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| lunes diciembre 23, 2024

Francia: ya hay zonas de exclusión en el corazón de las grandes ciudades


En enero de 2015, una semana después del atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo, el canal de la televisión estadounidense Fox News generó un escándalo en Francia al afirmar que se habían creado «zonas de exclusión» en el corazón de París. Para los medios franceses, la existencia de zonas de exclusión —donde los no musulmanes no son bienvenidos e impera la ley islámica, la sharia— en el centro de la capital era una «falsa noticia» puramente absurda y horripilante. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, dijo que pensaba demandar a Fox News y que el «honor de París» estaba en juego.

En mayo de 2017, sin embargo, el tono había cambiado. El diario francés Le Parisien reveló que, en efecto, hay zonas de exclusión en el centro de la capital. Al parecer, el distrito de Chapelle-Pajol, al este de París, ya se ha convertido en buena medida en una zona de exclusión. Cientos de migrantes musulmanes y traficantes de drogas copan las calles, y acosan a las mujeres por llevar lo que muchos de estos migrantes consideran vestimenta inmodesta:

Las mujeres en esta parte del este de París se quejan de que no pueden moverse sin sufrir los comentarios e insultos de los hombres. […]

Hay varios cientos de metros cuadrados de calzada que se han dejado exclusivamente a los hombres; se considera que las mujeres ya no tienen derecho a estar allí. Cafés, bares y restaurantes les están vedados, al igual que las aceras, la estación de metro y las plazas públicas. Durante más de un año, el distrito de Chapelle-Pajol (los arrondissements X-XVIII) ha cambiado totalmente su aspecto: grupos de decenas de hombres solitarios, vendedores ambulantes, extranjeros, migrantes y rateros acosan a las mujeres y toman las calles.

Natalie, una vecina de 50 años de la zona, dijo: «El ambiente es angustioso, hasta el punto de cambiar nuestras rutinas y nuestra vestimenta. Algunas hasta desisten de salir a la calle».

Aurélie, de 38 años, que vive en la zona desde hace quince años, dijo que en el bar-cafetería que hay debajo de su apartamento había sido un lugar agradable, pero que se ahora se había convertido en un establecimiento exclusivamente masculino. «He tenido que escuchar un montón de cosas al pasar por ahí, sobre todo porque beben mucho», dijo. Al parecer, una vecina de 80 años ha tenido que dejar de salir completamente de su apartamento tras haber sido agredida sexualmente un día al regresar a su casa. Se dice que otra mujer sufre un aluvión de insultos simplemente por asomarse a la ventana.

La alcaldesa Hidalgo ya no habla de demandar a los medios por difamar el honor de París. Dijo incluso que este problema de seguridad llevaba «semanas identificado» y propuso lanzar un «proceso exploratorio» para combatir la discriminación contra las mujeres y un «grupo de tratamiento de la delincuencia local». Era una neolengua ligeramente hueca, orwelliana, y generó chanzas e indignación en las redes sociales.

Hablar de zonas de exclusión en Francia era, hasta hace poco, tabú. Se consideraba «racista» o «islamófobo» —casi siempre ambas cosas— hablar de ello. En mayo de 2016, Patrick Kanner, ministro francés de Áreas Urbanas, acosado por los periodistas, reconoció por fin la verdad: «Nos consta que hoy existe un centenar de barrios en Francia que presentan posibles similitudes con lo que ha ocurrido en Molenbeek». Se estaba refiriendo al tristemente conocido barrio de Bruselas, controlado por el salafismo, que se ha convertido en el epicentro de la yihad en Europa.

Lo que es una novedad es que las zonas de exclusión ya no se limitan a los suburbios, donde los migrantes y musulmanes han solido concentrarse.

Las zonas de exclusión, mediante la inmigración masiva, han surgido ahora en el corazón de París, Burdeos, Toulouse, Marsella, Grenoble y Aviñón; distritos «privatizados» por doquier por una mezcla de traficantes de drogas, fanáticos salafistas y bandas juveniles islámicas. Las principales víctimas son las mujeres. Ellas —tanto las musulmanas como las no musulmanas— son acosadas, y algunas agredidas sexualmente.

Los políticos, como de costumbre, están plenamente informados de la situación que se le infringe a las mujeres. Un informe de 2014 del Alto Comisionado para la Igualdad reveló que en las llamadas «áreas urbanas sensibles» aproximadamente una de cada diez mujeres ha sufrido violencia física o sexual.

Otro informe entregado al Gobierno en septiembre de 2016, de la organización France Médiation, aportó detalles significativos, pese a haber sido escritos en términos depurados:

Las áreas públicas están «ocupadas» exclusivamente por hombres «estacionados» en ellas, y a las mujeres apenas se les permite pasar a través de ellos. […]

No es un caso único en esta ciudad: en los últimos diez años, las mujeres se han visto excluidas de los espacios públicos.

«Tienes que alejarte, no provocar. Siempre salgo con mis hijos y así no hay problemas».

En algunos lugares, los grupos de hombres «monopolizan» los espacios públicos y a veces bloquean los accesos a los edificios.

Las mujeres se ven obligadas a evitar el ascensor para esquivar las miradas y comentarios que a veces son desagradables. Tienen que subir por las escaleras —sucias y oscuras— varias plantas.

Las cafeterías están ocupadas exclusivamente por hombres; las mujeres no se atreven a entrar en ellas, evitan incluso pasar por delante.

El recién elegido presidente francés, Emmanuel Macron, eludió de manera ostensible los problemas de seguridad en la campaña electoral. Sin duda, los problemas de seguridad le rebasarán antes de lo que piensa.

 

Traducción del texto original: France: No-Go Zones Now in Heart of Big Cities
Traducido por El Medio

 

 
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