torrente de artículos, informes y declaraciones sobre una próxima guerra entre Israel y Hezbolá es constante desde que en julio de 2015 el Ejército israelí publicara un análisis estratégico que apuntaba al grupo terrorista chií libanés como la principal amenaza para su país. Verdaderamente, Hezbolá ha cambiado mucho desde la segunda guerra del Líbano (2006) y supone uno de los grandes desafíos para la seguridad de Israel.
El mes pasado, Jesús M. Pérez analizaba en estas páginas cómo sería esa contienda y daba un repaso a las capacidades actuales de Hezbolá, potenciadas por su implicación en la guerra siria y por el armamento que ha adquirido en los once años que han pasado desde 2006.
Como apunta Pérez, de estallar de nuevo la violencia, Israel tendrá que enfrentar una lluvia de misiles exponencialmente mayor que la de 2006 -las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) calculan que en la próxima guerra Hezbolá podría disparar hasta 1.500 cohetes al día, en comparación con los 200 de 2006- y afrontará un desafío estratégico mucho mayor. Asimismo, el informe de la Fundación para la Defensa de las Democracias de julio del año pasado La tercera guerra del Líbano: el próximo choque entre Hezbolá e Israel a la sombra del acuerdo nuclear con Irán, elaborado por Jonathan Schanzer, Tony Badran y David Daoud, sostiene que sería una guerra con varios frentes, dada la implicación de Hezbolá en Siria, lo que podría dar entrada a otro contendiente: Irán. Los autores dicen que, de acuerdo con todas las informaciones, la próxima guerra de Israel con Hezbolá será de una importancia muy superior a la que tuvieron las anteriores.
Hezbolá 2017
Hezbolá ha mejorado su capacidad armamentística y estratégica, y su ala militar es una fuerza de unos 65.000 hombres mucho más sofisticada que en 2006; según el Departamento de Estado de EEUU, es el grupo terrorista más sofisticado del mundo. Desde 2006, ha adquirido unos 100.000 misiles, muchos de largo y medio alcance; entre ellos los iraníes Zelzal 1, que pueden alcanzar Tel Aviv, y los rusos Yajnot, que pueden hacer blanco en el puerto de Haifa y en los yacimientos de gas israelíes del Mediterráneo. Además, según el Times of Israel, Irán haconstruido una fábrica de misiles en el sur del Líbano, en una zona dominada por una Hezbolá que ha experimentado una notable transformación después de años de lucha en Siria a las órdenes del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (CGRI).
Maria Abi-Habib, corresponsal del Wall Street Journal en Oriente Medio, publicó un reportaje a principios de mes titulado “La guerra civil en Siria produce un claro ganador: Hezbolá”. En enero, Colin P. Clarke y Chad C. Serena fueron aún más claros en su análisis para The National Interest: Hezbolá está ganando la guerra en Siria. Un reciente informe del International Crisis Group expone lo contrario y argumenta que a Hezbolá le va a costar caro defender al régimen de Asad: en 2016 perdió 2.000 efectivos en Siria. Nadav Pollak, del Washington Institute for Near East Policy, ofrece una visión más equilibrada:
Al examinar los efectos militares y políticos de su participación en Siria, se ve que Hezbolá ha pagado un alto precio en sangre y dinero, pero también ha conseguido mucho.
Hezbolá es muchas cosas
Hezbolá no es sólo un grupo terrorista; en palabras de Matthew Levitt, uno de los mayores expertos mundiales en el tema, “Hezbolá es muchas cosas”.
Hezbolá es también un cuasi Estado dentro del Líbano que cuenta con un brazo militar, un partido político, un canal de televisión y una red de servicios sociales y tiene un objetivo claro: extender la influencia de Irán en el país de los cedros. Hezbolá no es un grupo yihadista ordinario, sino una de las herramientas de Irán para expandir su influencia y poder en la región. Por eso recibe en torno a 100 millones de dólares anuales de Teherán.
Hoy cuenta con 12 escaños en el Parlamento libanés y con dos ministros en el Gobierno de Beirut. Michel Aún, el presidente del Líbano, no oculta su simpatía por el Partido de Dios. Como decía el historiador árabe Fuad Ajami, fallecido en 2014,
Hezbolá ha puesto patas arriba las instituciones del Líbano, y Hasán Nasrala [su secretario general] quita y pone Gobiernos a su antojo.
El general israelí retirado Giora Eiland propone la teoría de que si un nuevo conflicto estallara, Israel debería declarar la guerra al Líbano. En primer lugar, porque Hezbolá es parte de su Estado y actúa con el beneplácito de Beirut; y, segundo, porque así se aplicarían las reglas clásicas de los conflictos armados internacionales y no operarían las difusas reglas de enfrentamiento contra actores no estatales.
Nasrala amenaza con el infierno
Hezbolá está crecido ante la posibilidad de un nuevo enfrentamiento con Israel. Pese a que sus líderes declaran que no quieren otra guerra, tampoco se han mostrado comedidos en sus amenazas. En marzo, el secretario general de la ONU criticó la retórica de Hasán Nasrala porque podría “avivar las tensiones y llevar a una nueva guerra”. Nasrala ha amenazado con bombardear objetivos estratégicos como el puerto de Haifa o centrales hidroeléctricas israelíes y crear un “infierno” en el Estado judío.
Los aliados de Hezbolá en Siria, Rusia e Irán, no parece que tengan clara la necesidad de una guerra en el Líbano contra Israel. Randa Slim, experta del Middle East Institute, afirma que “el hecho de que haya tantos jugadores es más un factor de disuasión que un catalizador (…) ni Rusia ni Irán quieren una guerra en el sur con Israel en este momento”.
Según Slim, Israel buscaría una guerra limpia con Hezbolá, específicamente en el Líbano, en lugar de complicarla con un frente sirio-libanés más amplio. Miembros de Hezbolá han advertido de que, si la guerra comienza, “extenderán la resistencia hasta Galilea”.
Si Hezbolá emprende un nuevo lanzamiento masivo de misiles hacia Israel, las FDI afrontarán un conflicto asimétrico contra un enemigo que lucha dentro de las poblaciones urbanas; asimismo, el sentimiento antiisraelí volverá a extenderse por todo Occidente y habrá una presión internacional constante para que cesen las hostilidades antes de que el Ejército israelí consiga sus objetivos estratégicos.
Las variantes y las implicaciones son demasiadas, y es difícil dar por seguro un nuevo enfrentamiento entre Israel y Hezbolá a corto plazo. Ahora bien, en caso de que se produzca, será más duro y más vasto que el de 2006 debido a la evolución de Hezbolá.
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